Lords of Dogtown
Dir. Catherine Hardwicke | 107 min. | EE.UU. – Alemania
Intérpretes: Emile Hirsch (Jay), Victor Rasuk (Tony Alva), Rebecca De Mornay (Philaine), John Robinson (Stacy), Michael Angarano (Sid), Nikki Reed (Kathy Alva), Johnny Knoxville (Topper Burks), Heath Ledger (Skip)
Estreno en España: 22 de julio de 2005
Partiendo del documental Dogtown and Z-Boys (2001), del famoso patinador y hoy cineasta Stacy Peralta, la directora Catherine Hardwicke transforma en cine la historia real de tres jóvenes skaters que inicialmente ansiaban ser surfistas y que al final terminan haciendo de las suyas sobre sus patinetas, arrasando con todo lo que se les cruzara en su camino por las calmosas calles de Dogtown, en California. En el elenco descubrimos la solemne presencia del reciente fallecido Heath Ledger, en un breve y riguroso papel que en primera instancia asume sin mayor dificultad y que más adelante eleva tenuemente en su nivel interpretativo.
Los amos del Dogtown es el resultado de un prolijo estudio sobre el mundo del skateboarding de la década de los setenta. Partiendo del documental Dogtown and Z-Boys (2001), del famoso patinador y hoy cineasta Stacy Peralta, la directora Catherine Hardwicke transforma en cine una historia real, y entrega un trabajo ligado a un convencionalismo más bien regular, que gracias a una cuidada puesta en escena, debido en parte a la estupenda fotografía de Elliot Davis, ha logrado captar la satisfacción colectiva de los amantes de la vieja escuela del skateboarding.
La película cuenta el paso a la fama –con la posterior deformación turbulenta– y la conversión en leyendas de Jay Adams (Emile Hirsch), Tony Alva (Victor Rasuk) y del propio Stacy Peralta (John Robinson), tres jóvenes skaters que inicialmente ansiaban ser surfistas y que al final terminan haciendo de las suyas sobre sus patinetas, arrasando con todo lo que se les cruzara en su camino por las calmosas calles de Dogtown, California.
Estos chicos nunca dejaron de pensar en el surf. Tan es así que le deben el descubrimiento de una técnica revolucionaria que consistió en llevar el skate al terreno de las ondulantes rampas de las piscinas vacías de la ciudad en las temporadas de sequía. Digamos que los muchachos estuvieron en el momento y lugar oportunos para trasladar las técnicas del surfing a tierra firme. Con esto no demoraron en hacerse famosos, en vender tablas y productos con sus nombres, y en prostituirse al mundo de las compañías. Como se estila en cualquier biopic artístico, el poder de la gloria popular corrompe a los protagonistas.
Si el lector es adepto a este deporte, la película seguramente le resultará extraordinaria. Hay un especial cuidado en las escenas de acrobacias que por momentos dejan la sensación de que el resto de la historia fuera sólo una artimaña para exhibirlas. Hay tomas francamente muy bien logradas, donde la edición juega un papel subordinante encajando a la perfección el constante ruidillo de los tracks con excelentes canciones de aquella época, tales como «Hair Of The Dog» de Nazareth, «Iron Man» de Black Sabbath, «Space Truckin» de Deep Purple, «20th Century Boy» de T.Rex, «Fire» de Jimi Hendrix, entre otras que se escuchan en los momentos más acertados del filme.
Pese a estos aciertos, Los amos del Dogtown es una película sin norte, que tiende a desorientar en casi todo su metraje. Se empeña exclusivamente en exponer el talento de este trío de muchachos que no hacen otra cosa que machacarnos sus acrobacias y vanaglorias, como si fuera la única carta que tuvieran escondida bajo la manga. Del mismo modo, las burdas, sosas, innecesarias y hasta histriónicas actuaciones y “cameos” del resto del reparto desnivelan una insustancial trama que termina languideciendo.
Sin embargo, en el elenco descubrimos la solemne presencia del reciente fallecido Heath Ledger, en un breve y riguroso papel que en primera instancia asume sin mayor dificultad y que más adelante, en el cuarto de hora final, eleva tenuemente en su nivel interpretativo. Su entrañable personaje de Skip es algo así como la figura paternal de los chicos, el desgastado modelo a seguir. En el momento en que ellos discuten si cruzan o no la inmaculada línea de respeto que, a duras penas, mantienen en su trato con Skip, el filme desarrolla un efectivo y certero uso del razonamiento crítico, como si fuera la chispa que enciende una luz en la oscuridad narrativa, aunque es una pena que ocurra hacia el final de la historia.
En conclusión, Los amos del Dogtown resulta una buena opción para lidiar con una aburrida tarde de verano. Al final de cuentas, de tantos giros sobre el monopatín, de tanto rock crudo sonando constante y gloriosamente de fondo, y de tanto deslumbrante colorido que le debe a su atractiva puesta en escena y dirección artística, su propuesta, poco a poco y de algún modo, nos termina persuadiendo como a cualquier skater.
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