Rendition
Dir. Gavin Hood | 122 min. | EEUU
Intérpretes:
Omar Metwally (Anwar El-Ibrahimi), Reese Witherspoon (Isabella Fields El-Ibrahimi), Aramis Knight (Jeremy El-Ibrahimi), Rosie Malek-Yonan (Nuru El-Ibrahimi), Jake Gyllenhaal (Douglas Freeman), J.K. Simmons (Lee Mayer), Meryl Streep (Corrine Whitman), Bob Gunton (Lars Whitman)
Estreno en España: 18 de abril de 2008
Estreno en Perú: 06 de marzo de 2008
Estalla un atentado en un país norafricano. A Anwar El-Ibrahimi, ingeniero químico egipcio, con residencia estadounidense, se le aplica la detención extraordinaria durante su vuelta a casa, después de una conferencia en Sudáfrica. Para llevar a cabo estas detenciones la Administración norteamericana se sirve de gobiernos árabes “amigos” y países aunque considerados semilleros de terrorismo, a los que no hace ascos para llevar a cabo sus particulares prácticas de Estado. En otro escenario, el de la celestial Norteamérica, la mujer de Anwar, busca respuestas ante la desaparición de su marido contactando con antiguos amigos que se mueven en la política. Pero lo único que encuentra son miradas hacia otro lado, y los intereses políticos de quienes podrían hacer algo.
América no tortura
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Entremos en el juego de la imaginación. Imagine (como decía la canción de Lennon) que usted tiene un apellido árabe, pongamos por caso Jalil, Fawal, o El -Ibrahimi. Que además, tiene un trabajo relacionado con la ingeniería, o la química, y que, como todo hijo de vecino, tiene que viajar. Al igual que ese mismo hijo de vecino, le puede llegar alguna llamada equivocada o perdida a su móvil. Pues ya puede usted encomendarse a todas las almas santas de todas las religiones. Porque está usted bien j… Tendrá detrás a uno de esos individuos de la CIA con el colgajo de “asesor” detrás de su nombre civilizado, que le dará cobijo gratis en un hotel limbo, y del cual tiene escasas posibilidades de salir, y desde luego no tendrá un Douglas Freeman detrás para arreglar el desaguisado.
Estoy segura que a estas alturas del siglo XXI ya captó algo de la existencia de las prisiones secretas y sus métodos con juegos subacuáticos sitas en Europa, África u Oriente Medio, bajo la supervisión de Estados Unidos. Prisiones de tortura, que dejó en herencia, con la aplicación de la Extraordinary rendition, ese buen samaritano que ahora se dedica con tanto ahínco a las ONG y a sentar de nuevo en el sillón el apellido Clinton. Claro que el siguiente inquilino, Bush Jr. usó y abusó de tal aplicación, con sus políticas brutales. ¿Y a quién copiaron ambos? A esa nación tan protestota ante el comienzo de la guerra de Irak, Francia. Método éste de la detención en limbo inventada por Francia en la guerra de la Independencia de Argelia. Curioso resulta, cuanto menos, que sea precisamente en un lugar indeterminado del norte de África donde se lleva a cabo la rendition que nos ocupa.
