La semana cinéfila en Lima está marcada por Luz silenciosa, la magnífica película de Carlos Reygadas que hoy jueves 10 recibió un reconocimiento en el Festival BAFICI de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (FIPRESCI) como el mejor filme latinoamericano del año 2007. Los críticos de los diferentes diarios le dedican sus espacios con fruición y se pulen.
Federico De Cárdenas no escatima elogios en La República:
Tratándose de Reygadas, el espectador sabe a qué atenerse: actores no profesionales, puesta en escena trabajada en base a una dilatada duración temporal del plano. Arriesgadas apuestas de un cine que se elabora en función del estilo, con tendencia a lo contemplativo y que no busca embellecer la realidad. Reygadas se pone la vara cada vez más alta, como lo demuestran los elaboradísimos planos de apertura y cierre de la cinta, verdaderos homenajes a la luz y su lento abrirse al día o cerrarse a la noche, pero a la vez testimonio de un ciclo que se inicia y que concluye.
Raúl Lizarzaburu describe algunas escenas en Expreso:
Abundan los planos secuencia de varios minutos (desde el imprescindible inicio, que muestra el cielo en pleno amanecer, para hacer lo exactamente inverso al final), sea con cámara fija, pegada al piso o a bordo de un auto, que pueden mostrar un reloj en pleno tictac, una segadora cortando pasto, una carretera por el espejo retrovisor o aquel, excepcional, en que la cámara sigue a Johan por una plantación camino a encontrarse con Marianne en un momento de pasión.
Enrique Silva analiza los conceptos carnal/espiritual en Correo:
Explora la naturaleza del amor y su infinito poder, así como la culpa y la redención; a diferencia de la conmovedora reflexión sobre la fe contenida en la magnífica Ordet (1955), de Dreyer, que la película del mexicano cita abiertamente en su tramo final. De hecho, de primera impresión, el acercamiento de Reygadas a la historia parece más espiritual que carnal. Sin embargo, conforme avanza la narración va quedando en evidencia la carnalidad del relato, que la puesta en escena grafica con notable eficacia.
Alonso Izaguirre aprecia el lado religioso en Perú.21:
La cámara observa y resalta el silencio en el que están inmersos estos hombres parcos, con planos frontales y laterales, y tomas de larga duración. La de Reygadas es, pues, una visión que busca descubrir lo trascendental, lo sagrado, lo metafísico en su historia, mirada que tiene su punto de máximo esplendor en la resurrección de Esther, una escena tan simple como profunda -homenaje explícito a La palabra, obra maestra del danés Carl Dreyer- que consigue un momento de alto contenido poético.
Y Ricardo Bedoya, en El Dominical del decano, escudriña, entre otras cosas, la corporalidad de los personajes:
La dimensión espiritual de la película está trabajada a partir de lo inmediato, lo físico y lo material. Es decir, desde el encuadre que dura hasta el estilo de luz nórdica que da a las imágenes una nitidez sobrenatural pero también una sensualidad terrenal. Desde los lentes que permiten ofrecer la perfecta visibilidad de los exteriores abiertos hasta los «estados» de los cuerpos de los actores, rígidos, crispados, laxos, contraídos, según cambian sus actitudes: la oración, la profesión de fe, la confesión de la falta, el duelo, la muerte y la resurrección.
Yapa: En La República, Nilton Torres comenta El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, y advierte que «aquí no hay indios y vaqueros, sino un drama intenso», y Mónica Delgado, antes de ir al BAFICI, publicó en Páginas del diario de Satán una crítica sobre el filme español de terror El orfanato, «una crónica sobre la desesperación y la culpa [que] escapa con ingenio a los argumentos con elementos sobrenaturales de diversos filmes del género».
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