Dir. Ana Katz | 85 min. | Argentina
Intérpretes:
Ana Katz (Inés)
Carlos Portaluppi (Germán)
Daniel Hendler (Miguel)
Catherine Biquard (Lorena)
Nicolas Tacconi (Pablo)
Arturo Goetz (padre)
Violeta Urtizberea (Tati)
Marcos Montes (Encargado de locutorio)
Festival de Lima: Sección Oficial Ficción
Estreno en Perú: 24 de enero de 2007
Emparentada más bien con el término de cine de autor, Ana Katz ha hecho lo que ya muchos quisieran a su edad. Ser no sólo la directora de su película sino también la actriz, guionista y productora. La película en clave drama no es otra cosa que el viaje interior de un personaje vacío. No es gratuito que el personaje principal lea «El extranjero» de Camus y que intente ya sea marcando, colgando y volviendo a marcar un teléfono, o coqueteando con un joven o cabalgando en la orilla o viendo una función de títeres o paseando por el bosque, encontrarle algún sentido a la vida.
En cualquier lugar del mundo las relaciones de pareja siempre serán tema complejo. Una novia errante, segunda película de la argentina Ana Katz, es una confirmación de eso: de la fragilidad del amor, lo endeble de sus lazos y de la enajenación que causa cualquier trastorno en aquella tensa calma, llamada amor.
La película comienza con el conflicto. Inés y su novio Miguel (Daniel Hendler) discuten en el bus que los lleva hacia lo que deberían ser unas vacaciones de relajo. Desde el momento que Inés (Ana Katz) abandona la carretera y, con ella a Miguel, su vida pierde el rumbo. Empecinada en seguir con las vacaciones programadas se instala en Mar de las Pampas, una especie de paraíso argentino con mar y bosque, en el que el tiempo parece discurrir más lento y donde sus personajes parecen ser todos tristes exiliados de algún lugar.
En ese sitio Inés intenta recomponer su vida, trastocada por la ruptura con Miguel. De la esperanza pasa a la desesperación, y de la súplica a la aceptación. Del locutorio, desde donde llama abatida esperando una respuesta de Miguel, pasa a una fiesta del pueblo en donde a coro canta una canción popular y del vacío ante la evidencia de la realidad a la supuesta felicidad del mar, donde todo se sana, donde todo se olvida.
La película en clave drama no es otra cosa que el viaje interior de un personaje vacío. No es gratuito que el personaje principal lea «El extranjero» de Camus y que intente ya sea marcando, colgando y volviendo a marcar un teléfono, o coqueteando con un joven o cabalgando en la orilla o viendo una función de títeres o paseando por el bosque, encontrarle algún sentido a la vida. La triste constatación de que nada cambia repentinamente es quizá la verdad más dolorosa.
Emparentada más bien con el término de cine de autor, Katz ha hecho lo que ya muchos quisieran a su edad. Ser no sólo la directora de su película sino también la actriz, guionista y productora. En ese sentido no sorprende su impecable actuación ni los paralelismos nada forzados con directores de la talla de Fellini o de Rohmer. Y sobre todo de este último a quien parece rendirle homenaje.
Una novia errante se convierte en la relectura de nuestros tiempos de una película tan bella como lo es El rayo verde. Y ahí está la chica sola intentando encontrar algo, y ahí está el mar como elemento catalizador y el color, en este caso amarillo, aquel color para lo perdurable como dice un personaje.
Esta película es para quienes han sufrido llamando, para quienes han colgado avergonzados, para quienes han llamado una y mil veces esperando respuesta y también para aquellos que han descolgado. Pero también la afirmación de una notable directora, actriz y guionista. Y el homenaje perfecto para personajes tan dispares –aparentemente- como Roberto Bolaño, Eric Rohmer y Albert Camus.
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