No fue un año especialmente memorable para los espectadores cinematográficos, debido a la poca oferta que llegó al Perú, y sobre todo, debido a la calidad de varias de las presentes, las cuales, por ejemplo, han generado, incluso, que una peliculita solo mediana como Supercool haya tenido críticas desaforadamente favorables (a eso llegamos cuando la sequía nos invade). Creo que el 2007 será recordado más por los filmes que no pudimos ver (o la distribución mediocre, blockbustera y argollera nos negó) que por ese puñadito de obras que valieron totalmente la pena. De lo poco, en todo caso, hubo calidad a raudales y aquí mis 12 seleccionadas como las más interesantes del año que ya agoniza (el orden está en razón de mis preferencias, y están ordenadas de modo inverso, para potenciar el –inútil –drama):
Menciones honrosas: La reina (Stephen Frears) y Muero por Muriel (Augusto Cabada). La primera porque es una película de autor, un ejercicio que se basa en la realidad para expresar todos los picos creativos que es capaz la ficción (además, por Hellen Mirren, que no actúa de la Isabel II, ¡Ella es la Reina!). En el caso de Muriel, porque probablemente queda demostrado con este producto final (saboteado inmisericordemente por la propia productora Iguana Films, que en algún momento deberá pagar por esta canallada) que el cine, si no está revestido de estilo y trama, si no tiene alma y cosas entrañables, no perdurará. Y Muero por Muriel, por el inteligente guión, por ciertas licencias fílmicas notables, por los actores (en especial Ricky Tosso, que pone el alma y el corazón para retratar al “Oso Briones”) y por Los Pasteles Verdes como leit motiv musical bien valen la pena y el momento.
12. La ciencia de los sueños (Michael Gondry). Debí irme a los 5 minutos de iniciada la peli. Todo me parecía tan inextricable, tan barroco, tan inútilmente posero. Afortunadamente no lo hice, porque en verdad, mi percepción empezó a cambiar radicalmente. A los 20 minutos ya estaba completamente absorto ante esta historia de amor autista, ante este retrato de la imposibilidad de transitar en la realidad por aquellos caminos que la ilusión acomete en nuestra mente. Y el francés Gondry sabe lo que quiere al plantearnos este juego demente y lúdico. La última escena, con Gael García navegando en un caballito de juguete junto a la amada, mientras solo puede imaginar, dormir, demuestra que la única matemática posible es la del sueño, la única ciencia donde podemos ser felices. To die, to sleep, no more…
11. Pequeña Miss Sunshine (Jonathan Dayton y Valerie Faris). Galería de freaks encantadores, plenos en tic, gags, aristas y complejidades, todos en línea con una historia que jala y cautiva. En medio de todos, Abigail Breslin, interpretando a la pequeña candidata, la nenita del abuelo drogadicto y pornero, la hermanita del autista lector de Nietzche, la sobrina del intelectual frustrado y depresivo al que su competidor académico le arrebata el hombre de su vida, el padre perfeccionista y mediocre, la madre neurótica. Y como telón de fondo, un concurso de belleza infantil lleno de pequeños monstruos (más espantosos que ellos mismos), un striptease de antología y música de Sufjan Stevens, Toni Tisdale y el «Superfreak» de Rick James ¿No suena apetitoso este menú?
10. Los infiltrados (Martin Scorsese). Aunque fue oficialmente estrenada en el Perú en noviembre del 2006, recién la pude ver en Iquitos en un cine crujiente a inicios de enero del 2007. Del saque, Los Rolling Stones sonando con «Gimme Shelter» atrapan por completo en esta película que, sin ser lo mejor de su director, es digna de toda visión. Y los personajes que encarnan tanto Jack Nicholson como Leonardo Di Caprio (al que se le suma una cantidad de espectaculares personajes interpretados por Matt Damon, Ray Liotta y Martín Sheen, entre otros) nos dan una idea real de aquella vida mafiosa desprovista de todo glamour, callejera, pericotera, menudera, que hurga en la miasma porque de la miasma viene, así como muestra el verdadero grado de descomposición de un sistema policial, judicial y social. Los malos no son temibles, simplemente son bestias y crueles. Los buenos no son buenos, solo son dementes. Y la traición es a granel, y las ratas andan en todas partes y suena aún en mi cabeza «Comfortably Numb», interpretada magistralmente por Roger Waters y Van Morrison.
