No es poca cosa, este film estaba perdido por más de 35 años y su recuerdo emergía borroso en la memoria de los viejos cinéfilos… hasta el año pasado, cuando gracias a afortunadas gestiones se halló una copia en Rusia que luego de un paciente proceso de reedición digital ha emergido de nuevo a la luz pública.
Ahora dentro de la muestra Bloggermatógrafo, que organiza El Cinematógrafo de Barranco podrá ser vista por el público limeño. En Cinencuentro estamos más que contentos de poder presentarla y más aún porque el maestro Armando Robles Godoy nos acompañará en la proyección. La cita será hoy sábado a las 8 p.m.
En la selva no hay estrellas narra la travesía de un ambicioso hombre que roba el oro recolectado por una tribu amazónica, pero cuya huida será el comienzo de un viaje de reconocimiento de su propia vida y una lucha por su supervivencia en medio de la tupida selva. El actor argentino Ignacio Quirós fue quien dio vida al aventurero y lo acompañaron en el elenco: Susana Pardahl, Jorge Aragón, César David Miró, Manuel Delorio, Jorge Montoro, Luisa Otero y Demetrio Tupac Yupanqui.
La película está inspirada en un cuento escrito por el mismo Robles Godoy y en su momento compitió en el Festival de cine de Moscú de 1967 con más de 30 filmes (De directores como Fred Zinnemann, Emilio Fernández, Dino Risi, Costa-Gavras, Louis Malle e István Szabó entre otros). Finalmente se alzó con la medalla de oro, cosa rara para el cine peruano de esos tiempos, a su regreso el cineasta le confesó a Manuel Jesús Orbegozo que:
No creo que mi intención haya sido hacer o pintar un drama social, sino un drama crucial. El hombre es un ser esencialmente solo y necesariamente social. Este es el conflicto de todo ser humano. Yo no puedo concebir a un ser humano que no esté sólo. El paraíso terrestre es una sociedad totalmente desorganizada donde el hombre vive rodeado de gente sin ninguna afinidad.
Luego de ser estrenada, la película recibió duras opiniones de la crítica, ante ello Robles escribió un artículo en Hablemos de Cine, defendiendo su creación, han pasado 40 años de ello y sorprende que muchas ideas de Robles no han amarillado con el tiempo, leamos el fragmento inicial del escrito que bajo el titulo Selva sin estrellas apareció en el número 33 de la revista:
Realizar una película es exactamente lo mismo que vivir algo que se ha deseado muy intensamente, que se ha estudiado mucho y con lo que se ha soñado dormido y despierto. Por supuesto que la anterior afirmación depende de lo que se entienda por cine y también de lo que se entienda por vivir. No voy a explicar aquí mi comprensión de ambas ideas, pero quizá al fin de estas líneas algo haya podido trasmitir, y de paso me lo haya podido decir a mí mismo.
Mientras trabajé en «En la selva no hay estrellas», la mayor parte de mi vida giró alrededor de esa obra; mejor dicho, fue esa obra. Un año largo sumergido en esa tensión constante y vibrante que es el hacer una película. Ahora, la película ya ha pasado a ser patrimonio del público peruano. No me pertenece más.
Pero durante toda la etapa de los preparativos, y luego, durante la realización misma, me vi violentamente enfrentado con la realidad, es decir, con la vida misma, en ese terreno que yo había escogido. Todo lo deseado, lo estudiado, lo planeado, lo soñado, de pronto convertido en cosa tangible, en materia viviente que, al mismo tiempo, no debía perder su verdad, su fuerza ni su magia, porque entonces dejaba de ser lo que uno había querido engendrar; es decir, moría.
Pero un hombre volador sin máquinas, un caballo pescador o un gusano aullante no son verdad. Pueden utilizarse como elementos para expresar otra verdad, pero no la suya. Y un cine que hable en literatura, en teatro, en danza, en narración, en música o en poesía, no es verdad; termina por no hablar en nada, por no decir nada, y se contenta con balbucear en otros idiomas, olvidando el suyo propio, para trasmitir, mal, lo que podría expresar con más fuerza claridad y belleza que todos los otros medios de expresión juntos.
Y las tentaciones se presentan a cada paso en este proceso que he mencionado de enfrentamiento con la realidad. Del mismo modo se presentan en la vida. Vuelvo la cara y hago otra cosa. Olvido el cine y leo, hablo, pinto, canto; inclusive realizo contorsiones fantásticas y alcanzo resultados de notable síntesis, de gran belleza; pero no hago cine. Porque hacer cine es un proceso doloroso. Y si no existe ese dolor, no sale nada. Vuelvo la cara y hago otra cosa.
Nos vemos más tarde en El Cinematógrafo.
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