The Fountain
Dir. Darren Aronofsky | 96 min. | EEUU
Intérpretes: Hugh Jackman (Tomas / Tommy / Tom Creo), Rachel Weisz (Isabel / Izzi Creo), Ellen Burstyn (Dr. Lillian Guzetti), Mark Margolis (Padre Avila), Stephen McHattie (Gran Inquisidor Silecio), Fernando Hernandez (Señor de Xibalba), Cliff Curtis (Captain Ariel), Sean Patrick Thomas (Antonio).
Estreno en Perú: 27 de setiembre de 2007
Paco Pulido nos envia esta crítica, a manera de continuación de la interesante discusión que se inició en los comentarios de la crítica escrita por Jorge Esponda. Este texto retoma además las ideas que Paco planteaba en una crítica previa que escribio en el blog También los cinerastas empezaron pequeños. Que continúe la conversa filosófica.
El amor al prójimo, a la vida, y resumiéndolo: a la naturaleza (valga mencionar que naturaleza lo entendemos como un todo), lo profesan las tres religiones que existen en el mundo (cristianismo, judaísmo e islamismo). Pero no sólo las religiones, sino también las doctrinas filosóficas, en este caso la budista. Entonces, tenemos que por consecuencia, una película que adopte materias simbólicas generales, basadas en el budismo, también podrán ser entendidos por cristianos, judíos y musulmanes.
Hago esta aclaración a grosso modo porque mi colega Jorge me reclamaba que no debería de ser necesario saber o conocer de budismo para comprender los simbolismos de La fuente de la vida y que estos se den claros y cristalinos a los ojos de los que no conocen la filosofía oriental.
Es cierto que si uno conoce del budismo y conoce sus bases, se podrá disfrutar con mayor claridad los objetivos metafísicos que Aronofsky presenta en su película, pero si uno está comprometido con alguna religión (y va a parecer algo contradictorio cuando diga que no necesariamente con alguna, pues la filosofía personal también podría llevarte al entendimiento natural de las cosas), entonces sabrá comprender muchas escenas y acciones. Por ejemplo, si uno al principio no entiende que las cosas se acaban y las personas morimos, estaremos perdidos, pero si uno lo llega a comprender, pues comprenderemos el sentido de la vida (como le sucedió al doctor Creo).
Lo que también planteo yo es que podemos llegar a nuestro subconsciente mental sin obstáculos intelectuales (llamados: “religiones”). Con el simple hecho de entender que todo a nuestro alrededor se vuelve “viejo” y que se “transforma”, pues estaremos en contacto con la realidad, la realidad que la naturaleza nos lo presenta y no nos damos cuenta.
Es entendible que el simbolismo utilizado no sea tan directo, pero tampoco se le puede echar la culpa al director que no todos sean conscientes de la muerte y del amor. Más que el amor del protagonista, la muerte es la causa de toda su preocupación y recuerdos. El simple hecho de volverse naturaleza (cuando toma la sábila del árbol de la vida y le crecen flores de su vientre y al final se todo su cuerpo) a la hora de morir, representa el ciclo de la vida y eso se puede encontrar después de una pequeña reflexión personal filosófica sobre la vida y la muerte.
Mi pedido espiritual a todos mis colegas es que si no le encuentran algún sentido al simbolismo que presenta el director (que por algún motivo o razón lo presentó como lo presentó) dentro de su filme, entonces investiguen sobre la causa de la implementación de dicha acción en dicha escena. Por algo le crecen flores del cuerpo, por algo lucha para encontrar la cura, por algo acepta la muerte. La respuesta está ahí, dentro de cada gesto y cada movimiento del protagonista. La película no se queda en el aire, lo que se queda en el aire es la respuesta a la estimulación que propicia cada escena. Una estimulación que se pierde por la falta de conocimiento personal, intrínseco a toda racionalidad. Es por eso que nuestra labor como críticos de cine, es llegar a la base de cada escena y de cada acción, desenmascararla si es posible con intelectualidad (empleando doctrinas budistas), o si no, con sentido común y reflexión personal.
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