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Lo dicho anteriormente nos lleva a deducir que estamos ante una película política, de denuncia, o casi casi un producto de Amnistía Internacional. Bueno, aclaremos. Que los americanos empiecen a autoflajelarse con alguna que otra migaja autocrítica que tarde o temprano tenía que surgir, (Munich, Syriana, Redacted, o la más tibia Leones por corderos), no significa que llega, ahora, el nuevo Desaparecido de Costa Gavras. Seamos realistas, teniendo en cuenta el terreno que pisamos. Llegados hasta este punto puede que alguno de ustedes ya se haya cansado y se acerque a otra página. Adiós. Decía que el cine norteamericano empieza a pinchar alfileres en las figuras o muñecos de su política contemporánea. Aunque le reste complejidad, profundidad intelectual, y se quede varado en lo políticamente correcto, abusando un tanto, como ya apunté sobre la cinta española de Manuel Gutiérrez Aragón, Todos estamos invitados, del complejo maniqueísta de dividir las sociedades en dos polos, sin asomo de radar poliédrico, el testimonio limitado del cineasta sudafricano Gavin Hood, Expediente Anwar (Rendition), es una película necesaria para aquél todo hijo de vecino que apuntaba al principio. ¿Es, quizá, el despertar hollywoodiense, a las injusticias llevadas a cabo en Oriente Medio?, se pregunta Robert Fisk, periodista familiarizado con los abusos de la zona, quién aconseja ir a ver esta película de Hood que nos pondrá furiosos, abrirá los ojos a más de un ingenuo seguidor de la información oficial, y provocará a los necios. A pesar de su ración poco realista, que, como de habitual en la cinematografía comercial, se produce hacia el final de la historia, es un vivo consejo de Fisk, y la palabra de Fisk es palabra de Dios.
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Estalla un atentado en un país norteafricano. A Anwar El-Ibrahimi (Omar Metwally), ingeniero químico egipcio, con residencia estadounidense, se le aplica la detención extraordinaria durante su vuelta a casa, después de una conferencia en Sudáfrica. Órdenes de la CIA, bajo el mandato de la fría e hipócrita Secretaria de Estado C. Whitman / C. Rice (Meryl Streep). Para llevar a cabo estas detenciones la Administración norteamericana se sirve de gobiernos árabes “amigos” y países aunque considerados semilleros de terrorismo, a los que no hace ascos para llevar a cabo sus particulares prácticas de Estado, ya sea Siria, Jordania, Egipto, o Marruecos y Argelia. Muerto un compañero en el atentado mencionado, el “asesor” de la CIA, Douglas Freeman (Jake Gyllenhaal), tiene la oportunidad ahora de asistir a su primera labor especial, y de subir posiciones. Algo para lo que no parece tener el estómago que tiene el mandamás del servicio secreto local, Abasi Fawal, interpretado por el israelí Igal Naor, uno de los papeles más hipnóticos de la cinta.
En otro escenario, el de la celestial Norteamérica, la mujer de Anwar, y en la recta final de su embarazo, busca respuestas ante la desaparición de su marido contactando con antiguos amigos que se mueven en la política. Pero lo único que encuentra son miradas hacia otro lado, y los intereses políticos de quienes podrían hacer algo.
A todos estos personajes les estalla una verdad a la cara. A Anwar y su deliciosa familia las entrañas de su país libre; al “asesor” la supuesta eficacia de los métodos empleados y la hipocresía verbal de sus superiores (eso de “América no tortura” es un ágil flash, así como la sorpresa ante la eficacia del medio informativo Al Jazeera); a Fawal al ser engullido por sus propios métodos, en un drama familiar elocuente; y a nosotros, espectadores, el poder sospechar de las confesiones realizadas bajo tortura. Eso podemos sacar en claro del Rendition de Hood, a pesar de estar aderezado y almibarado de clichés y tópicos melodramáticos propios de la película de masas. Bien es cierto que no habla de nada nuevo, nada que no sepamos de antemano. Sin embargo, les insto a que se acerquen y paguen una entrada que no es barata, por ver este filme que no ha sido tan promocionado como los blockbusters de héroes patrioteros. Con una fotografía poderosamente cautivadora de Dion Beebe, habitual del cine de Michael Mann, una banda sonora y un montaje equilibrados y novedosos, lo cierra un retrueque temporal que da la sorpresa final, lo que no está nada mal, teniendo en cuenta que estamos en terreno artístico, por lo que bien está que el discurso moralista se revista de magia pastelera.
Expediente Anwar se hace necesaria en la agenda del espectador para abrirle las compuertas a un debate de más enjuncia.
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