9. El viento que agita la cebada (Ken Loach). Si te lo perdiste en el circuito cultural (en cartelera comercial never in your life), busca esta peli en el círcuito pirata. Vale la pena en exceso. Ambientada en una Irlanda convulsa, en medio de la difícil y lastimera concepción de un ejército de guerrilleros amateurs que buscan defender su patria de los acechos del Reino Unido de Su Majestad, el filme de Loach tiene la suficiente rabia y dolor airado, a la vez que una sensación total de emoción. En medio de ello, Cillian Murphy en el papel principal, el héroe sin glamour, simplemente formidable.
8. La conquista del honor (Clint Eastwood). La primera parte del díptico del gran Clint sobre la II Guerra Mundial (USA vs. Japón). La victoria sobre los japoneses, desde la perspectiva gringa se trasluce en esta suerte de prólogo sensacional, pletórico de momentos épicos, lleno de escenas de acción que se quedan en la mente y una bandera que refleja una leyenda y un embuste que sacrifica a las personas de carne y hueso, a los seres comunes y corrientes que se convierten en héroes porque no les queda otra opción, y los presenta como peones intercambiables de un ajedrez en que solo importan la patria, la gloria, una bandera (y los turbios negocios). El american dream en su estado más crudo.
7. Luz silenciosa (Carlos Reygadas). Somos auténticos hinchas de Reygadas, desde la primera vez que vimos Batalla en el cielo. En verdad, no es muy común encontrar gente así (porque hay muchos que lo “aman” por pura pose o disfuerzo seudo intelectual). Pero esta vez, el mexicano nos ha encontrado con los pantalones abajo y nos ha dado de nuestra propia medicina. Porque esta filme, tan bizarro y desolado, pero una vez más, destaca por su audacia para conducirnos por un triangulo amoroso y extravagante, en la que los personajes figuran estáticos, como figuras de bronces que se bifurcan en medio de la luz, el especio, así como una cámara detallista, meticulosa y, sobre todo, cruel. Otra peli fuera del circuito comercial que debes conseguir en el acto.
6. La vida de los otros (Florian Heckel Von Donnersmarck). La paranoia, el afán desaforado por saberlo todo, por meterse en la vida privada y los deseos íntimos de los demás. Alemania comunista, luego del muro, la etapa del totalitarismo de la Stasi. Un oficial, silencioso, taciturno, extremadamente competente, un zorro sagaz vigila a una pareja famosa, buscando pecados públicos para destruir. La vida le cambia por completo luego de este encargo. La vida es un acto voyeurista, un acto de permanecer en las sombras, agazapado, esperando el menor instante y poder saltar hacia su propio descubrimiento. Luego de verla, siempre regreso a casa mirando hacia atrás y cerrando las cortinas.
5. Escondido (Michael Haneke). Otra película sobre delirios de persecución y una enfermiza obsesión por penetrar los espacios negados. Haneke nos presenta una película densa, difícil, compleja, que va tomando cuerpo y expandiéndose como un cáncer que corroe todo. Y la sensación que se va generando es de incomodidad, de angustia. Porque tratar de vivir la vida feliz que llevan Daniel Arteuil y Juliette Binoche se convierte en la pesadilla de enfrentarse al intruso de la cámara en mano que invade todos lo que debe permanecer velado, imperceptible, pero que abre aún más asfixiantes aristas dentro de la condición interior delas víctimas. Schelling decía que lo siniestro es algo que, debiendo permanecer oculto, ha sido revelado. Escondido no es sana, pero al fin y al cabo, es catártica: rasca donde duele, pero de ese dolor emerge el descubrimiento.
4. Zodiaco (David Fincher) Ya era hora que Fincher se sacudiera de ese pajazo autoreferencial que eran sus filmes desde el golpe de timón de Seven: Pecados capitales. Con esta historia, ambientada en una sociedad norteamericana que transita por las décadas a partir del 60 como en una autopista repleta de autos, pero ausente de alma, recobra totalmente el brío, la inspiración y el nervio para redondear una faena fílmica extraordinaria. Basada en un hecho real, Zodiaco permite que el director exponga y diseque los retratos de tres hombres a quienes la búsqueda frenética del paradero de un asesino en serie altera completamente. La popularidad de un criminal, favorecida por el sensacionalismo de los medios de comunicación, es un pretexto para que se hable sobre la obsesión y la futilidad de los mass media, sobre la banalización de los dramas colectivos, sobre la impecable ligereza de una sociedad en proceso de madurez.
