«Hermanos Oligor» (2005), de Joan López Lloret


Hermanos Oligor

Jean Luc Godard decía que si la fotografía es la verdad, el cine es la verdad 24 veces por segundo. Dentro del cine, el género documental se caracteriza por retratar la realidad sin maquillaje, directa, sin elaboradas manipulaciones. La búsqueda de la verdad sin intermediarios. Si el género de ficción se apoya en el artificio, en la fabulación, en la re-creación para buscar la verdad, el género documental se apoya en el punto de vista de la cámara. ¿Qué es lo que filmo? ¿Qué es lo que muestro? Preguntas que rondan a los directores de los documentales (aunque no exclusivamente a ellos) en el rodaje y en la sala de montaje. Pero sobretodo, ¿qué es la verdad?

Durante los últimos años, y a partir del éxito de Bowling for Columbine (Michael Moore, 2002), las salas comerciales han visto una avalancha de documentales que han tenido cierto éxito de público. Esta masificación ha permitido que lleguen a una mayor cantidad de gente obras documentales que en otros tiempos, su distribución hubiese estado restringida al circuito festivalero y de filmotecas. Sin embargo, en ese transcurso hacia la masa, el documental ha perdido parte de su esencia. Se han dejado de hacer documentales para hacer reportajes o propaganda. La búsqueda de la verdad se ha trastocado en panfleto, la formulación de preguntas se ha transformado en respuestas predecibles y superfluas, la interrogación se ha convertido en afirmación.

¿Qué es lo que hace que una película que retrata la realidad sea panfleto, reportaje o cine? No sabría responder con certeza a esa pregunta, pero me atrevo a decir que existe algo en ciertas películas que la permite reconocer como una obra cinematográfica. ¿Es la belleza?, ¿Es la verdad? ¿Es la sustancia de la que están hechas las cosas que decían los griegos? Intentar en estas pocas líneas definir estos conceptos, resulta una tarea imposible. Sin embargo, todos tenemos una idea particular acerca de la belleza, acerca de la verdad. Es esa magia que existe en ciertas películas que te hace reconocer una obra cinematográfica, es esa fantasía que te permite evadir y luego comprender o por lo menos cuestionar, es algo que se siente, difícil de explicarlo con palabras; una especie de fogonazo de resplandor, como la luz del sol a través de la ventana al final de una tarde de invierno.

Hermanos Oligor es un documental acerca de dos hermanos en un pueblo de Valencia que se encierran durante tres años en un garaje para construir y armar muñecos y artilugios mecánicos con el fin de representar una obra de títeres: «Las tribulaciones de Virginia». El documental tiene dos partes claramente diferenciadas. La primera mitad muestra el trabajo de estos hermanos en el taller y su asfixiante atmósfera, los muñecos que construyen, los materiales que utilizan y su búsqueda en lugares de despojos y en la calle, lo que piensan las personas que ven su trabajo, etc. Esta primera parte termina con la representación de «Las tribulaciones de Virginia» en el taller ante un público reducido, sentado en butacas improvisadas, formadas por sillas viejas y bancos de maderas; en un suelo con residuos mecánicos y rodeados de paredes descorchadas. La segunda parte trata de la salida de los hermanos hacia otras ciudades a representar el espectáculo, debido al éxito logrado. Es una especie de road movie que va de Barcelona hasta Berlín, llevando la representación de la obra.

Hermanos Oligor

La historia de los hermanos Oligor parece salida de los perfiles que retrata Juan Rodolfo Wilcock en «La Sinagoga de los Iconoclastas». Este libro cuenta pequeños retratos sobre personas que llevaron a cabo proyectos disparatados, delirantes, exagerados. ¿Por qué razón se encierran dos personas durante tres años a construir juguetes, muñecos, títeres, marionetas, artilugios mecánicos? La respuesta tiene que ver con la búsqueda de una infancia extraviada, y la evocación de un mundo que se extingue cada vez con mayor rapidez. Porque a diferencia del mundo de hoy, en que los juegos están constituidos principalmente por aventuras virtuales, abstractas, mentales y solitarias; el mundo que evocan los hermanos Oligor está lleno de objetos tangibles, desechados por los demás, objetos corroídos, usados, llenos de olor y forma; lo real como antítesis de lo virtual. Los hermanos Oligor se rodean de miniaturas para construir un espectáculo, para contar una historia, muy simple, la de Virginia y la búsqueda del amor. Y es por esto que la película decae cuando viajan. Un viaje tiene que ver con espacios abiertos, con nomadismo, con el encuentro con otras personas, con el intercambio, con la impregnación del exterior en el mundo interior. Y esta impregnación, deviene en contaminación en el documental de los hermanos Oligor.

Hay un libro de Enrique Vila-Matas, «Historia abreviada de la literatura portátil», que tiene que ver con artistas que realizan una obra que intenta ser portátil, minúscula, sin importancia, pasajera, que no busca la trascendencia y cuyo fin último no es el público, sino la creación o siendo más estrictos, la búsqueda que ella depara. El proyecto de los hermanos Oligor tiene que ver con esa ausencia de trascendencia, con ese deseo de búsqueda en uno mismo. No existe una intención de salvar un mundo que se pierde, hay más bien, un intento de evocación, de cuestionamiento, de exploración; como querer quitarse las máscaras que uno se pone con los años, para ver dónde quedó la inocencia, la candidez y el desparpajo de la infancia. Porque los hermanos Oligor miran entre las sombras de su niñez, siguen sus huellas, buscan su esencia, como intuyendo que ese viaje hacia sus recovecos infantiles les dará ciertas pistas de su adultez; como pensando que la manipulación de muñecos mecánicos, la representación teatral -Las Tribulaciones de Virginia- y su connotación de lo ilusorio, lo mágico, lo bello; les iluminará su realidad; como adivinando que esa búsqueda de su verdad es solo un pretexto para seguir viviendo; aunque sea sólo desde las luces que surgen entre las sombras del teatro; enfrascados en una aventura que por delirante, por extravagante, por verdadera, y a pesar del éxito, les conduzca hacia un irremediable y delicioso fracaso.


Tráiler de Hermanos Oligor

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