La última película terminada de Heath Ledger ha sido The Dark Knight, la secuela a Batman Begins de Christopher Nolan. La noticia de la muerte del actor ha cambiado la estrategia de marketing de la cinta, conmocionado a sus fans, y por supuesto afectado a sus amigos, como Jake Gyllenhaal o Ang Lee, actor y director de Brokeback Mountain. Así también, Christopher Nolan le dedica un sentido homenaje en un texto publicado en Newsweek, que hemos traducido de manera libre para ustedes:
Una noche, mientras estoy en la calle LaSalle en Chicago, tratando de organizar una toma para «The Dark Knight», un asistente de producción pasa frente a mí montando su skateboard. Silenciosamente, maldigo aquel momento en que Heath apareció en el set montado en su skate totalmente maquillado como su personaje. Yo temía la reacción de los fans de Batman frente un Joker en patineta, pero el resultado real fue una proliferación de skates entre los miembros más jóvenes del equipo. Si les preguntabas a esos chicos por qué habían decidido traer sus patinetas al trabajo, hubieran respondido honestamente que no sabían por qué. Eso es un verdadero carisma -tan invisible y natural como la gravedad. Eso era lo que tenía Heath.
Heath estallaba en creatividad. Estaba en cada uno de sus gestos. Una vez me contó que a él le gustaba esperar entre trabajos hasta que se sentía hambriento creavitamente. Hasta que lo necesitara nuevamente. El llevó esa actitud a nuestro set cada día. No existen muchos actores que te puedan hacer sentir avergonzado de cuan seguido te quejas de tener el mejor trabajo del mundo. Heath era uno de ellos.
Una vez él y otro actor estaban rodando una escena compleja. Teníamos dos días para hacerla, y al final del primer día, ellos habían llegado a algo y Heath estaba preocupado porque lo podía perder si nos deteníamos. El quería seguir y terminar. Es difícil pedirle al equipo que trabaje hasta tarde cuando todos sabemos que hay suficiente tiempo para terminarlo al día siguiente. Pero todos parecieron entender que Heath tenía algo especial y que teníamos que capturarlo antes que desapareciera. Meses después, me enteré que mientras Heath abandonaba el set aquella noche, agradeció discretamente a cada miembro del equipo por trabajar hasta tarde. Discretamente. Sin tratar de probar nada, solo agradecido por la oportunidad para crear que le habían dado.
Aquellas noches en las calles de Chicago estaban repletas de dobles. Esos pueden ser momentos aburridos para un actor, pero Heath estaba fascinado, aceptó impaciente nuestra invitación para subirse al carro que llevaba la cámara, mientras perseguíamos automóviles en medio del tráfico -no solo por la emoción de la persecución, sino para ser parte de ella. De todo. El llevó su laptop al auto, y ahí nos presentó dos de sus trabajos en progreso: pequeños cortos que él había hecho, que eran excitantes y aterradores. Su exuberancia hizo que me sintiera cansado y aburrido. Nunca me sentí tan viejo como cuando ví a Heath explorar sus talentos. Esa noche le hice una oferta -sabiendo que no la aceptaría- que podía venir al set cuando tuviera una noche libre para que pudiera ver lo que hacíamos.
Cuando llegas al área de edición después de rodar una película, sientes una responsabilidad hacía un actor que ha confiado en tí, y Heath nos entregó todo. A medida que empezaba mi corte, me preguntaba sobre cada toma que elegíamos, cada recorte que hacíamos. Podía visualizar las proyecciones en las que le hubiéramos mostrado el filme terminado -sentado tres o cuatro filas detrás suyo- observando los movimientos de su cabeza buscando pistas sobre lo que pensaba acerca de lo que habíamos hecho con todo lo que nos dio. Ahora esas proyecciones nunca serán realidad. Yo lo veo todos los días en la sala de edición. Estudio su rostro, su voz. Y lo extraño terriblemente.
De vuelta en la calle LaSalle, le digo a mi asistente de dirección que saque de mi vista al muchacho del skate, cuando me doy cuenta que es Heath, con su sombrero cubriéndole los ojos, aquí en su noche libre aceptando mi oferta. No puedo evitar sonreír.
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