Nada lo pone a uno más contento que recibir buenas noticias acerca de un buen amigo, y creo que todos los que amamos apasionadamente el cine de Woody Allen tenemos la tendencia -equivocada o no, a quién le importa- de considerarlo nuestro compañero.
Y es que la semana pasada el artista neoyorquino recibió, de manos de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) de Barcelona, la investidura como doctor Honoris Causa, por ser «una de las figuras capitales no sólo del cine, sino de la cultura contemporánea en su conjunto«.
En una sobria ceremonia, que coincidió con la llegada de Allen para el rodaje de su primera cinta en España, el director se echó un bonito discurso, en el que anotó lo extraño que es recibir esta condecoración cuando, en realidad, jamás se graduó de nada y, peor aún, fue echado de la universidad. Pero más divertido es escucharlo del propio Woody.
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