Quintín descubre las descargas por internet, y sus ángeles y demonios
Como si estuviera descubriendo un juguete nuevo, el crítico Quintín (seudónimo de Eduardo Antín), fundador de la revista El Amante y ex director del BAFICI, anunció alborozado hace unos días en su blog La lectora provisoria su accidentada incursión al inabarcable universo de la descarga de películas desde Internet.
Quintín confiesa que ha debutado en este mundo paralelo con Sex Jack (1970), una desopilante rareza del director de culto Koji Wakamatsu, a la que califica de «primer film pornográfico marxista-leninista», y que ha seguido con las descargas a su PC de Masculino-Femenino de Jean-Luc Godard, Fixed Bayonets! de Samuel Fuller, y toda la primera temporada de la serie televisiva The Wire , de la cual se confiesa un nuevo seguidor. Aquí nos cuenta algunos pormenores:
“…Rápidamente localizamos la primera temporada de The Wire y empezamos a bajarla. Va a tardar unos cinco días. La noticia es chocante y muestra que el mundo de la descarga requiere paciencia y método, lo que casi me descalifica para ingresar en él….”
“…Broder (el crítico Diego Brodersen) recomendó dos sites muy exclusivos de donde se baja cine de autor. Uno es este y el otro es este. Pero en ninguno pude entrar: se requiere invitación, y no de cualquier usuario, sino de uno que califique para enviar invitaciones. Una frustración total. En cambio, pude asociarme a un tercero, muy bueno pero dedicado solamente al cine asiático…”
En otro post el crítico reflexiona sobre los sinsabores de su nueva experiencia:
Los sitios en Internet relacionados con las descargas, conversiones, etc., son en su mayoría atroces. Se trata de viles mercachifles que hacen el cuento del tío: aprovechando la ilegalidad general y que el objetivo de sus clientes es no pagar por los originales, ofrecen cosas gratis que luego tienen un precio. Lo que funciona es la versión paga o son directamente estafas. Frente a esto están los puros, que sostienen el noble ideal del intercambio desinteresado y la difusión de una cultura que desaparecería sin la web y sus prácticas espontáneas. Sería imposible ver cierto cine si no fuera por estos abnegados enemigos del sistema que hacen todo gratis.
Y desliza algunas conclusiones sobre este fenómeno:
Hay quien piensa (varios redactores de El Amante, por ejemplo) que la militancia cinematográfica pasa por defender y reseñar el estreno en 35 mm. de los bodrios que se estrenan cada semana. Es una idea peregrina e inaplicable fuera de las grandes capitales. Por el contrario, como suele decir nuestro amigo Arroba, el e-mule es la revancha de la civilización contra la quema de la Biblioteca de Alejandría (una gran frase). Aunque el mundo de la descarga tenga muchas provincias feas, sucias y malas. Frente a ellas, aparecen estas mutuales de intercambio.
El nuevo hábito del crítico ha generado entre sus lectores toda una avalancha de comentarios, que van desde recomendaciones a nuevos sitios “download” hasta consejos útiles para acelerar y optimizar sus próximas descargas.
Llama la atención la postura y franqueza de Quintín sobre una práctica bastante frecuente al interior de los circulos de críticos, aunque reconocida casi a media voz. ¿Algún integrante de la crítica local se animaría en seguirle los pasos, o por lo menos en declarar públicamente que de vez en cuando ronda por el pasaje 18 de Polvos Azules?
Frente a este dilema cinéfilo-existencial, mejor recordar la frase de Bob Dylan que Quintín cita en su post como una declaración de principios: “But to live outside the law, you must be honest”.
Extra: El número de febrero de la edición argentina de Rolling Stone trae un extenso informe sobre las consecuencias del “download” en el país austral, donde casi un centenar de usuarios han sido notificados a pagar hasta 12 mil pesos por bajar y compartir música en la red. ¿Los próximos serán los que intercambian filmes on-line? El artículo se puede descargar (sin sanciones de por medio) desde aquí.
Deja una respuesta