Dir. Werner Herzog | 126 min. | Estados Unidos
Intérpretes: Zach Grenier (Squad Leader), Marshall Bell (Almirante), Christian Bale (Dieter), Toby Huss (Spook), Pat Healy (Norman), GQ (Farkas), François Chau (Gobernador), Steve Zahn (Duane), Jeremy Davies (Gene)
Justo cuando va a iniciar su primera gran misión, el piloto Dieter Dingler (Christian Bale) cae en plena selva de Vietnam, es hecho prisionero y llevado de un lugar a otro, hasta que llega a una prisión, con varios soldados norteamericanos subalimentados y tratados casi como animales. Al poco tiempo de llegar Dingler, las cosas empiezan a cambiar: él no ha caído en esa especie de derrotismo resignado como sus compañeros, ni está esperando una liberación que nunca llegará, sino que trata de sacar el mejor provecho al encierro y planifica la mejor ocasión para fugarse.
Fundador del movimiento llamado Nuevo Cine Alemán, Werner Herzog (Munich, 1942) siempre fue dueño de un estilo muy personal de hacer cine, debido en gran parte a su formación autodidacta. Lo primero que uno piensa cuando empieza la película es ¿qué hace Werner Herzog haciendo una película sobre Vietnam?, pero cuando vemos los créditos vamos resolviendo esta duda: se trata en realidad de la historia de un piloto alemán nacionalizado norteamericano que participó en una misión secreta en Laos durante la Guerra de Vietnam, Dieter Dingler. Entonces no estamos ante otra historia de esa contienda bélica, sino frente a un tema que es muy común en Herzog: la de un hombre solitario que se enfrenta a un mundo hostil, extraño, con pocas posibilidades de salir adelante.
Justo cuando va a iniciar su primera gran misión, el piloto Dingler cae en plena selva de Vietnam, es hecho prisionero y llevado de un lugar a otro, hasta que llega a una prisión, con varios soldados norteamericanos subalimentados y tratados casi como animales. Al poco tiempo de llegar Dingler, las cosas empiezan a cambiar: él no ha caído en esa especie de derrotismo resignado como sus compañeros, ni está esperando una liberación que nunca llegará, sino que trata de sacar el mejor provecho al encierro y empieza a planificar la mejor ocasión para fugarse. Es justamente este momento el que más destaca Herzog en la película: la larga temporada de encierro, mediante el cual vamos conociendo la extraña relación que se establece entre Dingler y sus compañeros de celda y entre ellos y sus captores.
Con personajes muy bien construidos, de perfiles inquietantes e interpretados con naturalidad, durante ese largos minutos de cautiverio, el cual a pesar de su densidad se convierte en la columna vertebral del relato. Por supuesto, quien llama más la atención es Christian Bale (que nuevamente ha bajado de peso de forma extrema, aunque no al grado de su participación en El Maquinista). Realiza una de sus más sólidas actuaciones en un personaje muy creativo y emprendedor, a quien las dificultades, lejos de doblegarlo, lo fortalecen. Pero no sólo él destaca, también hace lo suyo Steve Zahn en un rol muy distinto al que estamos acostumbrados a verlo, y por supuesto Jeremy Davies, con su magnífica construcción del verborrágico y desconcertante Gene, quien da muy buena réplica a Dingler. No en vano, Herzog comentaría, en una excelente entrevista que le hizo la web Rotten Tomatoes, que contó para este proyecto con los mejores actores de su generación.
Otro detalle interesante es el brillante registro de la fotografía, que capta a la selva asiática en tonos muy vivos, de gran contraste, algo inusual en este tipo de cintas. Al respecto, luego Herzog comentaría que lo logró gracias a un tipo de película especial, el Super 35 mm, que utiliza una mayor cantidad de rollo que el 35 normal, y que, gracias a la fuerza del operador Peter Zeitlinger (un ex jugador de Jockey), pudo adentrarse en zonas de selva muy difíciles. La película quizá se excede algo en su metraje y para muchos podría resultar no relevante el epílogo (pero si consideramos el tema de la misión secreta se entiende perfectamente), aunque no desmerece para nada el resultado final. En suma, estamos ante una obra típica de Herzog, donde se encuentran muchos de sus elementos personales, sin que ello signifique que estamos ante un filme repetitivo. Al contrario, nos demuestra que a sus 66 años, el realizador de Aguirre, la cólera de Dios está en plena forma.
Lo lamentable es que ha pasado desapercibida para los distribuidores nacionales. De no ser por una casualidad (la pusieron en el DVD de un bus pensando que quizá se trataría de una habitual película de Vietnam), no la habríamos visto. Aunque ya no nos sorprende, seguramente el próximo Herzog, su versión de Bad Lieutenant, la veremos en circunstancias parecidas.
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