En el suplemento dominical de El Comercio del domingo pasado, el cineasta Joel Calero publica un buen artículo acerca de la aplastante hegemonía hollywoodense en nuestra cartelera peruana (fenómeno verificable a escala mundial), y se ocupa de varios temas a la vez. De éstos, uno me llama más la atención porque usualmente no se habla mucho de ello, la complicidad de los medios de comunicación masivos con el juego de Hollywood por posicionar su star system en el imaginario colectivo. Veamos qué escribe Calero al respecto:
Las innumerables notas que salen en casi todos los periódicos peruanos sobre el último tatuaje o niño adoptado de Angelina Jolie o la celulitis de Britney Spears son, tal vez, productos de la pereza o la inercia de un redactor de la sección de espectáculos, ese acto frívolo o perezoso aceita el mecanismo del que se nutre la hollywooditis. Un lector al que el nombre de Angelina Jolie se le ha quedado grabado irá a ver, casi como acto reflejo, una película en la que aparezca la actriz y no una en la que actúen, digamos, una Isabelle Huppert o Marisa Paredes, actrices fantásticas a quienes no conoce porque nunca, o casi nunca, aparecen en su periódico habitual. Por eso, no cabe duda de que una de las mayores responsabilidades de este monopolio informativo recae en la prensa escrita y televisiva.
No es necesario poner muchos ejemplos, sabemos cómo funciona esto, cada edición de nuestro diario favorito o el noticiero televisivo de la mañana nos traen la misma historia repetida una y mil veces, al punto de que conocemos más a ciertas estrellas que viven a miles de kilómetros de acá que a quienes están a la vuelta de la esquina. Este mecanismo perverso se supera a sí mismo cuando la prensa decide que no es suficiente con íconos inalcanzables y termina etiquetando a la estrellita peruana de moda con nombres importados, como por ejemplo la «Angelina Jolie peruana«, ¿para sentir que nosotros también tenemos lo nuestro? Realmente patético.
Supongo que los responsables de los medios justificarán la sobredosis de Hollywood bajo el criterio de que el público mismo pide este tipo de contenidos, buen punto, pero acá entramos en el viejo cuento del huevo y la gallina, ¿quién se anima a quebrar el círculo vicioso? Nosotros en Cinencuentro sabemos cuáles son los contenidos que más leen nuestros lectores y no difiere mucho de lo que sucede en otros medios, pero a pesar de ello, decidimos publicar entradas con información que quizás no atraiga muchas visitas pero que para nosotros es importante. Esto no quita que también pongamos notas de blockbusters y estrellas famosas, es más, incluso esperamos con sumo interés el estreno de muchos tanques norteamericanos -de tanto en tanto, algo bueno sale de la fábrica- pero no caemos en el juego de la industria que acompaña cada megaestreno con información ampulosa, merchandising y todo tipo de estrategias.
Cerrando su artículo, Calero lanza un reto a espectadores, cineastas, críticos y periodistas: «ayudar a que el negocio de exhibir un cine distinto sea rentable». Visto lo visto no parece ser prioridad de los medios masivos. Nosotros sí creemos que en materia cinematográfica otra realidad es posible y deseable. Y la coyuntura de estos días, marcados por el BAFICI argentino, ayuda a comparar realidades, tal cual lo hace el crítico peruano Claudio Cordero -que está en Buenos Aires- en su blog Todo Cine:
Si queremos ver en Perú los afiches de El sueño de Casandra de Woody Allen, La Flauta Mágica de Kenneth Branagh o Yo Serví al Rey de Inglaterra de Jirí Menzel, los medios masivos y sus líderes de opinión tendrán que multiplicar esfuerzos por hacer entender al público que ir al cine no sólo es una excusa para comer canchita. De lo contrario, quedémonos en casa viendo DVD o vámonos todos a Argentina.
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