Los críticos locales le dedican esta semana sus columnas al ya popular Borat, resultando en un saldo positivo.
En La República Federico de Cárdenas dice:
Gracias a su estructura de pequeños episodios el protagonista se acerca a rituales y costumbres del estadounidense promedio y algunas de sus minorías con un espíritu de sátira muy preciso y siempre políticamente incorrecto, que no excluye la bufonería brutal y el absurdo. Ataque tan metódico, que no excluye lo escatológico, puede fatigar y escandalizar, pero siempre se mantiene a la altura de la energía delirante de Borat.
En Somos Sebastián Pimentel descubre el personaje de Sacha Baron Cohen así:
Al principio uno podría pensar que estamos viendo un sádico sketch que saca a la luz los prejuicios más comunes que la gente insensible tiene sobre los pueblos atrasados. Sin embargo, esa es la primera argucia de Baron Cohen: los prejuicios desde los que ha perfilado a Borat y sus compatriotas de Kazajstán son los mismos prejuicios que los americanos suelen tener sobre los pueblos subdesarrollados.
Raúl Cachay advierte en El Comercio a quienes aun no hemos visto la cinta:
Está claro que no es una película para todos los públicos. De hecho, es común observar cómo muchos espectadores huyen despavoridos de la sala […] Pero hay algo tremendamente delicioso al corroborar lo estúpidos, racistas, homofóbicos, antisemitas, prejuiciosos y cavernarios que suelen ser los ciudadanos estadounidenses que forman parte de lo que se conoce como la ‘mayoría silenciosa’.
Enrique Silva por su parte le dedica su sección en Correo a El descanso:
La ambición de [la directora Nancy] Meyers nos hace esperar que haya cierto equilibrio entre las historias de ambas mujeres y que le saque el mejor provecho posible a la trama que las une. Es cierto que lo intenta, pero también es palpable que la cineasta carece de inspiración y no se atreve a darle ningún aire renovador a su relato.
Deja una respuesta