Esta semana, Apocalypto, la historia maya de Mel Gibson, y otros filmes sobre el pasado, han sido revisadas por la crítica peruana en los principales diarios. Apocalypto no convence a ninguno en particular, a pesar de encontrarle algunos logros:
Alberto Servat en su nota de El Comercio se expresa así de la cinta:
«Apocalypto» es de esas películas que nos producen sentimientos encontrados debido a su apariencia y al trasfondo que encierra. Sus méritos están en encontrar un ritmo apropiado para no cansar y hacer creíble lo que vemos en la pantalla. Todo lo demás es un cúmulo de clichés, de manera que la travesía del héroe, por entretenida que pueda resultar, no es más que un refrito.
En contrapeso, Enrique Silva, en Correo, destaca el ritmo y ambientación de Apocalypto:
Gibson se lanza a contar una historia siempre con pretensiones de gran cineasta, pero con el mejor pulso posible y aprovechando al máximo las locaciones naturales a su alcance. Lo que prima es la urgencia de plasmar en pantalla una violenta crónica de supervivencia, al mismo tiempo que exponer la crisis de una civilización en fase de extinción.
Pero Alonso Izaguirre, de peru21, encuentra de lo más convencional a esta película:
Apocalypto no es sino una simple historia de persecución con pretensiones místicas ambientada en la época de los mayas, en donde el idioma vernacular y los escenarios cumplen la función de adornos. (…) Depredador dura menos y es más entretenida que este Apocalypto demasiado cargado de los afanes trascendentales de un Gibson que no abandona su gusto por la sangre.
Comentando 300, otra película sobre historias de civilizaciones antiguas y sangre, Federico
de Cárdenas, se despacha contra la cinta, en su sección de Domingo de La Republica:
[300] pierde la formidable dinámica de los trazos de Miller y se convierte en una serie de tableaux vivants que hace recordar algunos peplum tempranos de Cecil B. De Mille (la primera versión de Los 10 mandamientos, Las cruzadas, Cleopatra) por su tendencia a la compostura marmórea e hipertrofia. A fuerza de ser fiel al espíritu de Miller, Snyder ha inyectado tantos anabólicos a la forma que la ha condenado al ridículo más depurado.
Por último, en Somos, Sebastián Pimentel, escribe sobre El Perfume, obra que también se ubica en el pasado, el siglo XVIII:
A pesar del cuidado en los detalles y en la puesta en escena, las buenas actuaciones y la narración galopante que no da respiro -en lo que Tykwer se ha especializado-, algo falta en El perfume. El resultado es correcto, divertido, sensual, muy profesinoal, pero algo superficial. Aun así, este no deja de ser un buen filme, quizás el más logrado en la carrera de su director.
Deja una respuesta