Como parte del lanzamiento de su última película, Una sombra al frente, el experimentado director Augusto Tamayo fue entrevistado por La República. En la conversación Tamayo se refiere poco o nada a la película que estrena mañana, y dedica su atención a temas como la profesión cinematográfica en nuestro medio:
–¿Y de qué vive un cineasta?
–No de hacer cine, sino de hacer muchas otras cosas.–Usted, por ejemplo…
–Yo vivo de dar clases en dos universidades, de filmar documentales de todo tipo para los cuales encuentro financiamiento o me contratan. También estoy en publicidad y antes en televisión.–¿Alguien puede vivir del cine en el Perú?
–Nadie. Eso es una desventaja, pero tiene un lado positivo: uno puede hacer lo que quiera sin que le interese la opinión de alguien más. Disfruto hacer cine porque, aun solo cumpliendo con ciertos requisitos de financistas, uno tiene el derecho de hacer lo que desea.–Por eso usted se da el lujo de hacer cine de época…
–Es el cine que me provoca hacer. Yo no hago cine para ver qué opinión tienen de mi película el día del estreno. Eso sería absurdo.–¿Y cómo convence a los actores para que lo acompañen?
–No ofrezco mucho dinero y a algunos un sueldo que demoro en pagar. Espero sean comprensivos.
Luego se refiere a tópicos como la comunidad cinematográfica en el Perú y en particular a la crítica especializada, con la que marca distancia:
¿No siempre fue así?
–No. Antes el cine peruano era, a pesar de ciertas rivalidades, un gremio unido. Ahora es un territorio lleno de agresiones.–¿Cuánto se debe eso a que, por la modernidad, hoy es más fácil que alguien acceda a una cámara y se declare cineasta?
–Es verdad. No digo que no se dé ese proceso natural, pero sí es lamentable que sea tan áspero hoy.–Esa aspereza se da también en la crítica. De pronto surgió una nueva generación de críticos, a veces un tanto soberbios.
–Lo dice usted, no yo. Pero eso me parece algo circunscrito al ámbito cinematográfico. Si usted examina la crítica de literatura, de pintura o de música, esta es ponderada, sensata, sin apasionamiento.–No tiene la didáctica de la crítica de cine que se ejercía antes…
–Claro, esa que incentivaba y no solo adjetivaba. Hoy parece haber un desfogue visceral, sin afán orientador. Lamentablemente ya nadie se acuerda de, por ejemplo, Juan Bullita, un extraordinario crítico que me enseñó a ver cine de modo amable. ¿Por qué ser tan destructivo ante un objeto hecho por alguien con mucho esfuerzo?–Y nadie pide ser complaciente con el cine peruano…
–Claro. Porque uno puede comentar las deficiencias, pero sin tanta carga de arrogancia. Parecen ser críticos adolescentes, que no tienen serenidad ni ponderación pero les sobra intención de exacerbar los ánimos innecesariamente.–A propósito, ¿cómo cree que será recibida por la crítica su película ‘Una sombra al frente’?
–Frente al panorama descrito, ya no tengo la certeza de nada.
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