El paseo por lo «real maravilloso» debe haber sido una experiencia literal en el caso de Giacomo Casanova. Federico Fellini, dicho sea de paso uno de los directores más laureados en la historia del Oscar (4 en competencia y uno honorario), se obsesionó con el sibarita pero erudito personaje y le dedicó una de sus más fascinantes películas. Todo en su cine tiene de gran carnaval o extravagante mosaico pero en su Casanova se dio el placer de representar uno con todos los lujos de una superproducción. En este pequeño pasaje vemos este ritual espectáculo de disfraces y máscaras apenas como preámbulo de todas esas andanzas, fugaces placeres y perennes melancolías de las que será protagonista el personaje interpretado magistralmente por Donald Sutherland:
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