There Will Be Blood
Dir. Paul Thomas Anderson | 158 min. | EEUU
Intérpretes: Daniel Day-Lewis (Daniel Plainview), Kevin J. O’Connor (Henry Brands), Ciarán Hinds (Fletcher Hamilton), Dillon Freasier (H.W. Plainview), Barry Del Sherman (H.B. Ailman), Russell Harvard (H.W. Plainview adulto), Colleen Foy (Mary Sunday adulta), Paul F. Tompkins (Prescott), David Willis (Abel Sunday), Paul Dano (Paul Sunday / Eli Sunday), Sydney McCallister (Mary Sunday), David Warshofsky (H.M. Tilford), Tom Doyle (J.J. Carter), John Burton (L.P. Clair), Hans Howes (Bandy)
Estreno en Perú: 22 de febrero de 2008
Una cinta como Petróleo sangriento puede ser difícil de encarar al principio, resulta por momentos tan sofocante como su personaje. Paul Thomas Anderson pone en escena la épica historia de un magnate del petróleo de comienzos del siglo XX, interpretado por Daniel Day Lewis. El dinamismo de las imágenes de PT Anderson y el poderoso score compuesto por Jonny Greenwood sumergen al espectador en el nacimiento de una nación, cuyo poderío brotó de las entrañas del desierto de California, escenario de reminiscencias bíblicas y metafóricas donde capitalismo y religión entablaron una retorcida alianza cuyas repercusiones vemos en la Norteamérica de hoy, y donde los únicos enemigos son el Hombre y Dios.
Paul Thomas Anderson pone en escena la épica historia de un magnate del petróleo de comienzos del siglo XX. Con un elenco relativamente pequeño en comparación a sus previos trabajos mosaicos como Boogie Nights y Magnolia, Anderson decide concentrarse en la linealidad que otorga la historia de su personaje principal, Daniel Plainview, interpretado por Daniel Day Lewis. De esta forma, el espectador vive con el personaje el transcurso de sus años, acompañándolo en el descubrimiento y apropiación de tierras donde abunda el oro negro, y aprendiendo cómo funcionan las reglas en el mundo del negocio petrolero.
Daniel Plainview es un “bigger than life”, es el inmenso protagonista al que impulsan la rabia, la codicia y el lado oscuro del poder. Su desbordante personalidad moldea la estructura de la película como un plan siniestro, detalladamente expuesto, que suprime el tiempo real para trasladarnos al tiempo del personaje. Una cinta como Petróleo sangriento puede ser difícil de encarar al principio, resulta por momentos tan sofocante como su personaje. Lo recomendable es que el espectador se deje llevar por sus casi tres horas de duración.
Plainview desea encontrar más tierras petroleras, entonces aparece Paul Sunday (Paul Dano) quien le ofrece unas propiedades cuyos dueños son míseros campesinos que no tienen idea de su valor; el único que se opone a sus planes es el predicador del pueblo Eli Sunday (hermano gemelo de Paul, encarnado también por Dano) quien no venderá las tierras a menos que Plainview se una con él en la expansión de su religión. En 1911, convertido en uno de los hombres más poderosos de California y enfrentando tragedia y traición, Daniel no pierde concentración en su negocio y sigue fiel únicamente a sus manejos con el “océano de petróleo” que yace debajo de sus pies.
Plainview no tiene ningún tipo de relación romántica, lo cual lo diferencia del típico “self made man”, personaje arquetipo del sueño americano. Mantiene un atípico lazo sentimental con su hijo adoptivo H.W. (Dillon Freasier) a quien entrena como buscador de petróleo y como su probable sucesor en la compañía. Más adelante, vemos que el niño no sirve más que para darle a Plainview la ilusión de ser un “hombre de familia”. Cuando H.W. queda sordo a raíz de un accidente, se convierte en una carga con la que su padre no podrá lidiar. La relación entre ambos personajes es retorcida, agitada, y revela la incapacidad de Plainview para amar y confiar en los demás. Cuando un supuesto medio hermano, Henry (Kevin J. O’Connor), aparece en escena con deseos de trabajar con él, ya sabemos de antemano cómo será su destino al lado del iracundo y desalmado Plainview.
El dinamismo de las imágenes de PT Anderson y el poderoso score compuesto por Jonny Greenwood sumergen al espectador en el nacimiento de una nación, cuyo poderío brotó precisamente de las entrañas del desierto de California, escenario de reminiscencias bíblicas y metafóricas donde capitalismo y religión entablaron una retorcida alianza cuyas repercusiones vemos en la Norteamérica de hoy, y donde los únicos enemigos son el Hombre y Dios, dos temas que destacan en la brutal última escena en la que Plainview prácticamente se venga de ambos y satisfecho declara en su última línea: “Ya he terminado”.
La actuación de Daniel Day Lewis es magistral y evoca por momentos a los grandes antihéroes de los años dorados del cine hollywoodense como Charles Foster Kane o Shane. Lo que diferencia a Plainview de estos nombres es su sorprendente ambigüedad, el espectador jamás imaginaría sentir algún tipo de simpatía por un personaje así, pero el director toma este hecho como un gran desafío, sacude nuestra integridad y cuestiona nuestra moral. En cambio, la actuación de Paul Dano aunque sorprende, se complica algo con la decisión de encarnar a dos personajes como hermanos gemelos, lo cual podría llevar a la confusión a los espectadores. En verdad, el joven actor no muestra características que nos ayuden a diferenciarlo de su “gemelo”, con lo que perjudica su interpretación.
Pese a todo, There Will Be Blood es una medalla de oro para el cine americano contemporáneo. Utilizando el gran presupuesto de Paramount, Paul Thomas Anderson hace que cada dólar invertido valga más de lo que estamos acostumbrados a recibir de una cartelera comercial dominada por el “box-office”. Y confirma la valía de un director complejo y original, uno de los más talentosos e importantes de nuestro tiempo.
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