3. El laberinto del Fauno (Guillermo Del Toro). Es poco probable que alguien no vaya a ponderar en su exacta dimensión el valor de esta película. Es difícil, incluso, que su director Del Toro, nos regale algo de más valor que esta descosida fábula, cuento de hadas oscuro y gore, ambientado en la guerra civil española (segunda parte de una trilogía temática, luego de El espinazo del diablo). Porque El laberinto del fauno tiene todo lo suficiente para ser una gran película: emoción, aventura, un personaje siniestro como el capitán, una niña como Ofelia que sueña y sueña, el Fauno (que no es lo que parece), las tropas franquistas y los guerrilleros, enredos fantásticos y fantasiosos, monstruos y seres de toda especia y calaña, los que brindan el espesor para una “in-moraleja” final (con música de Javier Navarrete), que cierra con maravilloso broche de oro la peli, que hasta ahora me sigue arrugando el corazón cada vez que le vuelvo a ver. ¡Los freaks al poder…! (con tal que tengan un corazón tan sangrante como el de Del Toro).
2. El espíritu de la pasión (Kim Ki Duk) Damn it! ¿Es posible que recién haya llegado a nuestra cartelera esta preciosura fílmica? Tres años después de su estreno en Corea (con el mejor título de Hierro 3), y así a la loca, este es probablemente uno de los filmes más emotivos que he visto en mi vidilla (y eso que he visto muchos). Sobretodo porque es imposible no sentir como un latigazo la historia del chico de la motocicleta que vive introduciéndose subrepticiamente en casas ajenas para vivir y reparar artefactos, así como lavar ropa, quien por un designio de la vida conoce a la mujer de sus sueños (memorable fuga a la libertad, luego de neutralizar al marido enfermizo a punta de bolas de golf). Los amantes no hablan, pero se aman. Los amantes se comunican sin necesitan de palabras. Los amantes sienten, a pesar de la desventura que se cierne sobre ellos. Y aunque, al final, la realidad es más fuerte que la breve ilusión, la posibilidad de soñar y vivir libres, en espíritu-cuerpo, presente/invisible, redondean una faena total: Es difícil saber si el mundo en que vivimos es sueño o realidad. Bien que lo sabemos.
1. Cartas desde Iwo Jima (Clint Eastwood). La película redonda del 2007. Un clásico instantáneo, en el que Eastwood llega probablemente (otra vez) a uno de esos picos creativos que nos tiene acostumbrados. Porque esta vez la mirada viene del lado japonés, de la gesta de los vencidos y su resistencia (prolongada y condenada al fracaso) de la isla de Iwo Jima, antes de la invasión norteamericana del Imperio del Sol Naciente. Y en esta oportunidad, la fanfarria patriota y patriotera que imprime las acciones de algunos de los personajes de La Conquista del Honor, cede posiciones ante una historia crepuscular, grave, impactante sobre la honra y el deseo de preservar la vida a pesar del terror y la insana estela que deja toda guerra en naciones y en personas. Un alegato descarnado y monumental contra la entraña bélica, que viene revestido de toda la crudeza y poesía de un filme que coquetea, más de un momento, con la perfección.
Mención aparte, como hecho destacado del año; la reactivación del cine en provincias. A pesar de las inevitables y obvias limitaciones técnicas (y además de otros asuntos, como el presupuesto y el reparto técnico), la movida cinemera y cinematográfica off Lima goza de una euforia que bien valdría la pena tener en cuenta. Por lo pronto, solo en Iquitos, este año se ha tenido el estreno de cuatro trabajos realizados o ambientados en estas tierras: Chullachaqui (Dorian Fernández), Los árboles tienen madre (Juan Carlos Galeano), Los tigres del pincel (Christian Bendayán) y Aún nos queda media vida (Ramiro Pollack). Como para que alguien levante la cabeza y mire más allá de lo evidente (y monótono).
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