Parte del goce cinéfilo es llegar al máximo entendimiento de lo que sucede en la historia que vemos. Una minuciosidad de pequeños detalles logran un efecto de verosimilitud que nos conecta mejor al mundo de la película. Esto se acrecienta en una animación, ya que los realizadores deben gastar recursos para alcanzar el grado expresivo característico del ser humano, además de conseguir uno propio (desde las primitivas caricaturas de Emile Cohl hasta las sofisticadas producciones 3D actuales). Es conocida la diferencia entre una producción de Pixar o Dreamworks, que invierten millones de dólares para acercarse a este ideal antropomorfista high tech, a una modesta y planchada producción de Alpamayo.
Por tanto, es una aberración cinematográfica transgredir este principio. El doblaje de una película, mucho más si es animada, produce una mutilación expresiva que afectará en la comprensión y disfrute del filme, aunque para muchos espectadores esto se justifique por tratarse de «películas para niños». Este argumento es fácil de derribar si se toma en cuenta que la mayoría de este público objetivo estudia y habla inglés en sus colegios, y aún de no ser así, sería ser condescendiente y dar por sentado un estado casi fronterizo en el espectador, lo cual es una ofensa camuflada.
Leyendo las declaraciones de la más experimentada dobladora española, Elsa Fábregas (con 73 años en este oficio y 700 filmes en su haber, destacando ser la voz de Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó, de Katharine Hepburn en Adivina quién viene a cenar, de Grace Kelly en La ventana indiscreta y de Gena Rowlands en Algo de qué hablar), el gusto creciente por las versiones originales es natural. «Hace algunos años nadie entendía otras lenguas. Hoy en el colegio ya se enseña en inglés. No veo problema en que estas personas busquen las versiones originales», declara desde Barcelona por teléfono a ElPaís.com.
En el caso específico de Wall-E
Veamos algunos ejemplos de este perjuicio al Wall-E original. Piloto, el robot que dirige la nave Axiom donde viven los humanos (homenaje a 2001), en la versión original tiene la voz de Sigourney Weaver, homenaje de Pixar a Alien; en la versión doblada tiene voz masculina. También está la afrenta a uno de los logros más grandes de Wall-E, resaltado por blogcine: el tremendo trabajo realizado por el mago del sonido Ben Burtt, quien sin duda es la persona que más sabe de esto en Hollywood (Oscar por E.T. y el autor de las voces de C-3PO y R2-D2 en Star Wars). Él se ha encargado de realizar minuciosamente las voces de todos los robots, en especial las de Eve (Eva en la versión doblada) y Wall-E. Es decir, si lo más logrado de la película ha sido doblado supone matar parte de la obra.
Esos robots no hablan, producen sonidos electrónicos. Sin embargo, en los instantes que quieren decir sus nombres y referirse el uno al otro, transmiten entrañable ternura. El robot Wall-E posee una humanidad mayor que la de los protagonistas de carne y hueso de cualquier otra película. Su amor, su generosidad, su entrega abnegada son inmensos, pero sin caer en la blandura a la que fácilmente se podría haber llegado, manteniendo siempre ese humor que le aleja de bichos demasiado empalagosos. Por lo que su vocecita emociona sólo con escucharla. El cambio de sonido por el dichoso doblaje, mata las secuencias en las que esto se produce. No es sólo mantener eso en Wall-E («Wally» en el doblaje), sino que Eva también lo hace. Si eso se ha doblado, mal regalo hacemos a todo aficionado al cine, incluidos los niños, más cuando ninguna voz de cómico metido a doblador puede superar o acercarse al original. El problema se da entonces para los que buscan la experiencia completa en el original y se ven con limitación del doblaje en las salas de cine (¿una invitación a conseguirla en Polvos Azules?).
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