Dir. Karen Moncrieff | 93 min. | EE.UU
Intérpretes: Toni Collette (Arden), Piper Laurie (Madre de Arden), Giovanni Ribisi (Rudy), Rose Byrne (Leah), Joanie Tomsky (Terapista), James Franco (Derek), Christopher Allen Nelson (Murray), Mary Steenburgen (Madre de Leah), Bruce Davison (Padre de Leah), Kate Mulligan (Party Girl), Brittany Murphy (Krista)
Estreno en España: 30 de mayo de 2008
La fuerza de esta más que interesante cinta reposa en las grandiosas actuaciones de Toni Collette y compañia, sin atrezzo, sin malabarismos visuales, exclusivamente con sus performances, sus experiencias, plasmando a la perfección lo que la realizadora y guionista les ha encomendado. Chapeau. Pero The Dead Girl no es solo un trabajo de estupendos actores y una directora con las ideas muy claras, es también la puesta en escena de una temática que se nos escurre de los ojos al pasar las hojas de los diarios o las imágenes de los noticieros de todo el mundo con pasmosa rapidez.
Violencia y descomposición social
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Como directora, guionista y actriz, Karen Moncrieff se ha movido por la aspereza argumental y expresar la muerte no le es ajeno en absoluto, ya sea en episodios televisivos, series como Six Feet Under y Touching Evil, o películas de propia cosecha, como Blue Car. Una talentosa realizadora que pasó por las luces y coronas de ser Miss (Illinois) y de telenovelas a lo Yanki, de esas llamadas soap operas, (Santa Barbara). Moncrieff se remueve (y remueve conciencias) en las oscuridades y desolación de la condición femenina de nuestra ultramodena sociedad, tan avanzada tecnológica y científicamente.
Esta realizadora de Sacramento, localidad marcada por la fiebre del oro, se ha subido a la pantalla grande, (hace dos años), demarcándose de la realización televisiva, con The Dead Girl, una mirada penetrante y punzante sobre la vida de muchas mujeres de la sociedad rica del primer mundo. Precisamente cuando alzamos voces y piedras contra otras culturas que encierran a la mujer detrás de velos, estaría bien revisar el dolor y el horror que se agazapa en nuestras esquinas, sin velo.
Así, con sus formas personales de hacer cine y su mirada desnuda, Moncrieff exhibe un suceso, mejor aún, cinco sucesos que viven dentro de un oscuro túnel en el que no parece haber salida, si acaso unas pequeñas ventanas de luz.
Y la cineasta lo ha hecho con su firma y trazo personal. Rescatando algunos twists de un cine que recordamos aún, por ejemplo, la desagradable madre de Carrie (de Brian de Palma), o los lugares comunes y opresivos en torno a la violencia desatada de este país que no es para viejos, como sentencia en sus obras Cormar McCarthy. Moncrieff ha hecho un trabajo sin miedos, ni suaves deslizamientos. No, ella ha pasado de epatar con frivolidades cinéfilas y se ha ceñido a sus criaturas, a sus rostros, sus miradas, sus amarguras, y sus contradicciones.
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Para ello ha recurrido a un casting realizado con coherencia, acierto y oficio, como no podría ser de otra forma para esta historia. Un elenco de actrices y actores de magistral catadura alumbran The Dead Girl. La primera en sorprendernos es la australiana Toni Collette, actriz de garra shakespeariana , que ha recorrido lo mejor del cine de calidad, desde El sexto sentido a Pequeña Miss Sunshine. Abre el telón con, a mi parecer, una de las mejores piezas de las cinco en que se trocea esta película. Le siguen reinas de las tablas como Marcia Gay Harden, que viene de dejarnos un regusto amargo y poderoso en La niebla de Stephen King, Rose Byrne, Mary Beth Hurt, que recrea a una estremecedora adicta a los programas de teletienda, y una actriz de nuevas generaciones proveniente de esos pastiches indecentes de comedia americana, Brittany Murphy que, aquí, se deja, literalmente, la piel y brilla esplendorosamente. Sin desdeñar a su compañera de oficio, Kerry Washington, o los pocos hombres que aparecen en escena, el cada vez más moldeable actor Josh Brolin, un perturbador Giovanni Ribisi, y Nick Searcy.
