Black Book / Zwartboek
Dir. Paul Verhoeven | 145 min. | Holanda – Bélgica – Inglaterra – Alemania
Intérpretes: Carice van Houten (Rachel/Ellis), Sebastian Koch (Ludwig Müntze), Thom Hoffman (Hans Akkermans), Halina Reijn (Ronnie), Waldemar Kobus (Günther Franken), Derek de Lint (Gerben Kuipers), Christian Berkel (General Käutner), Dolf de Vries (Notary Smaal)
Estreno en el Perú: 27 de diciembre de 2007
Una primera característica de esta película es su puesta en escena realista y objetiva, centrada en la narración misma y donde los sentimientos de los protagonistas aparecen semi ocultos todo el tiempo; debido a la omnipresencia del contexto de la guerra y, luego, del terror de la posguerra. Seremos testigos, entonces, del relato de una especie de Mata Hari judía-holandesa implicada en una triple persecución –como judía, como espía y como presunta traidora– en un enrevesado thriller histórico dirigido con maestría por Paul Verhoeven. Es una película que profundiza en sus fuentes reales e históricas de una manera más rica y, a la vez, cuestionadora; porque, como sabemos, la realidad siempre superará a cualquier ficción. Lo cual es aun más válido en el caso de la realidad de la guerra.
Este filme empieza en un kibbutz israelí en 1956, donde una turista de visita en tierra santa se encuentra con una amiga judía que conoció en Holanda, durante la guerra. A partir de este encuentro, Ellis DeVries –seudónimo de Rachel Stein (interpretada por Carice van Houten)– empieza a recordar su extraordinaria aventura de poco más de una década atrás, hacia el fin de la segunda guerra mundial y cuando los nazis aceleraban su obsesiva carrera para asesinar a los judíos durante su retirada definitiva. Seremos testigos, entonces, del relato de una especie de Mata Hari judía-holandesa implicada en una triple persecución –como judía, como espía y como presunta traidora– en un enrevesado thriller histórico dirigido con maestría por Paul Verhoeven.
Una primera característica de esta película es su puesta en escena realista y objetiva, centrada en la narración misma y donde los sentimientos de los protagonistas aparecen semi ocultos todo el tiempo; debido a la omnipresencia del contexto de la guerra y, luego, del terror de la posguerra. Y es que el conflicto no puede ser más agudo: Rachel (o Ellis) es una judía que debe unirse a la resistencia holandesa para salvar el pellejo de los nazis, hasta convertirse en una espía y luego en una, hasta cierto punto, contraespía; todo ello sazonado con desoladoras escenas bélicas, cadáveres exhibidos en diversas circunstancias y desnudos explícitos puestos al servicio de un sexo frío y por momentos escalofriante. No obstante, el filme nunca cae en el morbo ni se solaza en un enfoque de ultraviolencia. Su gran mérito es utilizar escenarios realistas y centrarse en un guión sabiamente armado para presentar claramente los continuos e inesperados giros del insólito relato –saturados de dilemas políticos y éticos–, manteniendo el interés hasta el final.
Dado que al inicio del filme prácticamente se nos presenta su epílogo –mostrándonos parte del desenlace–, el reto del director consiste en organizar el argumento en torno a averiguar quién es el traidor en toda esta historia; en un contexto en que el “blanco contra negro” inicial van orientándose cada vez más hacia los grises y una penumbra (física y emocional) permanente; y donde pareciéramos estar en esas situaciones borgianas donde se confunden héroe y traidor todo el tiempo. La acción transcurre muchas veces de noche, en refugios clandestinos (que incluso en tiempos de paz nos remiten a la muerte) y en unos relativamente brumosos canales que caracterizan el paisaje de la costa holandesa; ello acompañado por una música apropiada para marcar la tensión y sobresaltos del relato. Con la ventaja de que la acción se desarrolla en un relativamente corto, pero intenso, período de tiempo: los meses finales de la segunda guerra mundial. Pero no se trata aquí sólo de la maestría del guionista Gerard Soeteman, sino del enfoque político e histórico complejo –y provocador– que encierran las situaciones planteadas y resueltas en una película que, desde el comienzo, informa estar basada en hechos reales.
La situación inicial pareciera ser la del Diario de Ana Frank; es decir, el de una refugiada judía que es protegida por familias holandesas. No obstante, la protagonista sufrirá, incluso en ese contexto, los prejuicios no sólo de los nazis, sino también los de sus católicos protectores y (cuando debe unirse a la resistencia) correligionarios. Y, de hecho, esto se entremezcla con las contradicciones generadas en el propio movimiento antifascista a partir del robo a los judíos ricos que buscaban escapar de la persecución nazi. El examen de esta situación va mucho más allá de la visión más simplista y limitada que presenta, por ejemplo, La lista de Schindler, y se aproxima –en este aspecto– a la radicalidad de la película húngaro-alemana La canción del pianista. Por otra parte, las oscuras componendas y traiciones que corroyeron a la resistencia en los países ocupados por Hitler que presenta la película que comentamos, nos recuerda también a El ejército de las sombras de Jean Pierre Melville; cuyos claroscuros están quizás más acentuados en este filme de Verhoeven. Igualmente, encontramos aquí la misma relación sentimental entre el amo y la esclava que caracteriza a la polémica Portero de noche, de Liliana Cavani; y, por el bando nazi, el tipo de conflicto que se presenta también en La caída, el filme de Oliver Hirschbiegel que narra los últimos días del dictador alemán. Cabe precisar que si bien La lista negra puede incluir todas estas ricas y polémicas referencias –brillantemente compactadas e integradas, y con una sólida cohesión dramática–, se trata de una película sustancialmente distinta a las mencionadas. Es una película que profundiza en sus fuentes reales e históricas de una manera más rica y, a la vez, cuestionadora; porque, como sabemos, la realidad siempre superará a cualquier ficción. Lo cual es aun más válido en el caso de la realidad de la guerra.
