Como un oasis en medio de nuestra desértica cartelera, aparece la temporada del Oscar para refrescarnos durante un tiempo. Los críticos no se dan abasto para hablar de tantas películas, que seguro saldrán de cartelera prontísimo. Disfrutemos mientras podamos, y revisemos lo que se escribió en la semana, comenzando por una favorita para estos premios, No Country for Old Men:
En Expreso, Raúl Lizarzaburu señala que la cinta de los Coen es de visión obligatoria, se pasará lista:
En este filme no hay muchos diálogos y sí muy poco que se pueda considerar convencional. (…) Pero los Coen saben manejar el asunto y dan un tratamiento estético inusual a la violencia, a la sangre, a la muerte.
El trabajo del español Bardem es excepcional, bien secundado por Brolin (en buena racha luego de “Gángster americano”) y el experimentado Jones. (…) «Sin lugar para los débiles» queda de este modo como un filme de visión obligada.
Alonso Izaguirre de Perú 21, asiente, también que la cinta es extraña y buena por igual:
Los hermanos Coen, cuya propuesta como realizadores siempre ha apuntado a reformar las convenciones cinematográficas -como el género-, no se abandonan ante el registro grave. Eligen para la encarnación del mal a Anton Chigurh -interpretado por un Javier Bardem al que solo cabe admirar en su grandeza-. (…) Sin lugar para los débiles es un trabajo impresionante; curiosamente, y debido a los niveles de confusión moral que exhibe, su historia podría no ser tan extraña a nuestra propia realidad. Los Coen han retomado su nivel.
Desde su blog La Soga, Alberto Servat se encarga de esta cinta, y de cuatro películas más. Un apunte de cada una:
[No Country for Old Men] Solo los Coen son capaces de crear una atmósfera tan siniestra en los espacios abiertos de un desierto. La mirada irónica que comparten sirve también para suministrar una aparente nota absurda en la historia pero que revela la condición humana en su dimensión más miserable. Nada escapa a ello: ni los seres aparentemente ajenos a las ambiciones que provocan el baño de sangre, como la esposa de Moss (Kelly MacDonald), o el principal agente de la ley de la zona, el sheriff Bell (Tommy Lee Jones). Magnífico guion, el mejor del grupo sin duda.
[Expiación] Admirable narración de una historia de amor interrumpida por una mentira, los prejuicios sociales y una coyuntura histórica de la que es imposible escapar. Joe Wright toma con suma delicadeza sus elementos y traza un conmovedor cuadro en el que los amantes se someten a su destino. Hay una valiosa intención de enfocar con originalidad cada momento de la historia, asumiendo diferentes puntos de vista y conduciendo todo hacia un epílogo revelador.
[Michael Clayton] Muy correcta puesta en escena a cargo de Tony Gilroy, capaz de dar una vuelta casi imperceptible sobre los hechos e introducirnos en los miedos de sus perotagonistas con buen oficio. Me molesta un poco el tono moralista que se impone al final, aunque no descalifica una buena película.
[El amor en los tiempos del cólera] El británico Mike Newell nos ofrece una carnavalesca interpretación de la novela de García Márquez donde lo sublime se convierte en ridículo y la cólera se justifica con creces. No hay nada en el romance de Florentino (insufrible Bardem) y Fermina (Giovanna Mezzogiorno) que parezca real, menos conmovedor.
[American Gangster] Todo en el filme luce auténtico, principalmente las relaciones, que forman el aspecto más difícil en cualquier producto cinematográfico. Lo único que me perturba, y se lo dije a Ridley Scott en una entrevista, es que aunque la película condena a Lucas finalmente lo mira con simpatía. ¿Doble moral?
[Cloverfield] Ninguna otra película en los últimos me ha despertado sentimientos encontrados tan extremos como esta película. En principio porque, pese a cualquier análisis racional, me dio miedo. (…) El filme llega a los extremos de los tolerable… huídas, rescates, ataques, etc… y, claro, el análisis final no es siempre el más positivo. ¿Estamos frente a una idiotez? Puede ser. Pero, de ser así, ¿somos idiotas por creernos y exaltarnos frente a esa idiotez? La palabra que resume este fenómeno es FASCINANTE. Un ejercicio como pocos y que espero entender próximamente.
