Hoy encontramos en El Dominical de El Comercio, un extenso y más que destacable artículo de José Carlos Cabrejo sobre el cine que se hace en el Perú, pero fuera de Lima. En él, Cabrejo hace un recorrido por las distintas vertientes desarrolladas en las provincias a través de las últimas producciones que se han podido apreciar en la capital -que por lo visto, no es el Perú en lo que se refiere a produccion audiovisual- gracias a los esfuerzos del Centro Cultural Cafae-SE y la Asociación de Prensa Cinematográfica (Apreci) que realizó una muestra en diciembre de 2007.
El rincon de los inocentes, Palito Ortega nos cuenta
la versión ayacuchana de conflicto interno
En el artículo se reconoce que muchas -o todas- son películas con problemas de construcción narrativa, producción pobre y deficiencias actorales; pero no están exentas de atractivos, momentos impactantes; en los que incluso las falencias se convierten en virtud. De Ayacucho, destaca por ejemplo Gritos de libertad (2003), de Luis Enrique Berrocal, en su recuento del conflicto armado interno:
Sin lugar a dudas es la visión más descarnada y violenta que el cine nacional alguna vez ha dado del conflicto entre las Fuerzas Armadas y Sendero Luminoso. El largometraje adolece de problemas de doblaje y actuación, de efectos especiales rudimentarios y de falta de continuidad (raccord) entre los encuadres. No obstante, ese acabado artesanal le otorga, por momentos, un verismo escalofriante. Lo que exhibe Gritos de libertad es una geografía sobrecogedora del cuerpo. (…) Es un desfile de imágenes de seres humanos flagelados, mutilados, humillados hasta la cosificación.
La casa Embrujada de Joseph Lora, una película de terror en Puno
También ahonda en el cine de terror que refleja los mitos y creencias populares de distintas regiones del país. La lista de cintas de este género es larga: Jarjacha, el demonio del incesto (2002) del ayauchano Mélinton Eusebio; El misterio de Kharisiri (2004) del puneño Henry Vallejo; El Tunche, misterios de la selva del huancaíno Nilo Inga; Mónica, más allá de la muerte (2006), de Roger Acosta de Arequipa. Sobre La Casa Embrujada (2007) del juliaqueño Joseph Lora, Cabrejo dice:
Joseph Lora es un director que supo aprovechar el folclore de su pueblo para dar vida a ciertas imágenes de poderosa y vibrante fantasía. Sin embargo, como ocurre con otras películas del cine regional, La Casa Embrujada se desploma cuando sus actores gestualizan y verbalizan con impostada exageración, en medio de toscos problemas de raccord.
Y si hay terror, también hay comedia, como en La maldición de los Jarjachas 2 (2003), parodia del mito realizado por Palito Ortega o El encuentro de dos mundos, la otra cara (2007) del cajamarquino Héctor Marreros, de la que escribe así:
Parodia de la conquista del Perú, con españoles que visten jeans y zapatillas e incas que utilizan celulares. Este largometraje posee un humor estrafalario, que se sustenta en apelar a referentes propios del mundo contemporáneo una y otra vez, mecánicamente, sin más recursos que ello, hasta el hartazgo. No pasa de ser un calco de aquellos sketches que se burlan de las películas de moda a través de programas como Risas de América.
Minimalismo: Los actores de Omar Forero
También le da espacio al cine atípico, o digamos fuera de los géneros más marcados, como la trujillana Los Actores (2006) de Omar Forero, de la que comenta:
Más próxima al uso conceptual del espacio y a los tiempos muertos de Antonioni. Tiene imágenes bien compuestas, que consiguen representar la idea de estar ante personajes al borde del aislamiento o la errancia. Sin embargo, la pobreza de algunas actuaciones, así como la inverosimilitud y redundancia de los diálogos, hacen que el largometraje naufrague.
Por último, pero no por ello menos importante, destaca el trabajo de DIP y su caravana documental en la divulgación y generación de documentales, trabajo encomiable que da frutos sorprendentes, por su tratamiento cinematográfico. Destaca por ejemplo el corto arequipeño de Vicky Arias, Retazos (2006), o el corto cusqueño Yanantín (2007), de Lilian Ossco.
Este es un gran recuento que, aun con el desarrollo y producción que puede observar, no deja de prestarse a los cuestionamientos:
¿Acaso el cine regional no mejoraría con otra asociación similar [al DIP], que dé una sólida formación profesional a los directores interesados en la realización de ficción?
Vale la pena leer el artículo completo de José Carlos Cabrejo.
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