Dir. Alejandro Fadel, Martín Mauregui, Santiago Mitre y Juan Schnitman | 110 min. | Argentina
Intérpretes:
Leonora Balcarce (Sofia), Luciano Cáceres (Pedro), Soledad Cagnoni (Laura), Augustín Mendilaharzu
Estreno en Perú: 15 de marzo de 2007
Desde el arranque, El Amor (primera parte) nos alerta que la historia que veremos no tendrá un final feliz. Dividida en episodios que aluden a las diversas estaciones del sentimiento amoroso (desde el flechazo hasta el no va más), el film desarrolla el recuento cronológico, objetivo, kitsch y nostálgico del amor que hubo entre Sofía y Pedro en el transcurso de dos años. Esquivando con humor, verismo e inteligencia los lugares comunes, el valor de esta película reside en que reconstruye con sensibilidad cinematográfica fragmentos de vida para que cada uno formule sus propias conclusiones sobre el amor, ese tren que pasa.
Desde el arranque, El Amor (primera parte) nos alerta que la historia que veremos no tendrá un final feliz. Eso sí, habrá un ramillete de situaciones felices y otras que no lo son tanto (como ocurre en el amor) que cada uno, de acuerdo a sus vivencias personales, reconocerá como propias, o, según su grado de cinefilia, identificará prestadas (o robadas) de decenas de películas que se han rodado sobre el asunto en cuestión. Dividida en episodios que aluden a las diversas estaciones del sentimiento amoroso (desde el flechazo hasta el no va más), el film desarrolla el recuento cronológico, objetivo, kitsch y nostálgico a la vez del amor que hubo entre Sofía y Pedro -profesionales independientes, veinteañeros y porteños- en el transcurso de dos años.
En la narración de los hechos (siempre en off) se intercalan los comentarios de la pareja protagónica y de un narrador, además de deliciosos insertos animados que intentan explicarnos en forma didáctica sobre la química que moviliza al impulso amoroso. A la batería de recursos expresivos de la película se suman fotogramas e incluso un clip musical. Pero como ocurre con el buen cine, la historia básicamente se cuenta con imágenes. Aquí no hay lugar para rollos, sean diálogos brillantes a lo Linklater o sentencias culturosas a lo Subiela, ni para la autoindulgencia que lastra, por momentos, una cinta afín a las vicisitudes del amor juvenil en Buenos Aires como Capital.
El Amor tiene la apariencia de un docudrama. Su mirada documental da cuenta del nacimiento y fin de una relación y de la cotidianidad en la que ésta transcurre. Los interiores del departamento donde convive la pareja se encadenan con los exteriores de una ciudad convertida en caja de resonancia de los afectos compartidos. Es una mirada cómplice, luminosa, amable en los días felices; y distante, fría, en sordina, cuando el amor se acaba. Conforme el vínculo se va desgastando los recursos exógenos dan paso al registro dramático de rostros, gestos y miradas de los protagonistas, escrutados por una cámara que los encierra y aísla. Dan fe de esas modulaciones las impecables actuaciones, con cierto aliento truffautiano, de Leonora Balcarce y Luciano Cáceres, fotogénicos, divertidos y conmovedores en sus respectivos roles.
Del mismo modo que con UPA! Una película argentina, la dirección de El Amor fue una experiencia colectiva. Lo singular del asunto es que los cuatro involucrados (Alejandro Fadel, Martín Mauregui, Santiago Mitre y Juan Schnitman) concibieron el guión, y luego cada uno lo rodó todo, con su propio estilo y por separado. La única condición que se impusieron fue de que cada autor no filmara aquellas partes del guión que hubiera escrito. Al amalgamar todos estos ingredientes diversos en una obra coherente y homogénea, la cinta devino en un insólito y exitoso proyecto de realización democrática, todo un gesto político a contracorriente de las convenciones de producción del cine argentino.
Esquivando con humor, verismo e inteligencia los lugares comunes y las cuestiones prototípicas del cómo se desenvuelve una relación (aquí no hay respuestas del porqué las cosas se van al carajo), el valor de esta película reside en que reconstruye con sensibilidad cinematográfica fragmentos de vida para que cada uno formule sus propias conclusiones sobre el amor, ese tren que pasa.
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