High Noon
Dir. Fred Zinnemann | 85 min. | EE.UU.
Intérpretes:
Gary Cooper (sheriff Will Kane), Grace Kelly (Amy Fowler Kane),Thomas Mitchell (Alcalde Jonas Henderson), Lloyd Bridges (Harvey Pell), Katy Jurado (Helen Ramírez), Otto Kruger (Percy Mettrick), Lon Chaney Jr. (Martin Howe), Harry Morgan (Sam Fuller), Harry Shannon (Cooper), Lee Van Cleef (Jack Colby), Robert J. Wilke (Jim Pierce), Sheb Wooley (Ben Miller)
Celebrando el centenario de nacimiento de Fred Zinnemann reseñamos, A la hora señalada, un clásico y obra maestra también. Zinnemann demostró que la apuesta de narrar toda una película en tiempo real, aplicada previamente por Alfred Hitchcock en La soga, también se podía hacer en uno de los géneros más arquetípicos, el western. Will Kane (Gary Cooper) un veterano sheriff que, en el día de su matrimonio y en vísperas de jubilarse, se reencontrará en el pueblo con un forajido y su banda que él mismo encarceló y que busca venganza.
Buceando un poco en la memoria cinéfila, evoco gratamente High Noon. Fred Zinnemann demostró que la apuesta de narrar toda una película en tiempo real, aplicada previamente por Alfred Hitchcock en La soga (1948), también se podía hacer en uno de los géneros más arquetípicos, el western, un marco dramático que, desde antes de los experimentos mayores de Sergio Leone y Sam Peckinpah, siempre jugó con un ritmo oscilante, entre la calma embustera, la inminencia del enfrentamiento y la plástica del tiroteo en sí, limitado a un pequeño espacio en el que casi no hay cómo librarse de un balazo y donde cada instante, cada caída, cada muerte, alimenta el clímax narrativo. A diferencia de La soga, A la hora señalada no traza un único gran plano secuencia interrumpido imperceptiblemente por los cambios de rollos. Zinnemann corta y corta, pero igualmente los ochenta y cinco minutos del metraje equivalen al tiempo de acción narrado. Aunque El arca rusa se parece un poco más a La soga, en medio de sus grandes diferencias, los admiradores de la proeza de Alexander Sokurov deberían conocer esta obra mínimamente semejante.
A la hora señalada es un clásico y, según recuerdo, una obra maestra también. En Hollywood a veces hay que esperar el otoño de los divos para que ofrezcan lo mejor: posee una de las mejores actuaciones de Gary Cooper, premiada con el Oscar en 1952, cuando ya irrumpía la generación del Actor’s Studio y estrellas como él empezaban a envejecer más allá de la edad. Interpreta a Will Kane, un veterano sheriff que, en el día de su matrimonio y en vísperas de jubilarse, se reencontrará en el pueblo con un forajido y su banda que él mismo encarceló y que busca venganza.
Entonces Zinnemann trabaja sobre la épica personal de Cooper, un actor muy fiel a sí mismo que desde sus roles de juventud personificó al héroe valeroso, patriótico y solitario (Adiós a las armas, de Frank Borzage; El sargento York, de Howard Hawks; Meet John Doe, de Frank Capra), y que paulatinamente añadió a su perfil un matiz de inconformidad y amargura, que ya es explícito en El manantial (King Vidor, 1949). En High Noon, por más correcta y necesaria que sea su postura de enfrentar a los forajidos, nadie quiere ayudar a Kane, ni siquiera su esposa (Grace Kelly), una cuáquera que rechaza la violencia. El transcurrir de los minutos, con un notable manejo del suspenso, va acercándolo de modo inexorable a un enfrentamiento desigual y probablemente mortal. Kane/Cooper se inmola y vence, en una tradición muy hollywoodense, la del individuo sobredotado para imponer el orden o hacer justicia que abandona la comodidad personal, no sin disgusto, por la convicción de cumplir con el deber, una línea de representación agreste y punitiva del universo norteamericano que alcanza casos disímiles, de antihéroes incluso, como el pistolero retirado ‘Bill’ Munny (Clint Eastwood) en Los imperdonables, el policía jubilado Jerry Black (Jack Nicholson) en La promesa, y hasta el mucho más joven Bob Lee Swagger (Mark Whalberg), el militar exiliado de Tirador, por poner sólo unos ejemplos frescos en la memoria.
Vienés afincado en Hollywood como Billy Wilder y Erich Von Stroheim, Zinnemann luce un cariz bastante político, dominado por fuertes individualidades, personajes a menudo destacados que participan en arduos contextos y que terminan definiéndolos en escenarios límite. Acaso reflejaba la pertinaz independencia que tuvo a lo largo de su filmografía, que incluye un retrato de Santo Tomás Moro en A Man for All Seasons , las vivencias de un grupo de soldados norteamericanos en los días de Pearl Harbour en De aquí a la eternidad, la discapacidad de un ex soldado (el debut fílmico de Marlon Brando, nada menos) en The Men, un cuadro feminista con telón bélico en Julia, y un largo etcétera, siempre con grandes intérpretes que encontraban en sus historias y caracteres una notable oportunidad de lucimiento, sin opacar jamás el contenido.
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