Aprovechamos el estreno de su último film Inland Empire, para hacer un repaso de la original obra de David Lynch, cineasta norteamericano, a quien podríamos llamar con justicia el último gran surrealista.
David Lynch (Missoula, Montana – EE.UU., 1946) llegó al mundo del cine casi de casualidad, pues no era su intención ser un director de películas, ya que estudió bellas artes en escuelas de diversos lugares de Estados Unidos. Es recién en Pennsylvania, en la Academy of Fine Arts, durante 1966 cuando le llama la atención el cine y de manera experimental realiza algunos cortometrajes, uno de los cuales gana un premio en esta institución.
Incentivado por el galardón, continúa haciendo cortos, hasta que iniciando los setenta, decide abandonar la pintura y dedicarse completamente al arte cinematográfico, estudiando en el American Film Institute, entidad que le cede 10 mil dólares para su siguiente proyecto, su primer largometraje, Eraserhead que empezaría en 1971, pero que no terminaría hasta 1977 debido a que se quedó sin presupuesto y para acabarla tuvo que recurrir a varios préstamos de amigos.
Ya en esta primera película se encontraban varios de los elementos que tiene su cine actual: argumento desconcertante y difícil de seguir, atmósferas oníricas, imaginería surrealista. Consciente de que un filme así sería difícil para el público no se esforzó por venderlo, pero un distribuidor independiente lo compró y lo proyectó en salas aisladas, en funciones de medianoche obteniendo un éxito inusitado, especialmente de crítica y convirtiendo a esta película en un film de culto, por lo cual es muy difícil de conseguir y en nuestro país se ha estrenado sólo en cine clubes.
Fama
Pasarían tres años para que Lynch hiciera su segundo largo. Gracias a su agente, el productor, director y actor cómico Mel Brooks lo contrató para que se hiciera cargo de The Elephant Man (El hombre elefante), cinta que narra la complicada vida de Joseph Merrick, un ser víctima de horribles deformaciones que existió realmente en la Inglaterra victoriana.
Esta fue la primera película de Lynch que llegó al Perú y fue un gran éxito de público y crítica, e incluso le permitió al director llevarse su primera nominación al Oscar, pero quien la vio y no vio Eraserhead podría formarse una idea equivocada del estilo del director, pues The Elephant Man está filmada más como una cinta de género, que como una obra personal, permitiéndose el director mostrar sólo algunos de sus elementos perturbadores y extraños en contadas escenas.
El gran éxito de esta película le permitió conseguir un contrato exclusivo con el productor Dino de Laurentiis para filmar dos películas, una de ellas fue Duna (1984), que lamentablemente fue un gran fracaso, pero la otra Blue Velvet (1986), en la que se le permitió tener el control total, le permitió de nuevo tener la rara coincidencia de gustarle a la crítica y al gran público.
Es en esta película, donde Lynch desarrollaría uno de sus temas que luego se volverían recurrentes: el mostrar los dos lados de universos superpuestos, uno en el que aparentemente todo es luz y felicidad y otro debajo de él, bizarro, oscuro y absolutamente corrupto. De vez en cuando elementos de este submundo emergen a perturbar la paz del mundo perfecto.
Lynch muestra este planteamiento a través de varios recursos geniales desde la primera escena, en la que un joven llega a un alegre pueblo norteamericano y camino por un paisaje lleno de luz, se encuentra una oreja humana, mostrada a través de un exhaustivo plano detalle.
Otro elemento que maneja muy bien el realizador es la música y no sólo la incidental creada por su fiel colaborador Angelo Badamenti (después de esta película ya no lo abandonaría), sino también por el reciclado de temas de los años 60 como el mencionado «Blue Velvet» de Bobby Vinton e «In Dreams» de Roy Orbison, que en esta película son acompañados de imágenes peculiarmente perturbadoras (como la fonomímica que interpreta un travestido Dean Stockwell) que las hacen una experiencia inédita.
Resurgir
Después sin un tiempo sin conseguir productor, el realizador consiguió ayuda para llevar al cine la novela de Barry Gilford Wild at Heart (Corazón salvaje), una especie road movie llena de elementos surrealistas, que le permite consolidar su prestigio al ganar la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1991, sin embargo la película no fue el éxito de público que se esperaba.
Tras diversos proyectos teatrales y documentales, Lynch regresa al cine de la mano de Barry Gilford, con quien escribe Lost Highway (Carretera perdida, 1997), una alucinante película, donde los elementos oníricos y surrealistas están más presentes que nunca y además están puestos allí para despistar al espectador, quien debe hacer un esfuerzo mental para descifrar el sentido de la narrativa de este filme.
En 1999 ocurre algo inaudito, Lynch se niega a sí mismo y realiza su filme más realista The Straight Story (traducida como «Una historia verdadera»), que narra el viaje de un anciano que recorre miles de kilómetros en una máquina podadora con la intención de reconciliarse con su hermano. La película está contada de manera sencilla, directa, sin mayores pretensiones y eso es justamente lo que la hace una obra maestra. A pesar de ser diametralmente opuesta al estilo de Lynch, no decepciona a sus seguidores y más bien le hace merecedor de muy buenas críticas.
Y entonces regresa al surrealismo habitual con Mulholland Drive, una película donde nada es lo que parece: una aspirante a actriz sobrevive a un asesinato y recibe la ayuda de otra actriz. A medida que avanza la película y al igual que en Lost Highway, se rompe la linealidad de la narración y la película entra en una espiral de símbolos y guiños surrealistas, que la hacen muy difícil de entender, al menos con una sola visión. Sin embargo una vez que se completa el ejercicio resulta fascinante. Nuevamente emplea aquí una canción de Roy Orbison (“Crying»), esta vez en español por una artista mexicana, cantada en circunstancias muy inquietantes y desconcertantes.
A pesar de su dificultad la cinta obtuvo gran éxito de público y se llevo el premio al mejor director en la edición 2001 del Festival de Cannes.
Inland Empire
Ahora su nueva aventura se llama INLAND EMPIRE (con mayúsculas), película que empezó como un corto en el que quería experimentar con el video digital, pero que luego se convirtió en un largometraje de tres horas, que narra los problemas de una actriz que está haciendo un remake sobre una película que no se terminó porque sus protagonistas murieron en extrañas circunstancias.
La película acaba de estrenarse en Estados Unidos con buenas críticas y esperemos que llegue a nuestro país. El crítico peruano Isaac León Frías tuvo la oportunidad de verla en un festival de cine en México y ha dicho de ella “genéricamente, el filme lleva al extremo la «confusión» temporal de Lost Highway y Mulholland Drive en una suerte de sostenuto que admite algunas variaciones argumentales sin que se pierda el tono, la atmósfera enrarecida y esa profunda sensación de misterio que atraviesa las tres horas de duración”.
Lynch está pues en plena forma, y goza en estos momentos de los favores del público y de la crítica, rara suerte para un cineasta que ha hecho del surrealismo el género en el que se enmarcan la mayoría de sus películas, un camino por el cual pocos se atreven a transitar y de los que se atreven, nadie ha logrado el suceso de este visionario realizador, que tiene un lugar reservado en la historia del cine.
Deja una respuesta