Stranger Than Fiction
Dir. Marc Forster | 113 min. | USA.
Intérpretes: Will Ferrell (Harold Crick), Maggie Gyllenhaal (Ana Pascal), Dustin Hoffman (Profesor Jules Hilbert), Queen Latifah (Penny Escher), Emma Thompson (Karen Eiffel).
Guión: Zach Helm.
Edición: Matt Chesse.
Música: Britt Daniel y Brian Reitzell.
Fotografía: Roberto Schaefer.
Toda la extraña narrativa de Más extraño que la ficción es tomada con humor (o por lo menos con sentido del humor) por el director Marc Forster. El gran actor cómico Will Ferrell es el encargado de protagonizar el papel de Harold Crick, imponiendo cierta dosis de comedia a la de por sí divertida trama, y al igual que en algunas otras películas donde se traten temas irreales y se disfrute mejor la mezcla entre fantasía, imaginación y realidad a priori, especialmente en las que está implicado Charlie Kaufman, Más extraño que la ficción funciona y sorprende, deja un gusto dulce tras su visionado, tal cuál lo haría Eternal Sunshine of the Spotless Mind… no al mismo nivel, pero sí a su manera.
En un espacio invisible se atribuye el ordenamiento de los sucesos una voz refinada, femenina y odiosamente inglesa, una escritora en crisis imaginativa que narra con particular minuciosidad cada detalle existente en la cuadriculada vida de Harold Crick, el treintañero recaudador de impuestos que hasta entonces manejaba su rutina de manera calculada, como si fuera un robot. En el momento en que Crick repara en que puede oír al narrador de su existencia, en este caso narradora, y descubre que es el protagonista de su novela (o del borrador de la novela) más reciente, es donde comienza el problema; el tipo enloquece al percatarse de que alguien desde su interior describe con pelos y señales los detalles de su vida. Para entender la situación Harold solicita la ayuda de un apasionado profesor de literatura, y en el camino descubre que, a diferencia de su pasado, conceptos como el amor, la felicidad y la inminente muerte estarían inevitablemente rondando en cada uno de sus pasos.
Pero toda esta extraña narrativa es tomada con humor (o por lo menos con sentido del humor) por el director Marc Forster, en su película Más extraño que la ficción. El gran actor cómico Will Ferrell -que a diferencia de Jim Carrey, por más que se esfuerce nunca podrá hacer drama puro-, es el encargado de protagonizar el papel de Harold Crick, imponiendo cierta dosis de comedia a la de por sí divertida trama, y al igual que en algunas otras películas donde se traten temas irreales y se disfrute mejor la mezcla entre fantasía, imaginación y realidad a priori, especialmente en las que está implicado Charlie Kaufman, Más extraño que la ficción funciona y sorprende, deja un gusto dulce tras su visionado, tal cuál lo haría Eternal Sunshine of the Spotless Mind a su manera.
Los apuntes metalingüísticos que forman parte de esta cinta son el principal atractivo, y Forster aprovecha al máximo la imaginación del guionista Zach Helm para magnificar cada escena con cuanto implemento visual se le ocurra. Y esto se agradece principalmente porque el tratamiento explicativo de lo que Helm pretende contar tiene algo de complejo, por no decir artificioso. Muchos son los artilugios descriptivos que se concentran en estructurar la película de una forma cinéfilo-literaria, y en ese sentido la idea de mezclar ambos géneros está muy bien lograda, por sobre todo a través del resultado entre la conexión director/guionista.
La disposición visual de la fotografía es un punto a favor que realza la potencia de la historia, y muy por el contrario de lo que se piense, en vez de darle menos verosimilitud al producto, Forster introduce el efecto “social” en un escenario urbanizado, disfrazando el film como una comedia inteligente, fina, pero que sí hace gracia. Esto se refleja en la utilización de los elementos y las figuras adicionales en la edificación de las escenas vitales, que balancean los límites de lo que puede ser cierto y de lo que no a la perfección.
