Estaba particularmente molesto. Tenía a Yann Tiersen a pocos metros tocando para el público del BAFICI y los guardias de seguridad no me dejaban ingresar al local, haciéndome sentir bastante impotente y con mi credencial de prensa colgada que tal vez, para ellos, era invisible.
Lo bueno fue que, luego de unos minutos y ya dentro del Harrods, encuentro a Juan Daniel con una cámara de aspecto muy profesional a escasos centimetros de Tiersen y banda, sentado en el escenario registrando en video todo el concierto.
Y aunque el artista ha trabajado en otros importantes filmes, como La vida soñada de los ángeles y Good bye, Lenin! , el gran público no puede dejar de asociarlo con aquella hermosa cinta llamada Amelie, película que lo puso en ojos de todos y le regaló una fama que él jamás buscó ni celebró.
Tiersen acaba de terminar el concierto de presentación de On tour, un disco que lo aleja de la melodía e instrumentación tradicional para acercarlo más a un desenfranado indie noise rock que hace que los miles de argentinos que lo están viendo tiemblen.
Luego de unos minutos, baja del tabladillo y camina a escasos centimetros de donde ando parado. Caigo en cuenta que el sector trasero del escenario es una zona VIP en la que, obviamente, me encuentro por error. Pasan dos minutos y Tiersen regresa con un acordeón. Espera que el enorme grupo de jóvenes guarde silencio y empieza a regalarnos las notas iniciales del tema principal de Amelie. En eso, esa melodía se transforma en un ruidoso rock que, seguramente, hace que el gran de muchachos apiñados como sardinas se pregunten lo mismo: ¿que sería de Amelie sin la música de Yann Tiersen?
Mientras camino a casa, me pregunto -más bien- por qué todas las argentinas se parecen a la Srta. Poulain.
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