La primera escena de esta sesión se rueda con extremo cuidado. Es un día totalmente soleado y caluroso. En la avioneta, además del piloto, se encuentran un par de asistentes de edición, un encargado de producción, el director de cámara. Encaramado en su posición, de perfil, el protagonista dirige su mirada hacia el horizonte. La pequeña avioneta que ha sido fletada para la ocasión (500 dólares por hora) sobrevuela la ciudad de Iquitos, buscando los puntos más espectaculares, esos que rompen ojo y afinan la faena. Pero, también en la vida en imagen audiovisual, el blanco pájaro de acero va llevando a Nico rumbo hacia la ciudad de Pucallpa. Éste, distraído, mira los estertores de una ciudad que lo ha adoptado como si fuera suyo. Le brillan los ojos de emoción. Aunque no puede tocar los cristales con sus dos manos (carece de ambas), igual se encarama sobre el asiento, y trata de usar lo que le queda de sus piernas. Mira el mediodía cayendo sobre el barrio de Belén, en una toma panorámica que lo abarca todo. Desde el aire, el mundo parece chiquitito, inalterable, pacífico. El equipo se congratula internamente al ver en el monitor la extraña belleza captada en varios minutos de grabación.
Nico, uno de los personajes más populares que habitan en la selvática metrópoli, es conocido como “El Cortadito” (apelativo que no tiene nada de irrespetuoso, sobre todo si es que el protagonista lo usa como signo de distinción). Su pronunciada discapacidad – fruto de esas azarosas infamias del destino que nadie quisiera enfrentar – no le ha impedido agenciarse de unos buenos soles fungiendo de animador frenético de informales espectáculos al aire libre, en los cuales demuestra su talento innato para el baile. Aunque suene increíble, Nico ha despuntado entre decenas de diferentes actores de la calle, debido a sus extraordinarias dotes para moverse al ritmo de los diferentes ritmos musicales, en particular los que se encuentran de moda. No puede pasar desapercibido. Su entusiasmo contagia, alegra y genera admiración. Siguiéndolo, detrás de él, en su diario trajinar, o en la búsqueda de reencontrarse con su mujer y su hijo, una cámara oficia de mudo pero omnipresente testigo. He ahí como se empieza a dar un rostro diferente a uno de los símbolos de la bizarra cosmogonía urbana iquiteña.
El renacimiento del cine amazónico ha adquirido un agresivo entusiasmo. La compañía Audiovisual Films pretende exhibir a finales de este año el primer largometraje de ficción producido y financiado con fondos y logística local desde Bajo el sol de Loreto (dirigida por Antonio Wong Rengifo en 1936). Sin embargo, marcando una pauta, dentro de muy breve se estrenará Amazónico Soy, un documental de 90 minutos que retrata vivamente personajes y lugares de Iquitos, desde la mirada de un grupo de niños y adolescentes que se dedican a la realización de reportajes, cada cual con sus particulares vivencias e ilusiones.
De la admiración por la Amazonía, precisamente, surgió el interés de José María “Chema” Salcedo, periodista de larga trayectoria a nivel nacional, por dirigir este documental. Chema ha seguido minuciosamente la trayectoria de muchos artistas loretanos y en esta oportunidad los pone en escena, optando, además, por el formato audiovisual para expresar su creatividad (actualmente mantiene a la expectativa la filmación de un largometraje de ficción llamado Asháninka, rodado en varios escenarios de la selva central).
Los protagonistas del documental, de origen bastante modesto, cercados quizás por problemas de exposición al peligro, conflictos con sus padres y carencias varias, conforman el taller de producción audiovisual de la asociación La Restinga, que se encarga de recuperar menores en situación de riesgo a través del arte y la cultura, son el hilo conductor de esta historia, que transita por diversos espacios sociales, culturales y personales de la variada y compleja cosmovisión iquiteña.
Entre los numerosos personajes que testimonian sus experiencias, destacan artistas plásticos como Christian Bendayán, Gino Ceccarelli, Rember Yahuarcani o Francisco Grippa. Pero, también se recopila el relato de la popular cantante popular Ofelia Chávez, de Huerequeque (legendario actor de Fitzcarraldo de Werner Herzog); las peripecias del famoso grupo musical Explosión, los exponentes del popular torneo de fulbito gay, la mística del chamán Luis Culquitón (quien descifra algunos de los recónditos secretos de la ingesta de ayahuasca), entre muchos otros.
El equipo de producción, de Inkari Digital Films, tiene como su mayor exponente a Carlos García en la dirección de fotografía, pero también incluye elementos locales, como el editor asistente Leo Ramírez, joven líder del taller de video de La Restinga. Las escenas han sido filmadas en cámaras de formato digital HDV. La música original ha sido compuesta por el destacado compositor Abraham Padilla, quien ha trabajado con varias sinfónicas nacionales, además de haber logrado un importante galardón en Chile. La melodía principal es de la muy popular agrupación “Explosión” y tendrá nombre homónimo al del documental.