El tema de interponer un cambio radical en la vida de un tipo ordinario es más bien trivial, algo que ya hemos visto antes. Incluso, este tipo de comedias -donde la vida de un pelafustán cambia de un día para otro- siempre van adornadas de un ligero romance, que en la mayoría de las veces es, en un comienzo, sólo un complemento de la cinta, y al final termina resultando el alma de la misma. Más extraño que la ficción (aunque no sea una comedia convencional y puramente tal) tiene mucho de eso, pero justamente es eso lo que no logra convencer. Sea quizás el hecho de que a Ferrell no lo veamos integrado plenamente en un romance que tiene para constreñir una actuación un poco más a la altura, que la película a ratos nos parezca un poco plástica, más ficticia de lo que pretende ser, donde los puntos más objetivos de la misma o más apegados a la realidad estén tratados con cierta ligereza y desatino.
El caso de Maggie Gyllenhaal, como Ana Pascal, es diferente. Ella está esplendida en toda circunstancia. Una hermosa mujer de carácter fuerte, que impensablemente se abre con facilidad ante tan confuso e hilarante personaje de Ferrell. Pero cabe destacar que poco parecen importar ciertas incongruencias dentro de una película donde la historia se retuerce y reinventa sobre la misma, asombrando con un vuelo imaginativo que muy pocos guionistas y directores logran complementar. Y es dable constatarlo especialmente a través de la sensación de extrañeza y el paso a la locura que Ferell concede en su interpretación, que es de lo mejor de la película, y que así como Forster potencia el cuento de Helm con tremenda artillería visual, Ferrel lo hace con el realce de los signos de interrogación a lo ¡Qué diablos está pasando! Pero con tanto carisma que la sonrisa (y quizás hasta la carcajada) se dibuja sola en el rostro del espectador. Escenas que entrelazan diversos conceptos y tonalidades, dejando un colorido más que atractivo, ejemplo: todo el cuento de la guitarra eléctrica. De lo mejor del film.
Emma Thompson es Karen Eiffel, la escritora maniaco depresiva que inconscientemente se sitúa en el trasfondo de esta historia, una genio insoportable que no escribía libros desde hace un buen tiempo, y que para poder completar su última obra tendrá que sumergirse en una concentración bastante peculiar. Más aún cuando descubre que su personaje sí existe, y que está a merced de lo que ésta llegue a escribir. Ni siquiera el personaje de Queen Latifah, Penny Escher, una asistente editorial que a través de todos los medios posibles intenta sacar a Eiffel del agujero, logrará conseguir un soplo de inspiración.
El profesor Jules Hilbert, interpretado por Dustin Hoffman es un personaje que juega un papel sólo circunstancial y de valor narrativo en la historia. Pareciera que su afán por alabar y conocer en persona a la escritora Karen Eiffel va más allá de la ayuda que pueda otorgarle al desdichado Harold. No obstante, sin querer (queriendo) logra echarle una mano al protagonista, y la casualidad que extrañamente está planteada en esta película se vuelve a colgar en la alteración de los hechos.
Y es así como cada uno de los personajes secundarios tiene algo de primarios en ciertas fracciones de segundo, y todo se entrelaza para dar con un final, que a pesar de que esté premeditado inevitablemente, se desliga del supuesto general, porque termina como debería terminar, de otra forma sólo una parte de la película estaría bien, pero otra no, y es esencial volver a destacar que Más extraño que la ficción es una película que juega por dos bandos, y su apuesta es doblemente asertiva como comprometida, por lo que se torna indiscutidamente favorable el resultado final.
Comparando Más extraño que la ficción con otras películas de este género, que no está muy bien definido (pero… y que sin embargo todos ya palpamos apenas adivinamos ciertos conceptos que tengan relación con la imaginación y la narrativa ingeniosa), cabe destacar un punto muy importante: pareciera que el aire que se respira en Más extraño que la ficción es ciertamente producido al estilo hollywoodense, y aunque se rescata el hecho de que esté dirigida a un público más amplio, no termina de superar a la increíblemente sobrecogedora y perfecta Eternal Sunshine of the Spotless Mind. En pocas palabras: porque no lo intenta, porque es diferente, y porque es casi igual de genial, pero a su manera.
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