Este 7 de julio falleció una de las figuras más características de los años 40, 50 y 60, una de las más vistas y una de las más influyentes, a pesar de que ha sido bastante olvidada con el tiempo. Dorian Elizabeth Leigh Parker, o sencillamente Dorian Leigh, fue una chica texana a la que su particular belleza y encanto la convirtieron en «la chica de la portada» predilecta de los magazines y publicaciones de elite. A pesar de su procedencia, no fue nunca representante del estereotipo de la modelo en ropa casual que se hace de una legión de ansiosos espectadores en cada estación de servicio, como nos lo pinta el imaginario diverso del cine y el estilo de vida norteamericanos.
La suya fue la idealizada imagen de la mujer a la vanguardia, que impone modas y las corona con gestos y posturas más cercanos a una decente sobriedad que a los aires de una princesa o una lady, cosa que podía conseguir sin disfuerzos. A pesar de ello, la mujer emblema de Harper’s Bazaar y Revlon, no pudo dejar de cumplir el sino de muchas otras celebridades y verse complicada en algunos sucesos que delataron su no poca vida social y sentimental. Pero su estilo se imponía por encima de todo, influencia que la convirtió en acaso la primera top model del mundo.
Fue así que estando en la cima de su carrera, antes de que se viera debilitada por la convulsión de la era de Vietnam y la aparición de la exótica Veruschka, el cine también siguió sus lecciones. Muchas películas sofisticadas de la época tomaron su imagen de mujer hecha realeza en la ciudad, la prueba andante de una cada vez más notoria presencia femenina donde el mundo se mueve.
Entra tantos rostros famosos, fue el de Audrey Hepburn el que más llegó a convertirse en una reinterpretación suya en la pantalla. A tal punto que hasta le deba a ello su estrellato. Pero con sus propias particularidades, Audrey y Dorian compartieron más que un casual parecido físico y de modales. Había un extraño y sereno ángel detrás de ambas. Eso lo entendieron muy bien realizadores como Stanley Donen y Blake Edwards que hicieron conjunciones notables de aquella refinada seducción en dos películas notables como Funny Face y Breakfast in Tiffany’s.
Aquí les dejamos un par de clips con imágenes de esas dos películas en las que ese estilo (hasta podría decirse noble) se luce. Una elegancia que se deja extrañar, no tanto por los destapes de sus descendientes, sino por los disfuerzos de sus supuestas continuadoras.
Funny Face (At Least por Etta James)
Breakfast in Tiffany’s (Moon River en la versión original de la propia Audrey)
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