La fuerza de esta más que interesante cinta reposa en estas grandiosas actuaciones, sin atrezzo, sin malabarismos visuales, exclusivamente con sus performances, sus experiencias, plasmando a la perfección lo que la realizadora y guionista les ha encomendado. Chapeau.
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Pero The Dead Girl no es solo un trabajo de estupendos actores y una directora con las ideas muy claras, es también la puesta en escena de una temática que se nos escurre de los ojos al pasar las hojas de los diarios o las imágenes de los noticieros de todo el mundo con pasmosa rapidez. La violencia contra las mujeres, tema no exento de prejuicios. Este cuento oscuro tuvo su inspiración en la mente de Karen Moncrieff cuando formó parte del jurado en el juicio por el asesinato de una prostituta. De todos los testigos que declararon en la vista apuntó Moncrieff las contradicciones que envolvían a la víctima, y su compleja vida. Todo el drama la atrapó hasta el punto de llevarlo a la gran pantalla, y mostrar la situación de violenta presión (física y psicológica) que sufren los más débiles, niños y mujeres. “Vivir con violencia, con las secuelas que ésta deja y con la constante amenaza de violencia nos asusta y nos paraliza a todos. La sensación de pasotismo y aislamiento en la que muchos de nosotros vivimos el día a día empeora cada vez que leemos sobre personas relegadas a descripciones como «la chica muerta» o “la mujer de un asesino en serie” o “la hermana de la desaparecida”, comentó en el estreno de la película la directora
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Con este poderoso argumento sociológico como eje central, The Dead Girl ha sabido mantener un atractivo encaje visual, tal que manifiesta una absoluta coherencia con la seriedad de lo que trata. La cineasta exhibe una admirable sensibilidad con el envoltorio más posmoderno, provisto con más oscuros que claros en la fotografía. Demuestra buen tacto en la textura de la piel de estas mujeres heridas. Visualiza las formas femeninas con absoluta naturalidad. Primando el contenido, no olvida las formas, que se mueven entre sketches, cada uno siguiendo su propio camino, en una deconstrucción que va desde la aparición del cadáver en cuestión hasta pocos minutos antes de que la chica sea asesinada violentamente. La propensión de primeros planos sobre estos rostros rotos catalizan al espectador. Es en definitiva una visión minimalista y poco festiva que se posa sobre personajes heridos y monstruos vacuos de todo afecto, y pesando la extensa experiencia televisiva de la realizadora, su fotografía se aleja, sin duda, de todo carácter televisivo.
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“Mi esperanza es que la gente vea The Dead Girl e incremente su concienciación sobre lo que puede significar la vida de otra persona detrás de la etiqueta de Extraña, Hermana, Esposa, Madre o Chica Muerta –y quizá sienta el tirón de una humanidad compartida”, resume Moncrieff sobre su trabajo. Dividida en cinco piezas o cinco mujeres, cuyo nexo de unión es el cadáver de la joven Krista, The Dead Girl (agradecemos no se le haya colgado un título traducido quizá en puerilidad comercial) es una pieza de cine extraño, riguroso y conmovedor realizado con inteligencia. Se desliza por cinco personajes vapuleados: la Extraña esclavizada por su madre que encuentra el cadáver; la forense que examina el cadáver, con la esperanza que sea la hermana desaparecida hace años, que dejó su vida familiar y personal tristemente ensombrecida en una búsqueda angustiosa; la Esposa de un asesino en serie con quién tropieza la chica muerta; la Madre de Krista, que trata de comprender lo que no vio en su momento, y que sin embargo no se va de vacío. Cerrando la cinta con la chica muerta y sus penosas circunstancias.
No dejen pasar este buen trabajo.
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