Dir. Zack Snyder | 117 min. | EE.UU.
Intérpretes:
Gerard Butler (Rey Leonidas), Lena Headey (Reina Gorgo), Dominic West (Theron), David Wenham (Dilios), Vincent Regan (Capitán), Michael Fassbender (Stelios), Tom Wisdom (Astinos), Andrew Pleavin (Daxos), Andrew Tiernan (Ephialtes), Rodrigo Santoro (Jerjes)
Estreno en Perú: 29 de marzo de 2007
El cine hecho cómic o el cómic hecho película. Ya no resulta tan clara la diferencia en esta película, como en Sin City, que fue también arrancada de la imaginación postmoderna de Frank Miller. Como poniendo en práctica las posibilidades de interpretar las aventuras bidimensionales en el universo virtual que cada día se va perfeccionando aún más, esta película se convierte en un artefacto de posibilidades visuales más allá de los sencillos trucos de ilusión que se han practicado en el cine desde sus inicios. La historia de Leonidas y sus 300 espartanos enfrentando a una mancha humana en el paso de las Termópilas nos revela esa contradictoria involución cinematográfica en la que los despliegues colosales de la épica se pueden resolver en interiores. El cine de estudios parece regresar pero con nuevos artilugios, y los pasos de esta película como los de Leonidas se dirigen hacia un enfrentamiento con lo desconocido, las posibilidades expresivas y casi tangibles de esta máquina arrolladora como el mismo imperio persa transfigurado por la mano del celebrado artista norteamericano.
La odisea de los 300, sucedida durante la Segunda Guerra Médica, no podía resultarle indiferente al cine y en plena época de Spartacus con resonancias sociopolíticas, el director Rudolph Maté realizó The 300 Spartans. Se trataba de un intento no tan fastuoso pero que resultaba una efectiva dramatización del episodio (o de cómo ha llegado hasta nosotros). Es bajo el esquema argumental de esta cinta que Frank Miller desarrolla su particular imaginario en su graphic novel, la cual ahora recibe la anexión de una adaptación en la que sus desaforados combatientes y paisajes pueden ser representados a cabalidad. El universo hiperbólico de las fantasías legendarias ha encontrado desde The Lord of the Rings y Sin City su verdadero espacio de despegue y de ahí que la simbiosis entre el cine y la aventura de Miller se encuentre por encima de todas esas críticas alrededor de su inexactitud histórica (licencia que se toma, no una sino muchas veces). La batalla de las Termópilas en esta nueva versión es tan preciosista, alucinada, antirrealista en suma, como no puede ser la historia, solo la leyenda.
Leyenda a la que se inclina la película a pesar de que se tengan más exactitudes históricas al respecto que a otras representaciones de hechos espectaculares y majestuosos de la historia antigua. Pero nos encontramos en el terreno en el que las exactitudes pierden valor como corset del vuelo creativo y a ello se remiten también las adaptaciones de algún libro de fama. Los 300 espartanos pueden ser tan moldeables como los guerreros enfrentados en Troya. A partir de esta premisa el director Zack Snyder (Dawn of the Dead) realiza un filme que si busca fidelidad, es solo a su fuente directa por demás aprovechable. Es un espectáculo que le debe a su matriz la caricaturización y extrema estilización de cuantos elementos la conforman. Leonidas nos es presentado como el guerrero hecho para un solo propósito, el gesto y presencia que lo son todo en el universo de apariencias que habita, incluso con la amenaza exterior la cual también es una gigantesca apariencia a la cual puede darse el lujo de arrojar a punta de patadas en un hoyo sin fondo. Los actores son las únicas presencias autenticas y por ello igual de absorbidas por el imaginario fantástico que hasta hace lucir increíbles sus perfecciones físicas.
La caracterización de sus rivales no son la excepción y haciendo gala de algunas reglas de la caricatura lucen una deformidad incrementada por sus vicios internos. Efialtes, personaje clave para la gesta heroica de los espartanos, es un cúmulo de oscuras debilidades como lo era también el revejido Gollum de la saga de Tolkien. El exótico ejercito de oriente desfila con las galas más bizarras hasta la aparición de Jerjes, que luce como una versión sacrílega de Apolo en un reino de pasiones desatadas e infectas. Debilidades que en la mayor de las fantasmagorías contrastan con la virtud de los esforzados protagonistas. En ella todo tipo de complots, corrupción e idealismo se encuentran rotando en función al objetivo principal que es la reluciente exposición del combate. Es cierto que se deja extrañar la autenticidad de la épica tradicional, pero esos mecanismos del pasado ya no tendrían cabida en el universo de múltiples referencias y posibilidades del mundo hipertecnologizado de hoy. La arena, las muchedumbres, los cambios de clima y ahora hasta la sangre es representada en una dimensión ajena y el mérito de esta cinta es hacer de ella un todo identificable y sin costuras.
El resultado es un filme híbrido. Muchos todavía no se atreverían a hablar de una nueva épica pero ya viene anunciada en cada espectacular secuencia de combate en este acantilado al borde de un mar de fantasía y recubierto por ese enjambre de flechas que, como en la exaltada tradición, sólo oscurecerían el combate de los griegos. Una película épica efectiva hasta en sus momentos más íntimos, aquellos que se suceden en los predios de la política tras los bastidores de la acción donde se transa y sacrifica tanto como en la vanguardia del ejército. Tinte político con el que se ha querido ungir este espectáculo en el que los temerarios occidentales hacen frente, hasta sus últimas fuerzas, a unos persas sometidos por la corrupción y desmedida ambición de unos cuantos líderes. Similitudes o no con las versiones noticiosas divulgadas por otros no menos ambiciosos y corrompidos líderes, no desmerecen este espectáculo. Una gesta heroica que, con todas las libertades que se toma esta versión, todavía sigue apasionando a la humanidad sea como fuera que haya sucedido.
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