Hace una semana, publicamos las primeras impresiones del programa Días de Cine sobre las cintas presentes en el Festival de Cannes. A continuación glosamos los comentarios del amplio reportaje emitido anoche sábado por Televisión Española, que reflexiona sobre lo visto por el equipo del programa desplazado en la Croisette y encabezado por Antonio Gasset, y a menos de 24 horas de que se anuncie al ganador de la Palma de Oro.
Quentin Tarantino, cuyo cine es más predecible que un discurso del Papa, una vez más ha salido airoso en Cannes con Death Proof. Grupo de bellezas descaradas, desmembradas unas y vengadoras otras, cantinas, carreteras de Texas, coches estrellados, mucho tequila y bourbon, máquinas de música, estética de los 70, el cine de Russ Meyer, la desfachatez del porno, y un Kurt Russell genial como antiguo especialista del cine reciclado en sádico del asfalto. Para qué queremos más, parece decirnos el director:
“Una película tiene que atrapar a la audiencia, tiene que ser toda una experiencia cinematográfica, cuando estás sentado en un DVD o en una sala de cine las imágenes deberían meterse dentro de ti y no olvidarlas en un par de días porque fue un entretenimiento brutal. Yo quiero que la gente tenga esa experiencia cuando vea mis películas”
En Go go tales, de Abel Ferrara, un Willem Dafne, al que se le notan los años, necesita un milagro para salvar al club de striptease que lleva años regentando y que está al borde de la quiebra. Lo que ocurre en la pantalla no parece importarle mucho a él, ni siquiera a su director.
Los hermanos Joel y Ethan Coen, en cuyo haber tienen una Palma de Oro por Barton Fink, en esta edición decepcionaron a unos y encantaron a muchos con No country for old men, titubeante trabajo de rumbo incierto, donde falla la comicidad lograda en Fargo. Truculenta y sádica historia fronteriza, western contemporáneo lleno de altibajos, como la geografía en que se desarrolla, y por la que vemos pasar narcos, perdedores, sheriffs jubilados, un malo malísimo interpretado espléndidamente por Javier Bardem, y por encima de todo, un actor memorable, Tommy Lee Jones. Se recomienda la lectura de la novela de Cormac McCarthy en la que se basa la película.
Que la firma de Kim Ki Duk es muy reconocible en cada una de sus cintas -implique esto o no que resulten siempre de interés- es una verdad que vuelve a tomar cuerpo en Breath, su nuevo filme. El silencio vuelve a ser parte importante del cuidado lenguaje fílmico de este coreano que parece encontrar en los amores tortuosos un catalizador perfecto de su interés por la tendencia humana al desequilibrio.
“Creo que el lenguaje verbal no puede resolver todos los problemas, es más importante la risa o el llanto que expresan muchas cosas sobre el lado emocional de la condición humana, además permite a los espectadores interpretar de forma abierta porque si hubiera diálogos estos explicarían cosas que yo no quiero expresar”.
El norteamericano Gus Van Sant ha vuelto a triunfar con su último trabajo, Paranoid park el homicidio más o menos accidental de un vigilante por parte de un adolescente skater. Jóvenes más o menos tribales sobre una tabla con ruedas forman el soporte vital, ambiental y geográfico para una desnuda, exenta de dogmatismo y nada moralizante película sobre la adolescencia, tema recurrente en la filmografía de uno de los mejores cineastas contemporáneos. Super 8, 35 milímetros y soporte digital construyen la gramática de una de las mejores películas vistas en Cannes.
“Estuvimos considerando la posibilidad de adquirir metraje rodado por skaters reales para hacer la composición de texturas que buscábamos pero al final terminamos mostrando material rodado en ocho milímetros y en 35 rodado por nosotros mismos”.
Cuando uno se sumerge en una película de Béla Tarr, como The man from London, vienen a la mente términos tan elevados como metalenguaje, intertextual, extradiegético o postestructuralismo, aunque eso solo ocurre durante los primeros diez minutos. Luego uno no puede parar de preguntarse porqué demonios permanece en la sala mientras fuera la vida es algo más que un eterno plano secuencia.
Ulrich Seidl, el gran apóstol de la sordidez esteticista, tarda dos horas y media de interminables paseos por los lugares más deteriorados de Europa del Este, para contar con su Import/Export que entre los seres humanos no cabe más relación que la humillación más abyecta, protofascista ideario del que parece estar muy orgulloso.
Andrey Zvyagintsev, director de El retorno, vuelve con Izgnanie (The banishment), una película tan fácil de comprender como lo es pronunciar su título, que conquista desde el primer fotograma con una cuidada narrativa visual, pero luego abandona al espectador a su suerte en un entresijo de silencios eternos y tiempos muertos.
Magnus es un joven depresivo cuya infancia ha estado marcada por una extraña enfermedad que amenazaba su vida. Esto hace de él un adolescente sensible y autocompasivo que llena su vida reflexionando sobre la posibilidad de suicidarse. La auténtica estrella de la película es su padre, un desastre, drogadicto, putero y productor de películas porno, la versión stone de Homero Simpson. En su ópera prima, la directora Kadri Kousaar apunta alto con una película que alcanza la belleza desde el caos.
