La cartelera continúa por sus quince minutos de relativa y oscarizada variedad. Los críticos dedican sus espacios principalmente a Petróleo sangriento, la nueva entrega Burton-Depp, Sweeney Todd, y todavía se abunda sobre la gran ganadora de la estatuilla dorada, Sin lugar para los débiles.
Enrique Silva publica en Correo su visión de Petróleo sangriento:
Desde las primeras imágenes, en las que vemos a un taciturno Plainview dedicado a la faena de extracción del preciado oro negro, entendemos que estamos ante un sujeto particularmente extraño, que poco a poco iremos conociendo en toda su reveladora dimensión. Solitario a pesar de adoptar a un niño que usará astutamente en sus negocios, ambicioso hasta límites patológicos, proclive a albergar el mayor de los odios hacia sus semejantes, sobre todo si se le enfrentan, e incapaz de establecer ninguna relación con nadie, a menos que convenga a sus intereses.
Igualmente, Raúl Lizarzaburu opina sobre la cinta de Paul Thomas Anderson en Expreso:
una omisión notoria de los señores de la Academia fue no incluir la extraordinaria partitura de Jonny Greenwood, guitarrista y tecladista de la banda de rock Radiohead, en la lista de nominados siquiera: la música va de la mano con las imágenes del filme, desde sus largos planos secuencia en el desierto hasta aquellas de marcada carga dramática (otras rayan en el humor negro y hasta en el absurdo, como la escena en la iglesia); una realmente excelente es la del incendio, por ejemplo.
Por su parte, Ricardo Bedoya agrega en El Dominical:
Petróleo sangriento hace del desequilibrio, la disonancia y la cercanía a lo físico, orgánico y corporal, rasgos de estilo. En las dos horas y media de proyección que restan seguimos viendo la obstinación por el trabajo mientras la dimensión épica inicial va ciñendo su espacio y restringiendo el territorio hasta concentrarse en el retrato de Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis), el hombre al que vimos trabajar al inicio, que ahora vive en un permanente enfrentamiento con el mundo.
Y en ese mismo texto, se encuentra su juicio sobre Sin lugar para los débiles, que lo amplía en Páginas del diario de Satán:
En No es lugar para los débiles -adaptada de una novela de Cormac McCarthy, pero lejos de ser una ilustración tradicional- la referencia al OK Corral no es una ubicación geográfica precisa, sino la alusión a un escenario desaparecido, un «topos» que sólo existe en la leyenda y el imaginario del Oeste.De eso trata la cinta de Joel y Ethan Coen: de un lugar imposible y de unos códigos de conducta que se disolvieron en el tiempo. “Es un asunto de ética”, como proclamaba un personaje al inicio de De paseo a la muerte (Miller’s Crossing). Al sur de Texas, la integridad de Henry Fonda no existe más.
De otro lado, Sweeney Todd es revisada en La República por Federico De Cárdenas:
Burton es uno de los cineastas más talentosos de hoy y su traspaso de la obra a la pantalla no es una mera traducción. La puesta en escena burtoniana potencia el clima de artificio y de exceso del musical (para ello Depp y su actuación distanciada y perturbadora resultan perfectos), trabaja tiempos paralelos sin desmentir la ilusión cinematográfica ni el carácter revulsivo de la pieza, cuya ferocidad no nos es amortiguada.
Alonso Izaguirre también habla, en Perú 21, de la fantasía de Tim Burton:
Burton no puede controlar esa mirada sarcástica que suele desplegar sobre sus criaturas. Por ello, en algunas ocasiones, las melodías y canciones reproducen una atmósfera que contrasta con las acciones de los personajes. Vean sino la secuencia en la que Todd recuerda a su hija Johanna entonando una balada, mientras corta gargantas provocando ríos de sangre.
Finalmente, Alberto Servat completa el bloque de Sweeney Todd en el blog La soga, de El Comercio:
En “Sweeney Todd” es la música el principal ingrediente y Sondheim suena en gran forma, pese a las pobres voces de los actores principales. Pero no importa si Johnny Depp o Helena Bonham-Carter no son buenos cantantes, porque sus actuaciones cubren cualquier vacío. Sobre todo Depp, especialista en conmovernos y hacernos reír a la vez. Y, entre los secundarios, Sacha Baron Cohen ofrece una divertida interpretación de Pirelli.
Y además, en el mismo post, opina sobre Desapareció una noche, la opera prima de Ben Affleck:
Desapareció una noche tiene un desarrollo que se va alejando del policial para acercarse más al drama con consciencia social, sobre todo a medida que los personajes se van revelando en toda su humanidad y dejando muy en claro el nivel de corrupción y amoralidad de la sociedad contemporánea. Una sociedad donde las leyes fallan porque no se ajustan a los casos concretos y donde cada quien intenta imponer justicia.
27 bodas, un filme descartable:
La obsesión por el matrimonio ha nutrido a un buen grupo de películas, especialmente comedias, y el asunto parece no agotarse. Pero, claro, para retomar un asunto tan trillado se necesita un buen guion, suficientemente imaginativo para no repetir únicamente los clichés, sino recrear las situaciones con ingenio. No sucede esto en “27 Bodas”, una cinta totalmente prescindible
Y Juego de poder, la nueva cinta del veterano Mike Nichols:
No puedo dejar de sentirme decepcionado por esta sátira política firmada por un autor de la talla de Mike Nichols. La verdad es que esperaba mucho de una cinta como esta, en la que un realizador que en el pasado ha sabido ser agudo, creativo y nada complaciente, podía plasmar no solamente sus puntos de vista sobre algunos aspectos de la política exterior de la Casa Blanca sino también una huella cinematográfica bastante especial. No lo hace en ninguno de los dos planos.
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