Si no has visto la película mejor no sigas leyendo. Advertido estás. Igual vas a seguir leyendo, yo lo sé.
Nada como una buena dosis de realidad, viendo la nueva película de Indiana Jones, con una compañía no-cinéfila un domingo por la tarde. Sin dudarlo, elegimos la versión subtitulada. La versión doblada al español puede tener más funciones programadas pero, sobre todo en estos casos, suele ser la función que llena la sala al tope, dejándonos menos espacio para acomodarse y elegir el mejor asiento. Como sea, la sala tampoco es muy grande. Los murmullos se van apagando a medida que pasan los tráilers. Llega el logo vintage de Paramount Pictures, señal que estamos por ver algo diferente.
La capacidad creativa de Steven Spielberg, el de los «summer movies», sigue intacta, casi tanto como la habilidad con el látigo de su querido Indy, quien a los 60 años sabe de sus limitaciones pero demuestra que tiene cuerda para al menos una aventura más. La película empieza de la mejor forma. Desde el arranque, Indiana deja las cosas en claro. «Era más fácil entonces, eramos jóvenes», le dice a Mac, recordando los viejos tiempos. Las autorreferencias a la saga, y las referencias a la cultura pop gringa se suceden una tras otra, dando en el gusto a quienes logran identificarlas (El Morsa comenta algunas de ellas). Mientras veía las persecuciones en autopistas o en plena selva «amazónica», me rompía la cabeza preguntándome dónde y cómo ha colocado la cámara Spielberg para lograr con tal naturalidad esas secuencias imposibles, coreografiadas al detalle, y utilizando los efectos digitales con mesura y en dosis exactas. Yo me preocupaba por esos detalles, mientras mi amiga se divertía con el soundtrack rock & roll, el peinado y la actitud matonesca estilo años 50 de Mutt.
Spielberg se mueve en su terreno, el que mejor conoce: espectaculares escenas de acción, acompañados de los diálogos ingeniosos de un ajado Harrison Ford. Y siempre sin conceder más de lo necesario. Spielberg no siente la necesidad de recurrir a personajes extras por el simple hecho de llenar más butacas. Está Shia LaBeouf, claro, la única concesión al nuevo público, y no lo hace mal como el sidekick de Indy. Tampoco comete el error que se podría esperar de cualquier otro director de cualquier otra película de aventuras: incluir a la noviecita teenager, alguna escapada romántica o un flirteo gratuito. No, aquí es Jones y el resto, Indiana, su sombrero, su látigo, sus recuerdos, sus amigos y su familia, y un misterio por resolver, uno más, ¿el último?, nunca se sabe. Todo esto se convierte ciertamente en una movida peligrosa para los fines comerciales de la cinta. Algo de eso leía hace unas semanas en The Movie Blog. Seguramente Lucasy Spielberg tomaron en cuenta que su llegada al público más joven no iba a ser el mismo de los Narnia o Iron Man, pero igual decidieron mantener el «espíritu Indy» de la saga. Y celebro que así haya sido. La película no es redonda, la primera parte supera sin dudas a los momentos culminantes, donde todos los cabos se atan, pero eso es lo de menos. Lo importante es sentirse satisfecho cuando aparecen los créditos finales. «A ti te gusta escuchar toda la música al final de la pela», me recuerda mi amiga, mientras voy leyendo en qué locaciones se filmó la película. Brazil, Hawaii, New Mexico.
A la salida del cine ella me confiesa que nunca vio las películas de Indiana Jones. «¿Ni en la tele o en DVD?». «Nyet», sonríe. Sí tararea el tema de John Williams, pero no sabía, por ejemplo, el porqué de la escena con la foto de Sean Connery en primer plano, ni del cameo del Arca perdida. Esa secuencia en particular me hizo quedar como un friki que se emociona por un fragmento de segundo que, felizmente, otros en la sala también llegaron a notar. Paréntesis: toda esa secuencia en el hangar del Área 51 paga la entrada de esta película y de The X-Files 2, 3 y 4 juntas. Fin del paréntesis. Al no haber visto los episodios del Indiana Jones de los 80, ella se ha perdido entonces muchas de las autorreferencias, sobre todo las que aparecen en la primera parte de la historia. Sin embargo, ha disfrutado mucho la película, se ha burlado de los «errores históricos y geográficos» de la historia, de los achaques de nuestro héroe, del inverosímil desenlace, y nada de eso le ha impedido pasar un buen rato. Entiende que la realidad quedó ahí afuera, al entregar el ticket.
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