Pirates of the Caribbean: At World’s End
Dir. Gore Verbinski | 168 min. | EE.UU.
Intérpretes:
Johnny Depp (capitán Jack Sparrow), Orlando Bloom (Will Turner), Keira Knightley (Elizabeth Swann), Geoffrey Rush (capitán Barbossa), Bill Nighy (Davy Jones), Chow Yun Fat (capitán Sao Feng), Stellan Skarsgård (Bill Turner), Jack Davenport (James Norrington), Naomie Harris (Tia Dalma), Tom Hollander (Lord Cutler Beckett), Jonathan Pryce (gobernador Weatherby Swann)
Estreno en Perú: 24 de mayo de 2007
Llega la tercera entrega de las aventuras del famoso Jack Sparrow, rodeado por una corte de embusteros piratas, codiciosos marinos al servicio de la corona y seres mitológicos por doquier, todo un cóctel dispuesto para la delicia del público que pica el anzuelo sin reservas, razones tienen, pues la espectacularidad y armado digital abundan y tienen cierto mérito, lamentablemente no podemos decir lo mismo del endeble argumento.
En la segunda parte de la saga, habíamos dejado al primer pirata notoriamente amanerado de la historia del cine hundiéndose en el océano y alejándose de este mundo, así mismo asomaba nuevamente el rostro el capitán Barbossa (¿es que nadie se puede morir de verdad en estas películas?) además el temible Davy Jones literalmente perdía el corazón, que pasaba a manos del inescrupuloso Lord Beckett.
Ahora el desafío se centra en la supervivencia misma de los piratas, pues Jones y su Holandés Errante están diezmando los navíos corsarios, haciendo el trabajo sucio para Beckett, ante esto no queda otra que reunir a la antigua Hermandad de los Piratas, compuesta por nueve miembros. Sólo que para completar el grupo, se necesita la presencia del inextinguible Sparrow. Para este fin unen fuerzas Will Turner, Elizabeth Swann y el mismo Barbossa, apoyados por la bruja Dalma, ellos deben sustraer los planos de las manos del pirata chino Sao Feng en Singapur, con los que irán al fin del mundo para rescatar a Jack.
Más allá de la parafernalia que implica plasmar este argumento hay algunos plots secundarios que componen el conjunto y que se resuelven con poca suerte, extendiendo además el metraje hasta las casi tres horas: está el accidentado romance entre Will y Elizabeth, forzoso y falto de verismo, la vieja deuda de amor que tortura al cefalópodo Jones, y el ansia de Will por recuperar a su padre, cautivo en el Holandés Errante. Este abigarrado conjunto de historias se entremezclan sin cuajar bien, sumando momentos casi surrealistas (el confinamiento de Sparrow en el más allá), la previsible cuota de humor (como siempre las parejas Pintel-Ragetti y mono-loro ponen lo suyo) e incluso escenas en clave baja (el inicio con el ahorcamiento de decenas de piratas, la marcha de los muertos en lúgubres barcas)
Por el lado de los roles, destaca el personaje de Barbossa, con un Geoffrey Rush marcadamente teatral pero efectivo, como siempre Johnny Depp saca lustre de los tics y manías de su personaje, Bill Nighy tiene sus buenos momentos como Jones y el cameo mas esperado, el de Keith Richards cumple con las expectativas pero su presencia se extingue rápidamente. Por el lado de la pareja central, Orlando Bloom y Keira Knightley, el bajón es notorio, pues son los que menos se integran al conjunto y sobreactúan en cada escena, pero ese problema viene desde las primeras partes de la saga, y Chow Yun Fat no es más que una figura de comparsa. Tom Hollander si se apodera de la piel del maquiavélico Beckett, inglés hasta el tuétano, sin perder la compostura en ningún momento (incluída la escena de la caída del navío insignia, quizás la más impactante del film)
Los mayores méritos vienen por la construcción y acabado visual de algunas escenas. Así el viaje al fin del mundo (y el retorno) con el navío atravesando el ártico y luego la noche estrellada, seguidas de la desierta e infinita playa donde reposa su locura Sparrow, son estilizadas y logradas. Lo mismo el arribo a la fortaleza de los piratas y el conciliábulo posterior. Pero no hay mucho más, para mi, en este apartado, Peter Jackson y su trilogía de El señor de los anillos siguen siendo la valla alta que deben superar estas producciones que se resuelven más en las computadoras que en los sets de filmación.
En resumen estamos ante una cinta que estira por demás la cadena de sucesos, tratando de apabullar por cantidad más que por calidad -y eso que la historia en sí no deja de ser atractiva- no hallamos ningún sello personal o marca de director, se trata de un producto de mero entretenimiento que la dupla Bruckheimer-Verbinsky sabe manejar bien, apuntando certeramente a la taquilla, tanto que está cantado el siguiente capítulo de la serie. Que los mares engullan ese propósito.
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