Siguiendo ese ejemplo y antes de que salgan de cartelera, Ricardo Bedoya se apunta con Clayton y Cloverfield en El Dominical. Primero habla del monstruo:
Puro «alto concepto», la cinta de Matt Reeves es un artefacto construido según reglas de producción, distribución y mercadeo probadas antes: junta el relajo juvenil seguido de tensión grabada «en directo» de El proyecto de la bruja de Blair con la apariencia de los registros de las pequeñas cámaras digitales de los testigos del 11 de septiembre. (…) Si los veinte primeros minutos impresionan, lo que sigue es menos atractivo, con la excepción de la lograda escena del ataque de los monstruos-arañas en el metro. La cámara subjetiva se agota y termina por agotar a los espectadores. (…) El procedimiento limitado al recurso único del movimiento del campo visual, más o menos agitado según crece o disminuye el riesgo, se convierte en pie forzado y, al final, en efecto socorrido. La identificación con la mirada del camarógrafo anula otras visiones y comprensiones de lo que ocurre.
Y luego del abogado:
Pero Michael Clayton no se reduce a una intención. Los logros son de atmósfera y tratamiento. Es un thriller oscuro, de ambientes fatigados, con un George Clooney que juega al glamour del descuido personal, las ojeras, la ludopatía, las deudas jugosas, y del aspecto depresivo, cargado de mala conciencia. Es un espectro más en un mundo de personajes fantasmales, que viven por procuración, como portavoces o fantoches de un capitalismo enfermo que lo corroe todo. La fotografía de la película, en grises y verdes oscuros, parece rociada por el insecticida fatal, como sugiriendo que la polución está en todos lados.
Siempre en El Comercio, Raúl Cachay se encarga de otra más en cartelera Expiación:
Los puntos de vista se confunden y superponen, los planos narrativos pendulan entre la ficción y la metaficción, pero todo eso es planteado de una forma tan diáfana que no existe lugar para la confusión: hay que estar hecho de piedra para no sentirse genuinamente tocado por las desventuras y tribulaciones de estos personajes estoicos y minuciosamente humanos. (…) Pero, más allá del pertinente romanticismo de su argumento, la película también nos enfrenta a otros temas cruciales, como el peso de la culpa, (…) una cinta que no solo recoge el temperamento y las atmósferas de la novela de Ian McEwan, sino que también las proyecta hacia nuevos horizontes con un despliegue audiovisual casi portentoso.
En Correo, Enrique Silva también escribe de esta película sobre la culpa:
El realizador Wright abre acertadamente la novela de McEwan a la exploración de sus múltiples aristas, ilustrando los acontecimientos tanto desde la imaginación de Briony como desde la propia realidad de los hechos, alterando las perspectivas con el preciso objetivo de enriquecer la dramatización. Y aun cuando el melodrama termina imponiéndose en todo su rigor, Wright sabe manejarlo con la sobriedad suficiente, sin sobreexponerlo.
Por último, José Tsang de Caretas se encarga de los culpables de esta cantidad de películas: Los Oscar, escribiendo de dos favoritas There Will Be Blood y No Country For Old Men:
En ambas hay algo de todo esto, pero cualquier ‘pero’ es omitido al ver cómo dirigen sus directores, con una seguridad milagrosa para estos tiempos caóticos de YouTube. En contra de P.T. Anderson está su complejo de enfant terrible: es apenas su cuarto filme. (…) [En el film de los Coen] esa oscuridad de una Norteamérica atroz podría convertirse en una debilidad para la conservadora Academia. (…) A los entendidos enfermizos: esta vez los Coen son más clásicos, mientras Anderson suelta toques de movimientos largos de cámara (el ‘ondero’ plano-secuencia). Pero quizá tanta sangre asuste, lo que beneficiará las más dietéticas Michael Clayton, Juno y Expiación, los otros filmes en la cantera a Mejor Película.
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