The Mist
Dir. Frank Darabont | 126 min. | EE.UU.
Intérpretes: Thomas Jane (David Drayton), Marcia Gay Harden (Sra. Carmody), Laurie Holden (Amanda Dumfries), Andre Braugher (Brent Norton), Toby Jones (Ollie Weeks), William Sadler (Jim), Jeffrey DeMunn (Dan Miller), Frances Sternhagen (Irene Reppler), Nathan Gamble (Billy Drayton), Alexa Davalos (Sally), Chris Owen (Norm), Sam Witwer (Private Jessup)
Estreno España: 30 de mayo de 2008
La niebla (The Mist) nos recoloca ante el mejor Stephen King, el que nos dejaba babeando de fascinación con sus mejores relatos. Frank Darabont ha cogido al toro por los cuernos y ha rematado una faena espectacular. Sin intestinada sangrante (solo el mínimo requerido) y con un protagonista absoluto: los delirios que el miedo a lo que no se puede materializar con los sentidos provoca en el ser humano. Un lugar común ya repetido hasta la saciedad, el monstruo está dentro de nosotros. Teñida de un pesimismo brumoso, La niebla es una cinta amarga, y desgraciadamente muy realista, que incide en los curiosos mecanismos de nuestra mente ante un peligro del que no hay salvación posible, ni un resquicio de esperanza.
Las ti-nieblas de Kurtz
Stephen King. Su apellido lo anuncia, sus superventas también. Es el Rey. Un rey que, sin embargo, sube y baja de un trono que ha perdido, en ocasiones, por sus excesos (tanto personales como prosísticos), si bien no cabe duda que ha encerado su armadura imaginativa de nuevo, elevando a las alturas su majestuosa escritura. Vuelve a un reinado que, en realidad, nunca dejó. ¿Quién no ha tenido (y devorado) entre sus manos una obra, de cualquiera de sus etapas, de Stephen King? Yo recuerdo haberme deleitado años ha con Carrie, El resplandor, La zona muerta, la gran Misery o la última en mi haber, Insomnia.
Vuelve, digo, con fuerza, para fijar su reino en las pantallas. Y retorna acompañado del apropiado «ayuda de cámara», Frank Darabont, en quien ha delegado una adaptación más que prodigiosa, pura esencia oscura del autor norteamericano que siempre ha admitido las influencias de los mitos y estética de H.P. Lovecraft.
La niebla (The Mist) nos recoloca ante el mejor King, el que nos dejaba babeando de fascinación con sus mejores relatos. Frank Darabont ha cogido al toro por los cuernos y ha rematado una faena espectacular. Sin intestinada sangrante (solo el mínimo requerido) y con un protagonista absoluto: los delirios que el miedo a lo que no se puede materializar con los sentidos provoca en el ser humano. Un lugar común ya repetido hasta la saciedad, el monstruo está dentro de nosotros.
El realizador, guionista de prestigio en el universo Hollywood, que ya había adaptado otras obras de King con buenos resultados y se le recuerda por su película La milla verde (1999), ha metido de lleno la reflexión en el espectador utilizando la excusa del suspense y el miedo, adornándola con alguna criatura externa y extrañamente horrorosa (muy del estilo de la saga Alien), distracciones que no evitan ver el bosque, o al verdadero monstruo, el fanatismo de los hombres, tan bien representado en las escenas que desarrolla la desagradable Sra. Carmody (Marcia Gay Harden).
Teñida de un pesimismo brumoso, La niebla es una cinta amarga, y desgraciadamente muy realista, que incide en los curiosos mecanismos de nuestra mente ante un peligro del que no hay salvación posible, ni un resquicio de esperanza. En cada rincón de la obra de Darabont/King hay un mensaje sociopolítico y moral histórico (porque no es solo actual, es el de siempre). Pero es el rotundo final, con el que nos exaltamos y enmudecemos, donde el cineasta y el escritor dejan al espectador/lector perdido. Espectador que va armado de su habitual ingenuidad y recibe un buen sopapo. Así de duros, recios y primitivos son ambos artistas.
Después de caer una tormenta en uno de esos encuadres de la América profunda, David Drayton (Thomas Jane) va con su hijo y un vecino al supermercado del pueblo para abastecer su hogar. Es entonces cuando, misteriosamente, empieza a caer desde las montañas una niebla densa que no deja ver más allá de medio metro. Ante la alarma de más de un vecino de la zona todos los clientes del supermercado permanecen encerrados (escena que se asocia inevitablemente con la reciente cinta española REC) en una especie de espera desasosegante en la que el cineasta dosifica a la perfección los sucesos terroríficos que llevan a un auténtico descontrol de los convecinos. Con una sensación claustrofóbica al límite, Darabont ha mostrado en unos pocos metros, sin apenas incursiones al exterior, la civilización al desnudo, desprovista de las máquinas que la civilizan y la mantienen dócil.
Desde luego olvidénse de la película de terror al uso para adolescentes palomiteros. De hecho éstos se aburrirán con esta incursión perturbadora en las tinieblas del corazón de otros Kurtz. Mezclando cámara al hombro y uso del zoom, encuadres en panorámica, y cierto grano por momentos, el estilo visual contribuye a ensalzar esta obra magnífica.
Avisados quedan.
Deja una respuesta