Y aquí entramos a otro de los grandes aportes de la película que comentamos; es decir, su enfoque sobre la guerra. Posiblemente esta es una de las obras en las que se muestra cómo la guerra saca a flote lo peor del ser humano y cómo eso puede llegar a estar por encima de los valores positivos que pueden asociarse con las causas y banderas en disputa; más aun, las situaciones límite generan en los bandos en pugna la necesidad de preservar la vida humana. En este contexto, nuestra heroína, como bien dice el afiche de la película, “con tal de sobrevivir será capaz de todo”. Y, en realidad, todos los personajes deberán ser “capaces de todo” y renunciar a convicciones, desobedecer órdenes, someterse a poderes que no controlan, ser traicionados y sacrificar su vida en muchos casos inútilmente. Volviendo a la situación de Ellis, ella requiere y busca afecto y compañía, pero nunca podrá tenerlos; siempre deberá ocultar sus verdaderos sentimientos o limitarlos a relaciones fugaces con finales trágicos. No obstante, ella no teme tomar iniciativas en el terreno sexual y sentimental; las que constituyen el componente más provocador y polémico de la película, ya que describen su capacidad de agencia para sobrevivir en un contexto vital extremadamente adverso. Paralelamente, deberá soportar todo tipo de situaciones humillantes y peligrosas; viviendo al borde de la muerte, aunque siempre desafiante.
También son enjuiciadas las consecuencias de la guerra, la situación reinante con la llegada de la paz; en la que, no en vano, nuestra heroína dirá “jamás he tenido tanto miedo de ser liberada”. (Situación parecida –aunque ignorada– por los cientos de miles de prisioneros soviéticos en los campos de concentración alemanes que, al ser liberados tras la guerra, pasaron directamente al Gulag stalinista.) La protagonista misma deberá luchar por su vida y demostrar su inocencia hasta el final. Pero incluso entonces, el filme concluye con un final abierto que es todo un acierto pues coloca esta tremenda historia en un contexto histórico aun mayor… y actual.
Desde un punto de vista político, es una de las pocas películas en la que vemos a los judíos –al menos a una de ellos– asumir una posición de activa lucha contra los nazis. Pero tal compromiso obedece a un enfoque muy personal de Verhoeven, ceñido –aparentemente– a los hechos narrados por la protagonista. En ese sentido, vemos que la protagonista se defiende y soporta todo (y “será capaz de todo”) para defender su condición de judía. Tanto así que ha invertido lo recuperado en Europa para construir un kibbutz en honor a su familia en Israel. Esto supone una toma de posición a favor del Estado judío, pero también insinúa otra lectura que podría ofrecer el filme, es decir, que los judíos han tenido que “ser capaces de todo” para sobrevivir al Holocausto y la persecución. Rachel Stein podría simbolizar entonces a quienes, como Menájem Beguin, fueron “capaces de todo” (léase, acciones terroristas) en nombre de la “sobrevivencia” de esa nación. En otras palabras, la película podría estar del lado de los “halcones”, los fundamentalistas y los guerreristas más radicales en Israel; además, por que muestra la doble discriminación (la de ambos bandos) que sufre la heroína por ser judía. Aunque, por otro lado, ella exhibe un relativismo moral (aunque aparentemente justificado por las circunstancias) que les podría resultar inaceptable.
En ese sentido, merece una mención especial la presencia de un personaje secundario de la resistencia, quien podría representar ese tipo de temperamento político conservador; y del que Verhoeven se sirve para introducir un elemento irónico para oxigenar las brutales tensiones del filme. Es el ayudante de Akkermans, quien teme matar por razones morales y siente todo tipo de remordimientos ante la posibilidad de hacerlo o de que ello simplemente ocurra; sin embargo, en cierto momento, “cose” a balazos a un enemigo, únicamente porque “maldijo”. Hay en este abrupto cambio de comportamiento una sutil puntualización del director para soportar su cuestionamiento hacia las posturas rígidamente morales y religiosas (blanco contra negro) a favor de un comportamiento más flexible, condicionado por las circunstancias de la guerra; el cual es vívidamente defendido por la protagonista.
Quisiera concluir observando que entre Rachel Stein y la protagonista del filme peruano Madeinusa hay algunos puntos de contacto. En primer lugar, ambas están fuertemente condicionadas ya sea por el contexto bélico (pero también de persecución religiosa), como por el cultural. Y ambas son mujeres que –sin poder (ni querer, en el caso de Madeinusa) romper estos condicionamientos– toman iniciativas transgresoras, tienen agencia y utilizan su condición (de género subordinado) para alcanzar sus objetivos. En tal sentido, ambas películas rompen esquemas (por ejemplo, en el plano del comportamiento sexual) y cuestionan sentidos comunes establecidos; sin preocuparse con chocar con lo “políticamente correcto”. Aquellos que cuestionaron Madeinusa por “racista” pueden comprobar que es posible hacer películas aún más provocadoras, que se prestan a interpretaciones más diversas y contrapuestas y que presentan dilemas aun más amplios (por el contexto histórico mundial en el que han transcurrido y transcurren hasta hoy); como es el caso de La lista negra.
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