Buñuel revisitado por Tomás Eloy Martínez

A tono con estos días en los que estoy descubriendo a Luis Buñuel, a través de su imprescindible (ahora lo sé) libro de memorias, que continuaré con el visionado de sus películas gracias a los DVDs de la «colección Cinencuentro» (generosa donación de Lucho a la causa), sigo encontrando eventos y artículos relacionados con el cineasta español, casi como por obra de la casualidad o el azar, temas recurrentes además en las obras de Buñuel.

Hoy, día del censo dominguero, la cita que Gabriel hace de El ángel exterminador me roba una sonrisa al saberme parte de un evento, en efecto, surrealista. Y en El Comercio leo la columna que el escritor argentino Tomás Eloy Martínez le dedica al cine de Luis Buñuel, en particular a Él (1953), filme que ha vuelto a ver luego de 50 años. La anoto entonces para mi lista de «must see», aun más si el protagonista es un camarada, un fetichista de los pies:

La que prefiero entre todas es la más discreta y transgresora, «Él», acaso porque el personaje paranoico de don Francisco Galván, interpretado por un inolvidable Arturo de Córdova, se parece tanto al propio Buñuel que es casi un autorretrato.

He visto hace poco esa película en una de las resurrecciones milagrosas a las que nos están acostumbrando los DVD, y desde las primeras imágenes quise escribir sobre esa experiencia.

Buñuel era un fetichista de los pies, a los que convierte en objetos de seducción infalible. Don Francisco, un heredero devoto que es presentado en los sermones dominicales como ejemplo de piedad, se enamora en plena misa de los pies de Gloria, la novia de un amigo. Don Francisco se casa con ella y luego la atormenta con unos celos sin medida, que terminan arrastrándolo a la locura y a ella a la desesperación.

No olvidar que el próximo martes, «de éste al otro», es decir el 30 de octubre, en el ciclo «Cómo leer una película», Ricardo Bedoya diseccionará a su estilo El discreto encanto de la burguesía (1972). Ahí nos vemos.