Al mediodía de ayer se realizó -dentro de la sección Diálogo con cineastas- la conversación con Antonio Eguino, director de la película boliviana Los Andes no creen en Dios, que participa en la Sección Oficial del Festival limeño. Junto con el director boliviano estuvo la peruana Martha Méndez, directora artística de la cinta. Se extrañó la presencia del actor principal del film, Diego Bertie, que no llegó al conversatorio.
Los críticos Natalia Ames y Enrique Silva acompañaron la conversación que se basó principalmente en la estética del film, la adaptación histórica de la obra, la dificultad de hacer producciones de época en los países latinoamericanos y en la nueva visión del cine boliviano a partir del gobierno de Evo Morales.
Sobre el aspecto histórico, la obra está basada en cuentos del escritor Adolfo Costa Du Rels, se ubica en los años 20 y 40 con la fiebre del oro en el país altiplánico, la cual genera que dos realidades convivan a partir de dicho auge: la clase rica y acomodada y la clase obrera, a quienes el director rinde homenaje: «a hombres y mujeres que dedicaron su vida, pasiones y generaciones integras a la actividad minera».
Eguino recrea con cierta licencia creativa, los dos cuentos en que basa su historia: La Misqui Simi (Labios dulces) y Los Andes no creen en Dios (que luego se convertirá en la novela que da nombre al film); y le da vida al narrador dentro de la historia convirtiéndolo en el personaje principal, que es interpretado por Diego Bertie, quien ya era conocido en Bolivia -y por eso su participación en esta obra- debido a su trabajo anterior en la película El Atraco de Paolo Agassi (que también pudimos apreciar en un festival anterior).
Sobre la estética del film, Martha Méndez realizó un trabajo detallado de la puesta en escena creando desde cero todas las locaciones interiores asi como consiguiendo el vestuario, los muebles, dos locomotoras completas de los años 1907 y 1922, y todos los demás implementos para recrear, con acierto y de acuerdo a las investigaciones realizadas, el pueblo minero de Uyuni donde la historia se realiza. Este aspecto es la razón principal para que la película sea considerada una mega producción, la película más cara de la historia de Bolivia, con un presupuesto de medio millón de dólares, financiado por entidades como el Consejo Nacional de Cine de Bolivia (CONACINE), el Fondo Ibermedia y la empresa privada boliviana, junto con los ahorros de Eguino que, en palabras del director, «serán pagados varias generaciones después».
Sobre la visión comprometida de su cine, hay que decir que el director tiene en su haber títulos como Amargo Mar (sobre el conflicto con Chile) y Chuquiago (historias sociales en la ciudad de La Paz), además perteneció al Grupo Ukamau, donde comparte ideas con Jorge Sanjinés y participó como director de fotografía de sus filmes. Eguino afirma que su último filme está comprometido políticamente, dice que el suyo es un cine que reflexiona sobre la realidad social en un territorio marcado por los contrastes; los andes cobijan grandes desigualdades que nos hacen preguntar si Dios existe.
Sobre la nueva etapa de Bolivia, con Evo Morales a la cabeza, la visión de Eguino no es muy alentadora, ya en su propio país lo han llamado como «el director más pesimista de Bolivia», en este punto Eguino cree que en hay cineastas que han tomado una tendencia hacia el oportunismo. Claro ejemplo de ello lo tenemos en Cocalero, que circula también dentro del Festival limeño.
Más fotos del conversatorio en nuestra galería de Flickr.
Fotos: Sarita García Ortíz
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