Dir. Richard Linklater | 116 min. | EEUU – Inglaterra
Intérpretes:
Wilmer Valderrama (Raul),
Catalina Sandino Moreno (Sylvia),
Ana Claudia Talancón (Coco),
Juan Carlos Serrán (Esteban),
Armando Hernández (Roberto),
Greg Kinnear (Don Anderson),
Frank Ertl (Jack),
Michael D. Conway (Phil),
Mitch Baker (Dave),
Ellar Salmon (Jay)
Estreno en España: 13 de Julio de 2007
El último y polémico trabajo de Richard Linklater, Fast Food Nation, viene con un aspecto sangrante y hedor de cloaca. Usando una narración tranquila, sin tremendismos, ni sensacionalismos, el director tejano nada en muchos excrementos desde el mismo comienzo: el mercado de inmigrantes mexicanos guiados como ganado; la caca que tiene que aguantar un medio honrado director de publicidad para no perder su puesto; las condiciones laborales deprimentes, tanto en los cadenas de venta, como en la gran planta cárnica; las mentiras del marketing y el uso de productos tóxicos en la elaboración de las hamburguesas; el maltrato animal con la única razón de mantener un sistema capitalista salido de madre. Un discurso lúcido, verdadero, donde lo artificial resulta tan claro y triste como las luces de neón de los restaurantes rápidos, y las respuestas automáticas recitadas, como un mantra, de los empleados abducidos.
Con sabor a barbacoa de laboratorio
Esa hamburguesa -mejor si es la supergrande-, que le están metiendo a usted y su familia con mucho amor y un marketing meticuloso, y que con gusto se van a zampar, tiene -perdone usted- mucha mierda por delante y por detrás. Y no lo digo solo en sentido figurado, también va de heces la cosa.
Esta cosa oscura de los grandes corporaciones de comida basura ha sido, no pocas veces, denunciada, tanto en el mundo literario con infinidad de ensayos como en el cine, donde recientemente tuvimos el privilegio de ver la peligrosa aventura del periodista Morgan Spurlock en Super Size Me, ¡clara muestra de lo que el mal rancho hace con tu cuerpo!
Llega ahora, en pleno ecuador del mes de julio, el estreno en las salas, con un aspecto más sangrante, del último y polémico trabajo, Fast Food Nation, del cineasta tejano de 47 años, Richard Linklater, reconocido por sus filmografía independiente -aunque un tanto irregular-, autor de las aquellas Antes del amanecer (1995) y la posterior Antes del atardecer (2004) ambas junto a su actor fetiche, Ethan Hawke. Resulta que este director tiene, también en cartel, otra propuesta crítica al sistema de su país que se aparece muy interesante, A scanner darkly, abordando, en este caso, la confusión entre la guerra del terror y la lucha contra las drogas. Pero volvamos a la que nos ocupa, que viene muy saturada de proteínas animales.
Me pregunto si la obsesión de la sociedad americana por la carne roja, hasta el punto de erigirse en reyes del exceso, quizá provenga del mercadeo de aquellos trashumantes vaqueros de ganado cruzando con sus reses las extensas e infinitas praderas americanas de punta a punta, lo que dio lugar a uno de los mayores negocios, el de la alimentación con base principal en la carne, creando con ello el plato country-tipical de la tierra, “la señora hamburguesa”, con la condición, sine qua non, de rodearla de patatas fritas. De ahí la transformación, con ayuda de la máquina, en una poderosa industria para producir más, engullir cada vez más, fabricando una rueda sin escapatoria posible, cuya máxima se centra en el vamos a más: más cantidad, más grande, más cadenas, más marketing, más engaño, más producción, más plantas cortadoras y mataderos, más reses, más personal, menos condiciones laborales.
Cinta basada en un best seller de Eric Scholsser, “Fast food: el lado oscuro de la comida rápida”, que a su vez tomó como modelo una exitosa novela de principios del siglo XX, “The jungle” de Upton Sinclair, que denunciaba las deplorables condiciones (higiénico-sanitarias y laborales) de los inmigrantes en las plantas empacadoras de carne.
No parece que un siglo después las cosas estén mucho mejor que entonces, si acaso lo parecen de cara a la galería de las inspecciones reglamentarias. Los inmigrantes son hoy hispanos, con la lotería de ser elegidos -un día sí y otro también- para perder algún miembro entre la maquinaria cortadora y trituradora de la industria cárnica. ¡Cosas de la globalización!, como afirma un Bruce Willis en estado de gracia: lo que ganan un día en la planta, equivale al sueldo de un mes en su país. Estos trabajadores aceptarán lo que les echen, se dejaran pisotear y literalmente dar por culo en la Norteamérica de la prosperidad.
Linklater ha elegido hacer una película denuncia que sabía iba a traer cola, especialmente por la McCompany que, sintiéndose aludida, ha intentado evitar el estreno de la película, dando con ello mucha, y siempre, bienvenida publicidad gratuita a la cinta. Usando una narración tranquila, (¿se imaginan a Michael Moore acometiendo el tema?), sin tremendismos, (exceptuando el pase final de la liquidación de las vacas) ni sensacionalismos (en algunas escenas da la impresión que las pilas van perdiendo fuelle), el director tejano nada en muchos excrementos desde el mismo comienzo: el mercado de inmigrantes mexicanos, o espaldas mojadas, guiados como ganado; la caca que tiene que aguantar un medio honrado director de publicidad para no perder su puesto, y su casa; las condiciones laborales deprimentes, tanto en los cadenas de venta, como en la gran planta cárnica; las mentiras del marketing y el uso de productos tóxicos en la elaboración de las hamburguesas; el maltrato animal con la única razón de mantener un sistema capitalista salido de madre, que acabará explotando tarde o temprano, aunque nosotros no lo veamos, pero casi; el resurgimiento de universitarios pensantes que se auto interrogan más de lo que conviene a la máquina; en fin, queridos espectadores, un discurso lúcido, verdadero, donde lo artificial resulta tan claro y triste como las luces de neón de los restaurantes rápidos, y las respuestas automáticas recitadas, como un mantra, de los empleados abducidos.
Con una música que hace notar su presencia especialmente en la escena del matadero, el resto es puro fondo de relleno, Fast Food Nation es un baúl de actuaciones cameo de conocidos artistas del celuloide: Kris Kristofferson, Ethan Hawke, Greg Kinnear (aquí vuelve a encontrar a Paul Dano, su callado hijo adolescente en Pequeña Miss Shunshine), Luis Guzmán, Patricia Arquette, la cantante Avril Lavigne , y un largo plantel de actores, contando cada uno su historia y lugar en este sistema.
Estoy segura que esta cinta contribuirá un poco más a pensarse eso de acudir alegremente a las grandes cadenas de comida basura, y tal vez optar más por las ensaladas. El problema está en lo denunciable que éstas tienen, pero esa es otra historia y esperamos su película.
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