Harry Potter and the Order of the Phoenix
Dir. David Yates | 138 min. | Inglaterra – EE.UU.
Intérpretes: Daniel Radcliffe (Harry Potter), Emma Watson (Hermione Granger), Rupert Grint (Ron Weasley), Ralph Fiennes (Lord Voldemort), Gary Oldman (Sirius Black), David Thewlis (Remus Lupin), Maggie Smith (Minerva McGonagall), Helena Bonham Carter (Bellatrix Lestrange), Jason Isaacs (Lucius Malfoy), Katie Leung (Cho Chang), Matthew Lewis (Neville Longbottom), Evanna Lynch (Luna Lovegood), Michael Gambon (Albus Dumbledore), Imelda Staunton (Dolores Umbridge), Brendan Gleeson (Alastor ‘Mad-Eye’ Moody)
Estreno en Perú: 12 de julio de 2007
Harry y sus compañeros de Hogwarts siguen con nosotros al parecer hasta las ultimas consecuencias. Tendría que ocurrir una catástrofe antes de que la serie interrumpiera la realización de todos y cada uno de los libros que por lejos han desmarcado a J.K. Rowling dentro de la carrera de los best sellers. La aparición de la orden del Fénix intenta, a su manera, ser la resurrección de la serie tras más bajos que altos. Afán que sólo se trasluce en una construcción dramática ligeramente más ordenada, hasta menos tributaria de la fuente escrita que las otras pero sin llegar al nivel de la inspirada Harry Potter and the Prisoner of Azkaban, la mejor de estas adaptaciones.
Harry y sus compañeros de Hogwarts siguen con nosotros al parecer hasta las últimas consecuencias. Tendría que ocurrir una catástrofe antes de que la serie interrumpiera la realización de todos y cada uno de los libros que por lejos han desmarcado a J.K. Rowling dentro de la carrera de los bestsellers. La quinta aventura es fiel completamente a los alardes y la estética gótica de las anteriores. El británico David Yates es ahora el responsable de llevar al héroe hacia los episodios menos inocentes, si se quiere los de su camino a la madurez. Todo servido para la maquinaria que en algo, al menos, se ha alejado de las ilustraciones infantiles y ha tomado cierto gusto por lo siniestro tras la aparición en pantalla del mismísimo innombrable: Lord Voldemort. La aparición de la orden del Fénix intenta, a su manera, ser la resurrección de la serie tras más bajos que altos. Afán que sólo se trasluce en una construcción dramática ligeramente más ordenada, hasta menos tributaria de la fuente escrita que las otras pero sin llegar al nivel de la inspirada Harry Potter and the Prisoner of Azkaban, la mejor de estas adaptaciones.
A la vida cinematográfica del chico mago le ha tocado un itinerario con el que no pocos contemporáneos suyos podían sentirse identificados. Hijo de muchos padres, pero de dominante y férrea presencia matriarcal, a quien nunca le bastó poner el precio a su derecho de nacer (en pantalla) sino que también asió a todo el proyecto cual Norma Desmond incapaz de aceptar cortes, modificaciones o todo aquello que implica la llamada “adaptación”. Para bien o mal la saga solo ganó muchísimos más adeptos que los de la versión escrita. La maña consistía en hacer del crecimiento de Harry el mismo de sus fans, mancha que todavía permanece fiel desde que les regalaron el primer libro o vieron la primera película. Como frente a otras franquicias nuestros ojos siempre conservan la reticencia y motivos hay de sobra. Esta quinta película no deja de lucir ese cariz mercenario pero al menos le podemos agradecer un entretenimiento más coherente que las aparatosas películas iniciales de la saga que dirigiera el americano Columbus. Todavía si nos quedaba algún interés por el recorrido vital de Potter era por la tercera versión que dirigió el mexicano Cuarón nuevamante hay que decirlo, de muy lejos la mejor película de HP.
Al igual que en aquella versión vuelve a aparecer en esta nueva el personaje clave de Sirius Black (Oldman divertido), presencia de su pasado la cual poco a poco comienza a tomar forma como todo un personaje de Dickens. La orden del Fénix trabaja silenciosamente conocedora de todo el torbellino que se avecina y que los magos formales y burocráticos se niegan a aceptar. El Harry de esta película tiene que adaptarse a los caminos de cuidado de esa política que impone un conservadurismo victoriano en la presencia de Dolores Umbridge (la notable Imelda Staunton), toda una villana digna de las Bronté hasta Heidi, que con todo lo caricaturesco resulta siendo una presencia fuerte que se opone muy bien al protagonista. No es la presencia fantasmal de Voldemort que solo espera turno para recordarnos que es el enemigo final a vencer, esta profesora combate a Potter con las armas más insoportables que un hechizo asesino: con los modales y la hipocresía de vecina chismosa, de matrona quisquillosa o manipuladora. Gran parte del metraje dedicado a este enfrentamiento dentro de las paredes de la misma escuela tienen un cierto interés en esos detalles apuntados entre los gestos, manías y castigos de esta autoimpuesta reina y las airadas respuestas de Harry capaz hasta de armar todo un batallón de magos en medio de su berrinche.
Ningún otro aspecto alcanza el interés de esta parte que por momentos hasta parece tocar al vuelo un poco de la versión de Cuarón. Pero ese afán parece resultarle de todas formas extremo al realizador Yates (salido de la amplia cantera de la TV inglesa). Prefiere no hacerse problemas y filmar con todo el lujo que le ofrece la Warner Bros: imponente dirección artística, escenarios (reales o virtuales) de lujo, un score que hace todo un alarde y recapitulación de lo escuchado hasta ahora, unos actores de primer nivel y todo un sin fin de posibilidades que se otorgan paradójicamente bajo la condición de no salirse de la raya. Es cierto que la batalla final es espectacular y genera nuevos cabos sueltos a explorarse en las siguientes películas, pero el Potter de esta versión ya tiene, como la anterior, el aroma de lo cansino, de lo excesivamente manoseado y eso que debe ser una de las más decentes versiones de la serie. Solo esperemos que los excesos de su autora no lo lleven a enumerar sus capítulos en la cantidad de un James Bond, pero espérense cualquier cosa.
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