Una nueva edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata ha comenzado, con la suma de contradicciones habituales que este evento nos tiene acostumbrado. El único festival clase A de América (dato que le encanta destacar a organizadores, funcionarios y farándula vernácula de discutible relación con el cine), vive una crisis de identidad a este punto ya existencial, lo que no lo priva en encanto cuasi surrealista.
El festival, organizado en la hermosa ciudad de Mar del Plata, vio demorada su ceremonia inaugural prevista original para el jueves, ya que una tormenta de grandes dimensiones dejó en evidencia la precariedad de la infraestructura pública de grandes sectores del la ciudad. A pesar de ello, “La Feliz” (apodo engañoso, pero algo cierto que recibe la ciudad) se repuso no obstante en su faceta cinematográfica, teniendo que afrontar las burocracias que todo lo empañan. Así fue como la ceremonia de inauguración, finalmente realizada, contó con la presencia estelar del vicepresidente de la Nación, Daniel Scioli, y de la Primera Dama de la Nación, Cristina Kirchner, ambos mucho más interesados en propulsar sus carreras electorales, que en mostrar algo de interés en esa cosa rara que hace pensar a la gente, como es el cine. También estuvo presente la farándula televisiva, los flashes de las fotógrafos de las revistas de interés popular y se celebró el chauvinismo al galardonar a Gustavo Santaolalla, quien luego de ganar el Oscar por segundo año televisivo es la persona con más exposición mediática luego de los integrantes del reality show “Gran Hermano”. Después de tanta ceremonia de cartulina malpegada y glamour tercermundista y berreta, comenzó lo que realmente nos convoca y emociona: el cine.
Cola para el cine o cinta de Moebius
Una de las cosas más frustrantes para todo cinéfilo festivalero, es la lucha que debe enfrentar para conseguir entradas. Ante una gran oferta y mucho más enorme demanda, estratégicamente es necesario un plan para conseguir las anheladas entradas. Ello conlleva realizar horas y horas de cola, hasta llegar al punto surrealista que cité anteriormente. Debo citar una anécdota al respecto: en uno de los lugares donde vendían las localidades, la cola se extendía a través de varios pisos de un shopping, dando vueltas por pasillos y escaleras. Lo maravilloso de ese caos, es que ante tanta desorganización, la cola se entrecruzó en el final, al punto de pasar de ser una cola, a ser literalmente una cinta de Moebius, de imposible identificación el principio y fin de la misma. Ante tan situación, uno no puede más que tomarse las cosas con calma, usar esas horas para charlar con amigos (que son muchos, varios de ellos encontrados por azar), descubrir nuevas amistadas o maravillarse ante la belleza de las señoritas cinéfilas, con su look de nerds de filmoteca.
El cine según Žižek
¡Al fin el cine! Dentro de la programación de este año, se exhibe la versión completa en formato de película de la miniserie The Pervert’s Guide to Cinema de Sophie Fiennes, escrita y protagonizada por el rock star de la filosofía de masas, el carismático filósofo y psicoanalista esloveno Slavoj Žižek. El filme es algo así como una transposición fílmica de su libro “Todo lo que usted siempre quiso saber sobre Lacan y nunca se atrevió a preguntarle a Hitchcock”, donde analiza en profundidad y un tono didáctico (en su acepción sana) obras cinematográficas de notoriedad, de Charles Claplin a David Lynch, de Andrei Tarkovsky a Matrix y La guerra de las galaxias. En sus dos horas y medias de duración, Žižek se mete literalmente en las películas, dilucidando las estructuras y significaciones de obras de alta complejidad, como el caso de Lost Highway de David Lynch. El disfrute de la cinta es adictiva, dejándonos con ganas incluso de más, algo que por suerte podemos conciliar con la lectura de los innumerables libros escritos por Žižek , o viendo el muy disfrutable documental sobre su figura, Zizek!, realizado por Astra Taylor.
No solo es Rock and Roll
La mayor novedad en cuanto a programación del Festival, es la inclusión de la sección Soundsystem, dedicada a rescatar y festejar a la relación de autores musicales de culto y se acercamiento con el cine. En dicha sección se exhibe el brillante documental American Hardcore de Paul Rachman, también una transposición fílmica de un libro de ensayo, en este caso de Steven Blush. El film retrata el surgimiento, a finales de los 70, del movimiento hardcore norteamericano. Con testimonios directos de sus protagonistas, así como material de archivo de incalculable valor, la película no sólo cuenta sobre el surgimiento de artistas fundamentales (Black Flag, Minor Treat, Agnostic Front). Pero en la música en general y muy particularmente en un movimiento como este, es imposible aislarse del contexto sociopolítico que lo rodea, y justamente esa es la gran victoria del film: más que un lúcido retrato, ineludiblemente parcial, de la escena musical, es un retrato de la sociedad norteamericana toda.
Se despide, para seguir disfrutando de cine (y no tanto), su amigo Sebastián.
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