La noche del sábado 17 de marzo fue histórica. En El Cinematógrafo de Barranco vimos el segundo largometraje de Armando Robles Godoy, En la selva no hay estrellas (1967), extraviado poco después de su estreno y que parecía completamente perdido hasta principios del 2006. Basta decir que la gran mayoría de críticos y miembros de la comunidad cinematográfica menores de sesenta años no lo habían –aún no lo han– visto para apreciar el valor de la presentación.
Es una suerte que no sea Imposible amor, su más reciente obra, lamentablemente sumida en problemas técnicos, expresivos y legales, quizás la última película que tenga la oportunidad de presentar de modo importante. Tenía que aparecer en la lejana Rusia, y llegar al Perú en un discreto DVD, esta representación agreste y cruda de la selva peruana –exenta de los seres mitológicos hoy vigentes–, cuadro implacable de lucha de un personaje amargo y solitario contra los embates de la naturaleza y la condición humana. Tenía que ocurrir el hallazgo para que Robles, como quien se reencuentra con un hijo, la retomara cual nueva obra y –con la ayuda de nuestro compañero Luis Ramos, quien reeditó el maltrecho material– asistiera a su rescate técnico y ligero retoque, para emprender prácticamente un segundo estreno al cabo de cuatro décadas.
En la selva no hay estrellas, excesivamente maltratada en su época, agrega un filme de notable interés a la historia del cine peruano, no sólo por sus innegables valores estéticos, que incluso enriquecen ahora la visión conjunta de La muralla verde y Espejismo, realizadas luego, sino porque en su momento contribuyó a forjar nuestro cine. La Medalla de Oro que ganó en el Festival Internacional de Moscú proyectó la carrera de su autor y dio atisbos de adultez a la incipiente producción nacional de fines de los sesenta, que significó un grano de arena para la promulgación de la ley de fomento 19327 en 1972.
Robles estuvo emocionado. Frente a la nutrida concurrencia nuevamente hizo gala de su magnetismo y lucidez antes y después de la proyección, contestando preguntas, relatando los antecedentes de la creación fílmica de En la selva no hay estrellas –cuya base fue un cuento suyo publicado en los cincuenta– y explicando algunos conceptos básicos del lenguaje cinematográfico de manera muy didáctica y amena. El reloj avanzaba pero no sentíamos el tiempo. Según Robles, podía quedarse hasta las seis de la mañana. Pero en el máximo grado de atención, como los buenos oradores saben hacer, agradeció, puso punto final a la charla –aunque conversó media hora más en los pasillos– y recibió un sonoro aplauso.
Más adelante abordaremos la película en profundidad. Mientras tanto, disfruten los vídeos (parte 1 y parte 2) de tan especial velada.
Texto: Gabriel Quispe
Video: Henry Pilares
Edición: Mary Panta y Luis Ramos
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