Dos críticos locales le dedican su columna a la película que le dió el Oscar a Mejor actor a Forest Whitaker.
Enrique Silva en Correo dice sobre El último rey de Escocia:
[El director] Macdonald desarrolla con solvencia el retrato de un implacable dictador a través de los ojos de un extranjero. Y logra algunas buenas escenas, como aquella en la que Idi Amin, declarado en ese instante admirador de los escoceses, le pide a Garrigan que le obsequie su camiseta deportiva. […] Pero cuando Garrigan se enreda con Kay Amin, una de las jóvenes esposas del dictador, y Macdonald empieza a jugar con el misterio y el suspenso de un género que al parecer no maneja bien, el relato se va perdiendo en un conjunto de inverosimilitudes. De todas maneras El último rey de Escocia es un filme aceptable.
Mientras que Rául Cachay El Comercio comienza con aparentes críticas al filme para terminar diciendo:
Todo hasta ahora parece apuntar a una conclusión abiertamente negativa, pero no. [La cinta] funciona, y por momentos deslumbra, cada vez que el ganador del Óscar Forest Whitaker aparece en la pantalla. Su presencia es imponente, monumental: este engendro atosigado de contradicciones se hace mucho más que creíble en la piel de Whitaker. Probablemente hayan sido muchas las licencias tomadas para construir este personaje, pero eso no importa: caníbal o no, el Amin de Whitaker terminas siendo bastante más interesante e inquietante que el original. Vayan a verla.
Por otro lado Hollywoodland tuvo también dos críticas. Federico de Cárdenas destaca en aspecto técnico del filme en La República:
La narración tiene una estructura clásica, con flashbacks alternados según se trate de reconstruir la vida de Reeves o las andanzas de Simo. El tratamiento fotográfico de Jonathan Freeman, elegante y matizado, distingue bien la atmósfera que rodea a ambos, a partir del principio de una doble desmitificación: la del detective que se abre paso hasta la verdad tras múltiples avatares y la del actor que triunfa.
En Somos Sebastián Pimentel se detiene en el protagonista de la cinta:
Hay un lado reflexivo en Reeves, un lado autocompasivo que la cámara de Coulter ha sabido captar muy bien, entre otras cosas gracias a la interpretación de Ben Affleck -un actor que también ha tenido sus altas y sus bajas, y que alguna vez encarnó a un superhéroe nada memorable-.
En El Dominical Ricardo Bedoya remarca los puntos flojos de Soñadoras:
Lo que falla es el conjunto. Soñadoras resbala al dar el paso decisivo, el que lo hubiera convertido en un musical de verdad: no deja de ser una sucesión de rutinas musicales de «stage» para convertirse en un musical maduro y autónomo. Es decir, hasta cierto momento la película incluye escenas musicales, pasajes justificados por la acción, números cantados y bailados allá arriba, sobre el escenario. Pero, de pronto, la distinción entre lo «musical» y lo «actuado» se rompe y los personajes se echan a cantar como si no hubiera diferencias entre decir los diálogos y entonarlos. La idea es atractiva, pero Condon no le saca provecho, no la potencia; la deja allí y prefiere la indefinición.
Y en La Primera Isaac León Frías comenta así Cartas desde Iwo Jima:
Pocas veces se ha visto una película tan intimista y susurrada en la envoltura de un relato de guerra. Porque no es la guerra, ni siquiera la batalla de Iwo Jima la que interesa como tal, sino la suerte de esos hombres destinados a fracasar y a morir en una misión imposible. El filme, en tal sentido, es implacable, pero lo es con un profundo respeto por la dignidad de esos militares que entregan su vida con la certeza de que están haciendo lo mejor que pueden por el imperio y la tierra a los que representan y defienden.
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