Con los más diversos comentarios, acaba de estrenarse en estos días The Happening, la más reciente intriga cinematográfica de M. Night Shyamalan, director y guionista que se conserva como uno de los nombres más cotizados de la industria. De carrera corta y meteórica, sostenida por los trucos y giros que, por lo general, son el aspecto más vistoso del llamado género de los sustos. Con mayor o menor fortuna, sus películas transitan por los estallidos y las humaredas que rodean al espectáculo de magia, tal vez hasta deslizando algún afán autoral como reclamando para sí el lugar que ocupara Hitchcock en décadas anteriores. Acá le damos una pequeña mirada a su cine y su fe desde su ingreso al mundo mainstream.
El sexto sentido: El realizador de origen hindú hizo un par de filmes anteriormente, uno de ellos fue Wide Awake, el cual lo acercaba a un estilo más de fabulista, libre pero errático. Se puede decir que con menos libertades, El sexto sentido supuso un camino interesante para explorar en la filosofía religiosa que lo atraía desde el comienzo: las motivaciones y el destino. El resultado es un filme eficaz y equilibrado, un feliz reencuentro con la mejor tradición del cine de espectros. No será redonda, pero lo aparenta bastante gracias a su brillante desenlace.
Unbreakable: Tal vez lo mejor de Shyamalan. Una película concebida con ritmo sinuoso, sin duda decepcionante para los que esperaban giros y revelaciones en el sentido más convencional. Una historia original que hace referencia al mundo del cómic y a las dualidades de la religión, sin que resulte en los fallidos experimentos de algún postmoderno convencido. Por un momento, Shyamalan se convirtió en una verdadera promesa del cine norteamericano.
Señales: El director definió con esta película una lamentable tendencia que se ha convertido en su estandarte desde entonces. Por un lado, trata de vender aún la imagen de autor novedoso y arriesgado del género, conservando el gancho marketero que lo convirtiera en estrella de la noche a la mañana. Matrimonio por conveniencia que sin duda se lo pensó mil veces y que dio como resultado un nuevo éxito. Una campaña de intriga apoyada en las gratuitas figuras en los maizales y el aviso de que algo importante habrá de acontecer. Los pasos atrás como realizador quedaban manifiestos en la dudas de su propio protagonista entre su fe y la realidad. ¿Coincidencia?
The Village: Intento valiente por regresar a la fuente, fue esta cinta rebosante de ambiciones. Un misterioso mundo alterno y campestre que acoge historias y fábulas de un puñado de familias en su asentamiento. No deja de ser un drama bien construido y especialmente agradable alrededor del romance sereno y melancólico entre Joaquin Phoenix y Bryce Dallas Howard, pero las vueltas de tuerca no se hacen extrañar para justificarla ante el público. Es así que entre trompicones y revelaciones, la aventura de la nueva Caperucita Roja termina siendo también un filme irregular. Pero vale el intento por convertirla en protagonista de un extraño laboratorio que ya hubiesen querido ver los Hermanos Grimm o Hans Christian Andersen.
La dama en el agua: Lo peor de su director. Más que su canto del cisne, luce como un sonoro bostezo lanzado ante la necesidad de superar la página en blanco. Nuevamente surgen la filosofía, las fábulas, los héroes y villanos del mundo y su representación. Lástima que desde el mismo escenario, la historia y su moraleja se revistan de un poco llamativo espacio para la fantasía, incluso forzando todos los lugares conocidos de su cine. A lo más, valen los antipáticos pero llamativos detalles de la presencia del propio autor y de un crítico de cine, impensable ingrediente dentro de su universo, o pensándolo bien, ¿cuánto faltaba para que los incluyera también? Lo mejor, de lejos, son los minutos iniciales, que no son gran cosa pero al menos no llegan al ridículo.
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