La cartelera de estas semanas presenta atípicamente variadas opciones por la cercanía de los premios Oscar, si a eso le sumamos un día tan comercial como el de San Valentín, el abanico de títulos en las marquesinas se vuelve más grande aún. Revisamos lo que se escribió en la semana, comenzando por los que hablaron de amor con El amor en los tiempos del cólera.
A ella, Ricardo Bedoya le dedica unos párrafos en el especial sobre el amor de El Dominical del domingo pasado:
Los diálogos de la película repiten líneas de la novela de García Márquez en una ilustración trabajosa del texto de base. El tratamiento, de un alargado academicismo caligráfico, sepulta, bajo toneladas de maquillaje, afeites y prótesis, cualquier pasión, afecto, sentimiento o avidez erótica por el cuerpo y la presencia de los actores. El amor, en este filme, está en las frases dichas, pero no en sus imágenes y sonidos. El amor es tema, motivo, texto dicho, intención proclamada y frase hecha, pero nunca es mirada.
Luego revisa clásico como Jules y Jim o Muerte en Venecia. De la primera escribe:
Jules et Jim (1962), esa película sobre el «amor de a tres», es la gran celebración del erotismo en todas sus fases: el entusiasmo inicial; el frenesí de la conquista; las tensiones de los celos; la normalidad de la vida en pareja; la separación por la guerra; la perturbación por la llegada del «otro»; la alternativa de la ruptura; el momento del duelo y la soledad.
Siempre sobre la adaptación del Gabo, en Caretas, Maribel De Paz se despacha unas líneas sobre la cinta:
Era inevitable: los clamores de Shakira acompañando el viaje demencial de Fermina Daza arreada por su padre a lo largo de la selva caribeña no podían traer consigo el olor de las almendras amargas con que Gabriel García Márquez perfumó El Amor en los Tiempos del Cólera. En medio del cine y el aroma a canchita, acaso el cantar de la colombiana logre remitir a un vaso de Pepsi Cola.
Escribiendo de otros demonios, que no el amor, Raúl Cachay escribe en El Comercio sobre Cloverfield y su monstruo, del que si no se ha enamorado, por lo menos le ha caído en gracia:
J.J. Abrams ha hecho muy bien el trabajo: en la era de YouTube, en la que vivimos obsesionados con registrarlo todo, no está mal que de vez en cuando nos caiga un monstruo horroroso para sacudirnos de la modorra. No es una gran película, tampoco un ‘bluff’: «Cloverfield» es una experiencia sensorial breve y contundente, que para nada ha redefinido el género del terror pero que, al menos, nos ha regalado unas cuantas imágenes indelebles y un mostrito de antología. No está mal.
Por su parte, Enrique Silva de Correo se apunta a escribir de la violenta Sin lugar para los débiles, que entra en cartelera hoy. Le ha gustado mucho.
Todos estos elementos se conjugan en Sin lugar para los débiles, la nueva cinta de los hermanos Joel y Ethan Coen, quienes a partir de una novela de Cormac McCarthy nos sumergen en una aventura absolutamente cínica, corrosiva y demoledora. (…) Un cuento que tiene de macabro y de humor negro, en el que no parece faltar ni sobrar nada, perfectamente calculado en todas sus posibilidades narrativas.
Y en su columna en La República, Federico de Cárdenas escribe sobre Michael Clayton, que no le ha convencido:
En este su debut fílmico, [el director] Gilroy no toma mayores riesgos que el diseñar atmósferas opresivas y suntuosas, unos villanos que lo son demasiado y una trama que nos da la impresión de haber visto decenas de veces, lo cual se traduce en una cierta tiesura en la puesta en escena y un desenlace demasiado abrupto para los poderes fácticos que hemos visto actuar de modo tan brutal e impune. Sin embargo, si Gilroy logra liberarse de este envaramiento (…) y de esta laboriosa voluntad de corrección, acaso podría lograr una libertad que esta cinta no posee.
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