Shooter
Dir. Antoine Fuqua | 124 min. | EE.UU.
Intérpretes: Mark Wahlberg (Bob Lee Swagger), Michael Peña (Nick Memphis), Danny Glover (Colonel Isaac Johnson), Kate Mara (Sarah Fenn), Elias Koteas (Jack Payne), Rhona Mitra ( Alourdes Galindo)
Estreno en Perú: 5 de abril de 2007
El tirador del título ya no es uno de los decididos snipers que han puesto sus habilidades al servicio de la gran nación. Ahora corre como un renegado tras la frustración por un gobierno que socavó sus convicciones. Casi como extensión de su personaje en The Departed, Mark Walhberg vuelve al llamado de la conciencia patriótica sólo para ser testigo nuevamente de la podredumbre de su sistema, al cual evade con su pericia de largo alcance. Film que se trepa a la moda anticonservadora más por oportunismo que por convicción, pues estos gritos (también lanzados a larga distancia) ya no tienen la misma validez con Bush casi en plena retirada. Un film de correrías a lo Richard Kimble que tal vez sin altisonantes mensajes hubiese sido mucho más agradable.
Resulta curioso observar la manera en que se ha concebido este film de intenciones primordialmente comerciales. Walhberg interpreta a Bob Lee Swagger un maestro de la puntería que se da cara con las oscuras maniobras de su mando durante una trágica misión en África. Motivo común en los thrillers, es cierto, pero que al menos nos dejan otear una película entretenida y de ciertas tensiones. Nos hace recordar en un primer momento aquellos viajes de James Bond y hasta Rambo que son sólo un prologo, una obertura para que el musical de explosiones vayan calentando posibilidades mayores. Como aquellos, Bob también es un cumplido servidor, pero que acorde a estos momentos y a sus acentuadas proclamas liberales, se verá rápidamente desengañado y convertido en un ermitaño en las inhóspitas alturas lejos del bullicio tecnológico y las convulsiones políticas. Pero como el lado sensible le gana, acepta cumplir una nueva misión en salvaguarda de su jefe de estado para terminar convirtiéndose en un paria por la propia causa que defendió.
No hay que esperar esfuerzos de originalidad en historias como estas de falsos culpables e intrigas de este corte. Lo divertido es encontrarnos con la aventura teñida de un tinte hasta podría decirse denunciatorio. El fugitivo Bob Lee acusado de magnicidio sigue camino similar al de un Lee Harvey Oswald en busca de reivindicación, y de pasada, salvar el pescuezo y descubrir las oscuras manos detrás de todo el aquelarre, revelando una identidad sin reparos: un inescrupuloso senador que no deja de lanzar obvias parrafadas que parecen escritas por Michael Moore dando clases sobre los manejos de la verdadera política gubernamental. Así mismo, la cacería se torna en un juego donde todos los agentes de temer son sometidos uno tras otro, tomando por modelo a los que enfrentaba Mackulay Culkin en Home Alone pero multiplicados en las cantidades que hacían la diversión de John Rambo.
Como este enemigo del estado es apenas un denunciador de las injusticias, surgen en su apoyo otros aliados que despiertan del letargo (como los cosechados durmientes de The Matrix). Con ellos, el buen Bob amplifica su guerra personal que hace temblar no sólo a todo el que se le acerque, sino también hasta a la poca verosimilitud que todavía le queda a la historia (si es que cabe la posibilidad en estos ociosos guiones). Y de parte de los villanos tampoco encontramos siquiera algo de ese exhibicionismo actoral que por ahí podría salvar por momentos el show. Danny Glover o el resucitado de vez en cuando Ned Beatty prefieren mantenerse en línea con la tibieza de la narración seca y funcional en el nivel más primarioso, a pesar de los recursos. Tal vez solo Elias Koteas se atreva a lucir un poco de ese aire fanático que le viéramos antes y mejor en Crash de Cronenberg o en las películas de Atom Egoyan, pero reducido acá a la categoría de malo de relleno.
Recordando las privadas guerras del personaje de Stallone podemos encontrar por ahí tal grado de fantasía que al menos hacían digerible el show a pesar de sus arengas políticas. El caso de Shooter es el de un film tan plano narrativamente como impostado en sus manifestaciones proliberales. Y ello nos lleva hasta el disforzado final en la que tras ser nuevamente decepcionado por el aparato legal, nuestro héroe de turno se hace justicia por su propia cuenta como anunciando que a veces es bueno saltarse la línea impuesta por consenso si es que el fin justifica los medios. Y en este caso no hay disculpas para los responsables ni siquiera su inmunidad parlamentaria. No menos reaccionario que sus odiados perseguidores resultó el tirador, aunque consecuente con toda la falsedad ideológica que nos exhibe el film y que desde el comienzo está explícito. Basta recordar sino que este director Antoine Fuqua estuvo a cargo de un bodrio panfletario de la invasión a Irak titulado Tears of the Sun, ahora es el turno de hacer su película en contra sólo por que otras lo hacen. Que divertido hubiese sido ver esta película como complemento de Farenheit/911, a lo mejor hubiera conseguido ese “tiro de gracia” que faltó para evitar la reelección del anticristo antes salvador como el mismo Bob Lee.
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