La muestra Primera piel empezó ayer en el cineclub Mal de ojo de la Universidad César Vallejo, en Los Olivos, con el filme francés Ponette, retrato de una infancia solitaria que erige su propia visión del mundo, el cual pasamos a comentar.
Ponette (1996) | 97 min. | Francia
Dir. Jacques Doillon
Elenco: Victorie Thivilsol, Delphine Schiltz, Matiaz Bureau Canton
Sobreviviente del error, del absurdo, de lo incomprensible e inaceptable, Ponette permanece en una especie de contorno, en una frontera entre el luto y la sabiduría precoz. Con un brazo enyesado y huérfana repentinamente de madre, por un infausto y brumoso accidente automovilístico, también parece estarlo del padre. El francés Jacques Doillon elabora una sutil construcción de finos contrastes, en la que los infantes aparecen como los seres más maduros, atentos y sensibles, y los adultos cruzan defectos y carencias. Respecto a la difunta, mostrando incapacidad e inconsciencia frente al peligro, y en el caso del sujeto pedestre y ausente que funge de padre, contrapone la mayor lejanía y distancia posible del mundo lúdico, emotivo y fantástico de la niña de cuatro años. Así, la infancia y la adultez están desconectadas, salvo que se apele a la quimera que desafía a la muerte y la convierte más bien en compañía.
Ponette es un filme delicado, con una puesta en escena que envuelve imperceptiblemente al espectador y el protagonismo absoluto de una pequeña actriz inspiradísima, Victoire Thivisol, capaz de sostener pulcros diálogos sobre la muerte y prematuros devaneos con un niño de su edad. Thivisol aporta significativamente con su ambivalente presencia, frágil y enérgica a la vez, al clima de oscilación anímica y espiritual que Doillon construye en un lapso de tiempo bastante breve y en locaciones muy delimitadas. Es una notable película, que hacia el final recoge una mirada oblicua, pero precisa de la niña, que busca ser feliz, segura de sus sentimientos y emociones.
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