El rodaje se inició a finales de abril, con la recopilación de imágenes de la procesión del Divino Niño Jesús de la Caja, un colorido y dinámico evento de organizado por La Restinga, que se ha convertido en toda una práctica de culto, en la cual se expresa una nueva religiosidad alternativa. Las primeras imágenes son simplemente extraordinarias. El crepúsculo (la hora crítica para las cineastas), la luz particular de Iquitos (mortecina/amarillenta) y un sinfín de velas y fuego le dan una textura intensa, casi beatífica ante la manifestación más acabada de adoración. La música de Padilla cumple con darle un aire de dramática contrición al momento. Desde entonces, se ha rodado en todos los lugares urbanos y rurales posibles: desde el famoso barrio de Belén, hasta parajes selváticos como reservas naturales o la estación shamánica Kapitari. Desde exteriores del centro de la ciudad hasta los bares más coloridos y bizarros de las noches iquiteñas. Las grabaciones culminó la última semana de mayo, con el propio “Chema” Salcedo supervisando cada detalle de los elementos de filmación y producción.
“No sé qué voy a hacer con tantos personajes, todos tienen tanto qué decir y todos son tan atractivos que voy a tener un problemón en el momento de la edición”, señala Salcedo, mientras las imágenes de Iquitos se multiplican de mil maneras. Mil colores que transitan del verde intenso al amarillo mortuorio, pasando por el fucsia apasionado y el ocre autónomo y étnico. Bajo esa mirada, el tráfico de Iquitos nocturno atraviesa como una caótica romería de luces sin orientación. Los amaneceres y atardeceres son intensos, deslumbrantes, infinitos.
El realizador es consciente de que aún están en una etapa inicial. “Hay que hacer varios arreglos, este es un borrador que hemos tenido que acondicionar para poder participar en un concurso de financiamiento de proyectos y ver qué pasa.” Esa incertidumbre no es solo una preocupación personal del “Chema”. El productor ejecutivo de este ambicioso proyecto, financiado íntegramente con dinero regional, es el conocido periodista loretano Jaime Vásquez Valcárcel, director del diario Pro & Contra y presidente de Tierra Nueva Editores, una asociación encargada de llevar adelante varios proyectos editoriales y culturales loretanos, quien ha trocado momentáneamente su pasión de periodista por su aventura en el cine. “Siempre he tenido el interés por incursionar en este terreno y esta es una forma de ver cuánto podemos llegar a lograr”. La empresa no es fácil, dado que los costos son enormes. “Estamos hablando de más de cien mil soles”, me señala Vásquez, quien anda por estos días tratando de equilibrar su labor periodística y los empeños del periódico que dirige con este documental. “La idea es que no sufra la estabilidad del medio de comunicación”, recuerda, quizás sabiendo que otros de sus intentos por brindar cultura a la ciudad (a través de la editorial o con las Semanas del Libro) no son de ningún modo rentables. “Estamos buscando todos los auspicios posibles, este es un esfuerzo enorme para difundir la Amazonía con calidad y talento”, acota, mientras me muestra el enorme préstamo que ha debido realizar con una entidad bancaria y el aviso de venta de su carro a fin de poder cumplir con el anhelo de ver la película en cartelera y rotación.
Aunque Salcedo cree que el documental esté listo para finales de julio, se tiene como fecha tentativa de estreno la primera semana de setiembre. “La calidad no está en discusión”, indica Vásquez, con mesurado optimismo. “Chema”, entusiasta, en un alto de las filmaciones, mientras se toma un refresco con amigos, habla sobre la música que se usará en el documental. Alrededor de él, la gente al mirarlo, lo reconoce, lo saluda, le muestra cariño. “Usted es más gringo de lo que parece en la televisión”, le indica un transeúnte. Todos reímos con facilidad. Alguien recuerda a Raúl Vásquez, el monstruo de la canción loretana, y el “Chema” salta. Quiere poner Natacha como acompañamiento de alguna escena. Recuerda su reciente visita a “El Refugio”, el paraíso de los infieles. Se ríe. Vuelve a hacer cuentas, se entusiasma con la idea de entrevistar a Raúl como una figura estelar, saca cuentas, agita las manos, levanta la voz, se carcajea. Los ojos le brillan. Está inspirado, no cabe duda. La Amazonía lo ha envuelto con su manto. Con ella, una nueva oportunidad para descubrir a través de la pantalla grande las más intensas manifestaciones de la pasión tropical y la cultura amazónica se abren de par en par.
Entrevista en video: Francisco Bardales
Cámara: Henry Pilares
Edición: Luis Ramos
Fotos: Equipo de producción del documental y María Panta
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