Alexandra’s Project
Dir. Rolf de Heer | 103 min. | Australia
Intérpretes: Gary Sweet (Steve), Helen Buday (Alexandra), Bogdan Koca (Bill), Samantha Knigge (Emma), Jack Christie (Sam)
Estreno en Perú: 22 de noviembre de 2007
Curiosa película resulta ser esta producción australiana dirigida por el casi ignoto Rolf de Heer. Una pequeña historia de suspenso, con encierro y revelaciones. ¿Sus moldes? Los más notorios Hitchcock filtrado por Amenábar y Haneke por Hard Candy. La historia es reducida al extremo en este afán. Alexandra es un misterio total, silenciosa y muy observadora de su entorno, es el personaje que anuncia el más allá de un cuadro tan común y querido como el de la familia en el despertar de un nuevo día, día de trabajo, de escuela, de labores en casa. El inicial día cumpleaños (de gozo y felicidad) insinúa una más que soterrada tristeza a través de esa mujer que nos va a guiar durante toda la película.
Curiosa película resulta ser esta producción australiana dirigida por el casi ignoto Rolf de Heer. Una pequeña historia de suspenso, con encierro y revelaciones. ¿Sus moldes? Los más notorios Hitchcock filtrado por Amenábar y Haneke por Hard Candy. Se trata de un ejercicio que casi linda con lo amateur. En muchos casos su sencillez de recursos hacen tocar techo rápidamente a cualquier posibilidad de expresión o significación más allá de lo anecdótico. El director De Heer (quien no es ningún novato ya) intenta aproximarse a esos moldes brillantes e insidiosos en los que la pequeña y encantadora burguesía era sometida por su propio juego “en sociedad”. El proyecto de Alexandra se asemeja, en pequeño, al de otros en el pasado pero sin llegar a sus poderosas dimensiones. El individuo convertido en ángel de la verdad, en desenmascarador (a veces hasta masoquista) de un todo un entorno social sea este una comunidad grande u otra pequeña, mínima y esencial: su propia familia.
Alexandra es un misterio total, silenciosa y muy observadora de su entorno, es el personaje que anuncia el más allá de un cuadro tan común y querido como el de la familia en el despertar de un nuevo día, día de trabajo, de escuela, de labores en casa. La perfecta combinación, tan perfecta que siempre oculta algo. De esta idea se valen las expresiones más diversas. El cine de género (o mentirosamente de género) desde el suspenso y la comedia negra hasta los retratos más extraños que se hayan concebido en las arenas del cine de autor. Todos siempre poniendo en relieve la fragilidad de la convivencia, la tolerancia y los compromisos sociales. La delgada línea que separa los escrúpulos de las acciones más siniestras, vistas muchas veces como manifestaciones de liberación. Sentimientos que como los de Alexandra se guardan más celosamente que los votos matrimoniales. Es este personaje el que domina, con su mirada, la construcción y el tono de toda la película o ¿acaso no es toda esta su propio proyecto?
La historia es reducida al extremo en este afán. El inicial día cumpleaños (de gozo y felicidad) insinúa una más que soterrada tristeza a través de esa mujer que nos va a guiar durante toda la película. El satisfecho Steve y sus arrebatadores triunfos laborales (con premio bien formado y todo) contrasta con lo apagado de su hogar. Tal vez lo mejor de la cinta se sostenga en esa primera parte insinuante del plot. Uno niños viviendo con inocencia los preparativos de toda la celebración en día soleado pero con persianas bajadas. Expectativa y hasta angustia por una decisión ya tomada. Como no podía ser de otra forma el trabajo de los actores es básico para obtener el efecto querido ante tan limitado escenario y Helen Buday cumple a la perfección ya desde este inicio eficaz. Es un rostro marcado ya por la edad pero que conserva un impulso desconocido y mantenido en interrogante a la vista de quien quiera (sus hijos, su marido y el espectador). Hasta ahí un bien llevado relato, escueto y poco vistoso es cierto pero que cumple con su rol de coger nuestra expectativa por lo que sucederá en su especial celebración.
Toda la larga segunda parte toma el punto de vista del festejado, a la vez que se dedica a una labor mucho más peligrosa, limitando mucho más su espacio de acción que hasta ese momento se mantenía alternado. Trabajo nunca nada fácil y que se asume a pata de cojo. Steve pasa entonces a convertirse en el observador impotente de las acciones, a asumir el rol de patético cliché en el que se convirtió la “ama de su casa”. Toda la película se puede resumir por sus productores como la fantasía perfecta de una señora del hogar, su más recurrente idea de venganza ante lo que fuese: un olvido; un desorden; una infidelidad; un maltrato según cualquier interpretación (hasta la más personal). El juego sádico se extiende entonces a repasar todos y cada uno de los intinerarios de la vida en común de la cual Alexandra, como buena mujer, no olvida un detalle. A muchos tal vez les parezca que por ese lado la película posee una proyección más amplia pero no hay que llevar el asunto lejos. En este caso solo es parte del plot que la realización no traduce en una verdadera crítica o mirada compleja (cosa que hubiese sido por demás agradecible). El afán básicamente es el de crear una crónica in suspense, un juego casi de ratón en su laberinto (uno muy pequeño) tratando de armar las piezas que de antemano le han sido hurtadas.
Digamos que toda la larga secuencia funciona a ese nivel de exposición. Las sonrisas, angustias y desesperación de Steve (también eficaz Gary Sweet) responden casi a una total dependencia (casera) hacia ese otro rostro apresurado y frío que juega con los límites de los roles del hogar. Revelación tras revelación (que ya por ratos peca mucho del verbo de alguno de esos didácticos programas conducidos por alguna doctora o jueza del corazón), Alexandra somete a su víctima y al público casi a un grito de “olvídense de la película y oiganme”. La certera actriz hace mucho para que estos excesos no caigan pesados pero no logra evitar que la película luzca por muchos tramos reiterativa. Esa es la impresión que nos deja casi hasta el final su proyecto: la película de su venganza fácilmente podría haber sido a lo más un mediometraje. Eficaz sin duda, pero mediometraje al fín. Al regusto de su venganza le sobran minutos y de esto no la saca ni el consecuente desenlace. El que mucha gente salga desconcertada por ese breve cierre tras casi una hora de vueltas en un mismo sitio es un síntoma más que evidente. Nos quedamos de todas maneras con un filme de gusto malévolo, poco desdeñable y la no menos llamativa curiosidad de ver a las posibilidades de la tecnología ya expandidas para afanes como los de Alexandra, capaz también de aspirar a su “película digital”.
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