Tras la discutida Batalla en el cielo, Carlos Reygadas se embarca con Luz silenciosa en uno de los proyectos más suicidas de los últimos años, un remake del Ordet de Dreyer, y los resultados son óptimos: una de las películas más fascinantes del Festival. Así la explica el director mexicano:
“En esta película quería que hubiera casi ningún elemento accesorio que distrajera de lo esencial, del sufrimiento interior, de la historia, entonces la cámara está mucho más reposada y los planos son pocos, no hay música, y quería realmente que no hubiera ninguna distracción”.
Lo que algunos han criticado de Les chansons d’amour, a otros les ha parecido magnífico: su escasez de planos, su simplista puesta en escena, su realismo o la interpretación de Louis Garrel, hablan de la apuesta de su director, Christophe Honoré, por fórmulas sencillas pero efectivas en una cinta que resultó ser una bocanada de aire fresco sin más pretensiones que la de entretener, gloriosa motivación muchas veces subestimada.
Valeria Bruni-Tedeschi regaló a los espectadores con Le rêve de la nuit d’avant no solo una de las historias más divertidas del Festival, sino también al personaje más emblemático, una famosa actriz de teatro atrapada entre el síndrome de Peter Pan, su deseo no cumplido de ser madre y la locura del mudo del teatro. Virtuosa en el drama, desternillante en la comedia, la directora se gana rápidamente al público y no suelta su entusiasmo hasta la palabra fin.
El maestro Hou Hsiao Hsien rueda en Paris el magnífico viaje de un globo rojo protagonizado por una fabulosa Juliette Binoche. Cuento de hadas, reflexión sobre la omnipresencia de las imágenes en nuestro mundo actual y retrato de las dificultades de una mujer para establecer la distancia adecuada en su relación con su hijo y el entorno que le rodea, Le voyage du ballon rouge es una de esas obras maestras que el cineasta chino parece realizar con la naturalidad con la que otros respiran. Así la ve la actriz francesa:
“Representa lo invisible, un ángel, es la imaginación, algo que está contigo y aún así no está. Algo que buscas y no puedes alcanzar pero siempre está ahí. De alguna manera representa el misterio de la vida”.
Eran Kolirin, primerizo director israelí fue recompensado con una ovación de cerca de quince minutos por su Bikur hatizmoret (La visita de la banda). El accidentado viaje de una orquesta de música de la policía egipcia por tierras israelíes es la premisa de esta comedia, inusual por su elegante uso de un tempo cómico pausado. La película es un conseguido ejemplo de cómo moverse en el movedizo territorio de los sentimientos, incluso de lo sentimental, sin ser cursi o sonar a falso.
También de origen israelí es Thehilim, de Raphaël Nadjari, historia de la lucha por la supervivencia moral de una familia a la repentina desaparición del padre, narrada con un lenguaje espiritual, interesante y medido, entre cuyos puntos fuertes se encuentra la interpretación de Michael Moshonov, el hijo mayor, adolescente y completamente desorientado ante la ausencia paterna.
Que Persepolis esté sufriendo la persecución del gobierno de Irán, país del que es originaria la creadora del cómic en la que se basa la película y codirectora de la misma, Marjane Satrapi, es una clarificadora premisa para entender muchas cosas, incluso del filme. Queda comentar lo maravilloso de su estilo visual acorde con el cómic y el atractivo lenguaje de su animación, así como la belleza con la que se narra el crecimiento de su protagonista en relación a la evolución política de su país. Infancia en la caída del Sha y el triunfo de la revolución islámica, adolescencia solitaria en el exilio austriaco y encuentro con el nihilismo occidental, desesperado regreso a un país dominado por el fanatismo, y nuevo exilio europeo en su madurez.
Auf der anderen seite (Al otro lado) del turco germano Fatih Akin, cuyo palmarés cuenta con un Oso de Oro berlinés por Gegen die Wand (Contra la pared, 2004), tiene todos los elementos para que un cierto fanatismo visceral e ideológico se identifique con la historia. Pocos temas de la actualidad quedan fuera: Turquía y la Comunidad Europea, islamismo, choque generacional, prostitución, cultura, homosexualidad femenina, todo un compendio de los lugares comunes más o menos globalizados. Pero dicho esto, esta gran película sondea con lealtad y furioso valor en las dificultades de un mundo desdibujado, de familias rotas, quimeras aniquiladas y bloqueos afectivos.
Más favoritas y otras no tanto
Un grupo de quince críticos franceses de la prensa escrita que cubre Cannes ha lanzado una encuesta de sus películas preferidas. La mayoría se inclina por No Country for Old Men de los hermanos Coen, 4 Months, 3 Weeks and 2 Days de Christian Mungiu, Le schaphandre et le papillon de Julian Schnabel, y Alexandra de Alexander Sokurov.
Las menos favorecidas en el puntaje de la crítica gala son: Import/Export de Ulrich Seidl, Izgnanie de Andrey Zvyagintsev, Breath de Kim Ki Duk, y The man from London de Béla Tarr.
Del mismo modo, la revista española Fotogramas, quien ha estado cubriendo Cannes de manera ejemplar, hizo un breve sondeo a 26 participantes -entre periodistas, críticos y un realizador (el tailandés Raya Martin)- de lo que pudieron ver en la competición del Festival. La más votada fue Paranoid Park, de Gus Van Sant, seguida de la japonesa Mogari No Mori, de Naomi Kawase.
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