Tal como lo hiciera hace unos días Fernando Vivas en El Comercio; Alonso Alegría, otro de los jurados del último concurso de largometrajes de Conacine 2008, escribe sus descargos e impresiones en su columna de Perú21.
En su texto, el hombre de teatro nos declara las prerrogativas que ha utilizado, siguiendo a ultranza con el sonsonete de la responsabilidad de los jurados, para elegir los últimos cuatro ganadores de Conacine.
Mi berretín era que esa plata debía gastarse en películas que no solamente fueran buenas sino que también pudieran ser exitosas.
Si de ir creando una industria del cine se trata, hace falta que el público llene las salas, y eso no lo lograría ninguno de los aburridísimos y seudofilosóficos seudopoemas que teníamos entre manos.
(…)Si las películas, como espero, resultan siendo estupendas y el público llena las salas, habremos triunfado.
Las ideas de que el dinero de Conacine y el Estado Peruano «se gasta» y no se invierte en cine -ya no digamos cultura-; y que el éxito de las películas peruanas sólo se mide en la cantidad de público abocadas a las salas de cine, y no también por sus valores artísticos, cinematográficos, temáticos o de otra índole -que deberían evaluarse más bien juntas-, sorprenden viniendo de un jurado que fue llamado justamente en su calidad de Notable de la Cultura. Si tal era el caso, hubiera cedido su lugar a un experto en marketing, publicidad o medios masivos.
Pero Alegría se pone a resguardo, aclarando que la sabiduría (o la irresponsabilidad) del jurado quedará en evidencia cuando se estrenen las películas y se vea la respuesta del público en las salas. Idea que también hace extensiva a las puestas teatrales, como Los Números seis que se presenta en El Británico en estos días. Para Alegría, poco vale ponerse sesudo en el cine o el teatro, pues éstos sólo deben entretener y generar ingresos. Las disquisiciones a otra parte. Y tanto peor, si los proyectos no se ejecutan pronto, no valdrá la pena volver a premiar a nadie:
Si alguna película premiada por Conacine no se realiza, o si la próxima pieza ganadora del concurso del Británico es otro fracaso artístico y de público, tanto el Estado como el Británico podrán legítimamente comenzar a pensar si acaso estos concursos valen la pena.
Y eso no debe suceder nunca.
Esperamos que los otros miembros del jurado: Legaspi, Silva Santisteban, Vivas y Palacios hayan equiparado la mesa, y que los proyectos premiados Tarata, Cuatro, Contracorriente y Cielo oscuro no sólo tengan la viabilidad económica -asegurada con Alegría- sino también otros valores que apreciar, tal como se vislumbraba en el texto de Vivas.
Por último, un señor que piensa que el cine es campo para actores desmemoriados, y tiene tan bajas expectativas de esta actividad, quizá deba estar como invitado Notable del avant premiere de algún próximo blockbuster, pero no en el jurado de un concurso que «juega» con el erario y el interés nacional. Y eso no debe suceder nunca (de nuevo).
También hablan del tema:
Deja una respuesta