Dir. Sam Garbarski | 103 min. | Bélgica, Luxemburgo, Reino Unido, Alemania, Francia.
Intérpretes:
Marianne Faithfull (Maggie aka Irina Palm), Miki Manojlovic (Miki), Kevin Bishop (Tom), Siobhan Hewlett (Sarah), Dorka Gryllus (Luisa), Jenny Agutter (Jane)
Estreno en España: 14 de diciembre de 2007
Como me gusta este cine de respiro, independiente, libre, sobrio, verdadero e incorrecto, especialmente bárbaro, opuesto a los retratos merengues sociales. Este cine menor. El cine europeo es abundante en historias verdaderas y placenteras incorrecciones. Irina Palm del director belga Sam Garbarski es una de ellas. Garbarski, procedente del mundo de la publicidad y que parece construirse como generador de producto de Festivales, demuestra mucha inteligencia sensitiva por escoger a una mujer de la talla de Marianne Faithfull para su segundo largometraje.
Una Faithfull belle toujours
Como me gusta este cine de respiro, independiente, libre, sobrio, verdadero e incorrecto, especialmente bárbaro, opuesto a los retratos merengues sociales. Este cine menor. El cine europeo es abundante en historias verdaderas y placenteras incorrecciones. Irina Palm del director belga Sam Garbarski es una de ellas. Película sencilla, pero eficaz, con una dosis alta de temperatura humana, que se sustenta, !qué alivio!, en muchos silencios o mejor dicho omisión de contestaciones. Es liberadora, como le ocurre a su protagonista, Maggie, que a través de un hecho doloroso encuentra su libertad.
Garbarski, procedente del mundo de la publicidad y que parece construirse como generador de producto de Festivales, demuestra mucha inteligencia sensitiva por escoger a una mujer de la talla de Marianne Faithfull para su segundo largometraje. Su anterior trabajo, Le tango des Rashevski (2003) tambiéén recorrió innumerables festivales, al igual que Irina Palm, a concurso en el Festival de cine de Berlín 2007, y con las nominaciones a mejor actriz principal (Faithfull) y mejor actor principal (Miki Manojlovic).
La Faithfull, decía, es la diosa perfecta para bajar a las oscuras cavernas de la hipocresía provincial, ella que tanto vivió y que tanto tiene que contar. La cantante actriz, (justo después de ser reina madre con Sofia Coppola), describió su transformación para la cinta : “…Tuve que anular mis experiencias y conseguir quedarme en blanco. Luego me puse en el lugar de Maggie, una mujer tímida de pueblo respetable”.
¿Qué esta pieza adolece de cierta ortodoxia heterodoxa en sus planteamientos morales? Bueno, ¿y qué? Es bueno insistir en el equipaje rebelde que aún falta facturar a muchas cintas, aunque ello se convierta en repetitivo esquema. En todo caso es un trabajo que deja buen cuerpo, que cuando sales del cine es como si hubieras acudido a una sesión de realidad mundana, esa que te recuerda que hay prioridades incuestionables, (el amor y el cuidado de los tuyos) que se meriendan espinosos prejuicios.
Maggie es una mujer gris de mediana edad, en un paisaje gris, (ese encuadre provinciano inglés que resulta tan asfixiante, ¿recuerdan aquella delicia dirigida por Lewis Gilbert de 1989, Shirley Valentine?), en una situación personal y familiar más allá del gris, el oscuro pozo de una enfermedad rara, la de su nieto. Rechazado cualquier préstamo bancario, por sonrientes agentes bancarios ataviados con gorrito de Papa Noel. Rechazada su entrada en el competitivo mercado laboral inglés (a su edad y con una notable falta de experiencia!) tropieza con “Sexy World” en el Soho de Londres y con un empresario del sexo muy particular, un tanto condescendiente, Mikky, protagonizado por el serbio Miki Manojlovic. Allí se convertirá, en un proceso lento y no sin esfuerzo en la mejor mano derecha de Londres.
La banda sonora de carácter alternativo, compuesta por el grupo belga Ghinzu, cuyo atributo es la repetición haciendo contraste con el hueco retumbar de las catacumbas del Soho sexual, cuaja a la perfección con la estrategia narrativa. No abunda el diálogo masticado, todo se trabaja con la expresión y mirada de la estupenda Marianne (nombre de mujer libre y luchadora, símbolo de la República Francesa), y aunque en algunos momentos el guióón saca repentinos ases comodín de la manga un tanto colocados a destiempo, la cinta, con una aparente frugalidad, encierra una profunda carga emotiva y una gran belleza dentro del aspecto grisáceo británico. Ninguna película es perfecta, y con esa premisa podemos extraer y aprovechar lo mejor de cada una. Ni siquiera mi perfecta Promesas del Este (David Cronenberg) lo es, aunque Dios me libre de chivar su pequeño desliz, por supuesto.
Irina Palm, nombre artístico de Maggie que da título al filme, es uno de esos productos que ha funcionado en las salas (irónicamente) por el boca a boca, sin el respaldo del portentoso marketing del gran mercado audiovisual. Tanto mejor, es como los buenos tragos sin planificar, recolocan el cuerpo.
¡No se la pierdan! (y sabrán lo que es el codo pajillero). No encontraran ni botox, ni pechos turgentes, ni tacones de aguja, ni dentaduras forradas hasta el deslumbramiento. Ah, y es tan soberanamente incorrecta que da gusto.
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